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Elecciones 2012

El candidato republicano Mitt Romney entra al escenario de la Convención Nacional Republicana.
El candidato republicano Mitt Romney entra al escenario de la Convención Nacional Republicana.

Romney hizo un trabajo creíble en dar su discurso y puso a los delegados a sus pies varias veces con enardecedoras condenas al presidente Barack Obama, su administración y sus promesas de un futuro mejor.

Votos de restaurar la promesa de Estados Unidos

La noche del jueves, Mitt Romney trató de hacer algo que no siempre hace muy bien. Intentó mostrarle a Estados Unidos y el mundo quién es él realmente y de qué está hecho.

En el discurso de su vida, el señor Romney prometió hacer crecer la economía, crear empleos y “restaurar la promesa de Estados Unidos” si es elegido en noviembre. Pero la gente estaba buscando el lado personal y la cantidad de apoyo que obtenga el nominado republicano después de la convención puede depender de en qué medida las personas sienten que están conociéndolo mejor.

Romney hizo un trabajo creíble en dar su discurso y puso a los delegados a sus pies varias veces con enardecedoras condenas al presidente Barack Obama, su administración y sus promesas de un futuro mejor. Vale la pena verificar para ver qué tipo de cambio en las encuestas de opinión pública obtendrá la opción republicana luego de su convención y si el discurso de Romney recibirá apoyo no sólo entre los republicanos, sino también en los votantes indecisos.

Clint trata de “alegrarle el día” a Mitt

Para estar seguro, Romney obtuvo cierta ayuda de la creciente estrella de Florida, el senador Marco Rubio, y de una estrella decadente de Hollywood, Clint Eastwood. Hablando de Clint, su presentación satírica fue poco alucinante. Fue más que extraño verlo de pie en el podio hablándole a una silla vacía, lo que se suponía ser una conversación imaginaria con el presidente Obama.

La conversación imaginaria fue, debemos decir, un poco inconexa. Parecía girar en torno a un espectáculo de televisión satírico que terminó con una persona de bata blanca gentilmente convenciéndolo para salir del escenario. Mientras Clint le hablaba a la silla, yo casi esperaba escuchar una voz desde las bambalinas llorando: “¡Oye, Clint, estoy aquí!”.

Pero al final de la noche Mitt Romney estaba en el escenario central, el alguna vez moderado que gobernó como liberal Massachusetts y que ahora lidera un Partido Republicano influenciado por el Tea Party y que parece deslizarse más hacia la derecha cada año.
De cierta forma, Mitt Romney es un calce extraño para su partido. Pero si él puede encontrar una forma de hacer su personalidad más atractiva para los votantes para el 6 de noviembre, podría lograr la única cosa que motiva a los republicanos día y noche: negarle a Barack Obama un segundo mandato y tener la Casa Blanca de vuelta.

Acelerando en la Convención Republicana

Después de una semana escuchando a los republicanos que siguen hablando de las fallas del presidente Obama, está bastante claro que el partido está bastante unificado en su determinación de negarle un segundo mandato en noviembre. Ésta fue la fuerza conductora de la campaña de las primarias republicanas y se convirtió en el llanto unificador en la convención noche tras noche en Tampa.

Los republicanos pueden ser aparentar confianza, pero yo detecté algo de incertidumbre justo bajo la superficie.

Mitt Romney prevaleció en contra de algunas de las alternativas más conservadoras en las primarias porque efectivamente ganó la carrera de convertirse en el republicano con más posibilidades de derrotar al presidente Obama. Él no ganó por haberse establecido como el nuevo ícono conservador en el molde de Ronald Reagan.

De hecho, discutiendo este punto con el senador de Arizona Jon Kyl, él reconoció que Romney “no es Ronald Reagan”, pero rápidamente añadió, “¿quién más lo es?”.

Hablando con la gente aquí en Tampa tengo la sensación de que no importa cuánto les disguste el presidente Obama y sus políticas, ellos tienen esta ligera sospecha de que el presidente todavía puede ganar la elección porque les gusta más a los votantes. Creo que si Romney pierde en noviembre, el Partido Republicano tendrá un período caótico buscando nuevos líderes que puedan poner el foco de atención en una generación más joven que incluye a Paul Ryan, Marco Rubio, Chris Christie y la gobernadora de Nuevo México Susanna Martinez.

Inmerso en el mundo republicano

Uno ve y escucha algunas cosas extrañas en torno al recibidor de la convención y especialmente en el área que llaman “hilera de radio”, que se ubica cerca del espacio de trabajo de los grandes medios. Día y noche, varios políticos republicanos, comentaristas e incluso algunas celebridades de Hollywood que rodeaban unas pocas docenas de cabinas que contenían principalmente presentadores de programas de conversación conservadores que les daban la bienvenida a sus programas con los brazos abiertos.

En un minuto el senador Mich McConnell entra a paso largo.

