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Para demonstran anti-pemerintah berkumpul di luar mal Central World di daerah perbelanjaan di pusat kota Bangkok (13/1).
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Los candidatos expresan visiones del mundo en disputa

Para aquellos que se preguntan si alguna vez una campaña presidencial de los Estados Unidos ahondaría en la política exterior de una manera significativa, probablemente ésta sea esa campaña. La agitación en el Medio Oriente y lo que Estados Unidos puede o debería hacer respecto ha estado al frente y en el centro de lo que los dos grandes candidatos dijeron en Nueva York.

Mitt Romney habló en el foro de la Clinton Global Initiative, y aunque su tono fue más suave que en los últimos días, criticó el manejo de la administración de Obama en los recientes eventos en Libia, Egipto e Irán. Romney dijo que los estadounidenses están “preocupados por el devenir” en Medio Oriente y dijo: “Sentimos que estamos a la merced de los eventos, más que dándole forma a los eventos”.

Romney ha apuntado a los eventos recientes del Medio Oriente como prueba de que el presidente ha perdido el control de sus objetivos en política exterior y que se ha reducido a ser un espectador, no un jugador. Éste es también el último intento de la campaña de Romney de cambiar el tema y alejarlo de sus propios problemas, especialmente de su comentario en un evento para reunir fondos, meses atrás, acerca del “47%” de los estadounidenses que apoyarán al presidente sin importar nada, que son dependientes del gobierno y se ven a sí mismos como víctimas.

El tono más duro de Obama en la ONU

Pareciera que el presidente Obama estaba dando un golpe de vuelta a las críticas de Romney en su discurso previo a la Asamblea General de las Naciones Unidas. Obama comenzó dando homenaje al embajador de Estados Unidos en Libia, Chris Stevens, quien murió junto a otros tres estadounidenses en lo que el gobierno calificó como un ataque terrorista en el consulado de Estados Unidos en Bengasi a principios de este mes.

El presidente dijo que los ataques apuntado a los intereses de Estados Unidos en Medio Oriente no eran sólo una agresión a dicho país, sino también una agresión “a los ideales sobre los cuales se fundaron las Naciones Unidas: la noción de que las personas pueden resolver sus diferencias pacíficamente”.

Obama habló sobre cómo las Naciones Unidas apoyan a las fuerzas de cambio en el Medio Oriente, plasmadas en la primavera árabe. También se refirió al video anti musulmán que encendió las protestas en algo “burdo y vergonzoso” y dijo que no fue solamente un insulto a los musulmanes, sino también a los Estados Unidos.

Enérgica defensa de la libertad de expresión

Al mismo tiempo, el presidente desplegó una vigorosa defensa a la libertad de expresión, una de las piedras angulares de la democracia estadounidense y la Constitución de los Estados Unidos. Obama recalcó que como presidente él tiene que aceptar que la gente se refiera a él con “cosas horribles” todos los días, pero que él siempre defenderá su derecho a hacerlo. También dijo que no hay palabras que “justifiquen el asesinato de inocentes” y declaró que es la obligación de los líderes de todas partes “levantar la voz con fuerza en contra de la violencia y el extremismo”.

Parte de esto parecía apuntar a refutar el reciente relato de la campaña de Romney que dice que Obama es débil en política exterior y en defender los valores de Estados Unidos. Obama afirmó que aquéllos que condenan las difamaciones en contra del islam deben condenar también el odio asociado con profanaciones de la imagen de Jesucristo o a aquéllos que niegan el holocausto.

El presidente volvió a comprometer a Estados Unidos a caminar junto a quienes trabajen por un estado de Israel seguro junto a una Palestina próspera e independiente. También sonó duro con Irán, jurando que Estados Unidos “hará lo que deba” para prevenir que dicho país adquiera armas nucleares.

Con todo, el discurso en la ONU pareció estar dirigido tanto a una audiencia doméstica como a una internacional, lo que no es una sorpresa estando a sólo seis semanas de la elección.

Estados indecisos decidiéndose por Obama

La última encuesta de opinión pública del Washington Post dio alentadoras noticias a la Casa Blanca. La última encuesta en Ohio muestra al presidente superando a Romney por 52% contra 44% entre aquellos que probablemente votarán en la elección. El presidente también lideró en la última encuesta del Post en Florida, con 51% contra 47%.

No hay forma de que Mitt Romney resulte electo si pierde Florida y Ohio. Por lo tanto, tiene que ganar en Florida. El asunto respecto de Ohio es que ningún republicano ha ganado jamás la Casa Blanca sin llevarse a Ohio, por lo que él debería lograrlo ganando alguna combinación de otros estados, probablemente Colorado y Virginia. Colorado está estrecho, aunque algunas encuestas dan al presidente una pequeña ventaja. Obama también ha tenido una modesta ventaja en Virginia.

Ambas campañas están prestando una atención extremadamente cercana a las encuestas sobre los estados indecisos en las últimas semanas. Si Ohio continúa su tendencia, para perjuicio de Romney, su campaña podría darse por vencida allí y enfocar sus recursos en Florida, Colorado y Virginia.

El cortafuegos de Obama en Ohio, si se mantiene, es una de las grandes historias electorales del estado en este ciclo de elección. Y el hecho es que las mejoras en la economía tanto en Ohio como en Virginia podrían estar ayudando al presidente y dañando a Romney, aun cuando ambos estados tienen gobernadores republicados.

Las próximas semanas dirán mucho. Si la campaña de Romney no puede lograr adherencia alguna en Ohio o Iowa, tendrá que reenfocarse en lo que podría ser un decreciente número de estados donde la elección está estrecha en los que esperan cambiar el curso de los acontecimientos.
Romney tuvo éxito en volverse aceptable para los conservadores durante las primarias, pero no ha hecho una transición fácil como candidato a la elección general.
Romney tuvo éxito en volverse aceptable para los conservadores durante las primarias, pero no ha hecho una transición fácil como candidato a la elección general.
De vuelta a la economía

Quedan siete semanas y la campaña presidencial de Mitt Romney está sintiendo la presión. Después de no tener una recuperación a partir de la Convención del