En la esquina hay un pequeño grupo de reporteros entrevistando a un representante relativamente oscuro. Uno piensa que ha visto si cara, pero no tiene idea de quién es. Y luego a la derecha está el actor Jon Voight, ardiente republicano y favorito del Tea Party.

Abajo en la recepción, Ann Coulter es el centro de atención y le dice a un reportero que a ella no le gusta su pregunta sobre qué “tiene que hacer” Mitt Romney en su discurso de aceptación de la nominación para tener éxito.

Mientras termina la entrevista a Coulter, dos jóvenes republicanos corren hacia ella para decirle que la jefa del Partido Demócrata Debbie Wasserman-Schultx está allí dando entrevistas a los medios. Ellos parecen ofendidos con la idea de que la cabeza del Partido Demócrata invadiendo su convención y su tono sugiere que les gustaría que Coulter hiciera algo al respecto. Pero ella está demasiado ocupada yendo a la cabina del próximo programa de entrevistas y una potencial confrontación política es evitada, al menos por el día.

La hilera de radio atrae a los fieles como lo hace la hierba de los gatos, esperando tener una rápida visión de las estrellas del Partido Republicano y quizás un veloz apretón de manos o, si realmente tienen suerte, una foto. Vi a un hombre a principios de la semana paseándose entre las hileras de presentadores de programas de entrevistas con una gran sonrisa en su rostro, presionando su celular contra su oreja. Yo no lo pude ayudar, pero noté cuán entusiasmado estaba este hombre cuando lo escuché decir “Sí, querida, es asombroso. ¡Aquí no hay liberales en ninguna parte!”.

El otro lado de la moneda comienza el martes en Charlotte, Carolina del Norte, cuando los demócratas abran su convención nacional para nominar al presidente Obama para un segundo período en la Casa Blanca.
La campaña de 2012 progresa de forma similar a la de 2004 entre el presidente George W. Bush y el demócrata John Kerry.
La campaña de 2012 progresa de forma similar a la de 2004 entre el presidente George W. Bush y el demócrata John Kerry.
Se están ensuciando las cosas

No estamos viendo mucho del “cambio y la esperanza” de ninguno de los bandos en la campaña presidencial de Estados Unidos por estos días. En su mayor parte ha sido ataque, contra-ataque, preparar el siguiente golpe y esperar en guardia. A este ritmo hay que preguntarse cómo van a hacer las dos campañas para llegar en una sola pieza al día de la elección, el 6 de noviembre.

Parte del reciente tira y encoge más sucio más reciente tuvo como protagonista al siempre impredecible vicepresidente Joe Biden, advirtiendo a una audiencia en gran parte de color que una victoria republicana los pondría “de nuevo en cadenas”. El bando de Mitt Romney se aprovechó de eso para calificar el ataque de racista en insensible, mientras el vicepresidente insistía que él se refería a las promesas republicanas de “desencadenar” a Wall Street.

Poco después el propio Romney invitó al presidente Barack Obama a “llevar su campaña de división y furia y odio” de regreso a Chicago. Eso fue otra escalada en la retórica de la campaña que probablemente vino en respuesta, al menos en parte, a los anuncios negativos del equipo de Obama y de su aliados del super PAC (Comité de Acción Política por sus siglas en inglés) que han tenido cierto éxito en aumentar las opiniones negativas de Romney en los meses recientes.

Vean, muchas cosas como éstas alejan al público. Aquellos pocos votantes que todavía están indecisos generalmente no tratan de arbitrar sobre cuál de los bandos comenzó a lanzar el lodo. Usualmente solo quieren que se detengan y que ambos candidatos se enfoquen en los temas que les importan a ellos, como los empleos, el crecimiento económico y un mejor futuro para sus hijos.

La decisión sobre Ryan cambia la dirección del debate

A medida que sopesamos los pros y los contras de que Romney haya escogido al congresista Paul Ryan como su compañero de fórmula, hay pocas dudas de que su incorporación a la campaña ha cambiado el enfoque del debate electoral, al menos en el corto plazo.

La teoría del bando de Romney sobre el caso ha sido siempre el de presentar a su hombre como un experimentado hombre de negocios y político que sabe cómo arreglar la economía. Esto asume que el público ya ha sacado la conclusión de que Barack Obama es un presidente fracasado en base a su récord en la economía.

Cuando se lanza este argumento al núcleo de los conservadores, a los seguidores de Romney les gusta invocar la memoria de Jimmy Carter y su presidencia de un solo período. Pero se debe notar que Romney tiene poca necesidad de convencer a los republicanos incondicionales que Obama se debe ir. Ya están unidos –no porque estén enamorados de Mitt Romney como su candidato, sino porque realmente no les gusta el presidente ni sus políticas.

Cuando hay que convencer a los independientes, moderados o votantes bisagra, y aún a algunos de los que votaron por el presidente hace cuatro años, la campaña de Romney prefiere poner un tono sentido y lanzar algo parecido a lo siguiente: “Todos estábamos esperando algo mejor pero no funcionó, así que es tiempo de tratar con alguien más”.

Así que dado que las probabilidades de que Romney gane giran alrededor del historial de las políticas económicas del presidente, la pérdida de trabajos y el crecimiento de la economía, ahora los republicanos han añadido la dramática presencia de Paul Ryan a la mezcla. Ryan ha estado en la vanguardia de los inspirados esfuerzos de los conservadores y del Tea Party por reestructurar el apoyo que da el gobierno a los programas de bienestar social como el Medicare (un programa de salud para los de 65 años o más) y Medicaid (programa de salud para los pobres y los minusválidos).

Un cambio de énfasis

Poner a Ryan en la fórmula está, al menos en el corto plazo, cambiando el debate electoral de la persona que mejor puede revivir la economía y crear empleos a una conversación política más arriesgada y complicada (para los republicanos) sobre el futuro de los programas bandera como el Medicare. Un sondeo del grupo de opinión pública Kaiser al principio del año, por ejemplo, reveló que el 70 por ciento de los encuestados no querían ningún cambio en el Medicare. Algunos estrategas republicanos notables, incluyendo a Karl Rove en el Wall Street Journal, argumentan que el partido puede ganar el debate sobre el Medicare si consiguen que la gente se enfoque en la necesidad de hacer cambios a largo plazo de manera que el beneficio se proteja para las generaciones futuras.

Pero aún Rove reconoce que a algunos republicanos les preocupa que una pela ahora sobre el Medicare y otros programas donde los demócratas han tenido ventaja en el pasado los aleje del enfoque del argumento central para una presidencia de Romney –que él es el adecuado para restaurar la prosperidad económica y crear empleos–.

Además, hay protestas tras bambalinas de parte de congresistas republicanos que encaran elecciones complicadas este año y que no quieren estar asociados a un debate general sobre el futuro de los programas de beneficencia. Si uno está en un distrito en donde se compite con un oponente demócrata difícil, lo último que se quiere es que el Medicare se convierta en el tópico más importante del debate.

Al mismo tiempo, los republicanos creen que tienen un contraataque efectivo para revertir el Medicare. Están publicando avisos enfocados en los recortes que, según ellos, realizó Obama en el Medicare, que alcanzarían un total de 716 mil millones de dólares para ayudar al fondo de la ley de reforma de salud de 2010.

Los demócratas dicen que esa figura no representa algún recorte en beneficio de los adultos mayores, sino que es un intento de ralentizar el crecimiento del programa a través del tiempo, en un esfuerzo de mantenerlo viable por un lapso mayor. En el corto plazo, este contraataque podría ayudar a los republicanos a hacer menos claras las preguntas del Medicare.

Pero la pregunta es si esto tendrá un impacto de largo plazo y si está simplemente retrasando el daño de los ataques demócratas al Medicare, que se establecerá con el tiempo. Es muy temprano para decirlo.

Dilema de campaña: ¿Partidarios de base o votantes cambiantes?

Con nuestra política nacional crecientemente polarizada, hay menos y menos verdaderos independientes o votantes cambiantes en las elecciones presidenciales. Pese a que un tercio de los votantes se describen como independientes, las encuestas han mostrado que la mayoría se inclina hacia un partido o el otro cuando se acerca el momento de la elección. Eso significa que el espacio de verdaderos votantes cambiantes se está reduciendo, a pesar de que ambos partidos y los comités de acción política que son sus aliados pueden terminar gastando más de mil millones de dólares tratando de ganárselos.

En elecciones pasadas el voto indeciso a menudo rondaba el 10% o más en algunos casos. Este año los expertos han estimado el voto indeciso entre el 3 y el 7%. Con menos votantes abiertos a la persuasión en las semanas finales, ambos partidos se enfocarán en obtener al núcleo de sus partidarios comprometido en las encuestas, lo que a los estrategas políticos les gusta llamar “elección base”.

En ese sentido, la campaña de 2012 progresa de forma similar a la de 2004 entre el presidente George W. Bush y el demócrata John Kerry. Ese año, la campaña de Bush se enfocó en conseguir a los republicanos, con menos énfasis en ganar a los votantes cambiantes. La mayoría de la gente ya se había hecho su idea sobre el presidente Bush de todas maneras, así que los republicanos realmente empujaron su propio porcentaje de votantes de la tensa elección del 2000 entre Bush y Al Gore.

Este año, el presidente Obama tiene una alta orden en reencender el entusiasmo entre sus partidarios para una repetición de la fuerte asistencia demócrata que vimos en 2008, cuando uno de sus eslóganes de campaña era “Esperanza y cambio”. Los partidarios de Obama están dando particular atención a asegurarse de que los jóvenes, los hispanos y las mujeres solteras vuelvan a las urnas este año para mantener la gran ventaja del presidente en esos bloques de votantes.

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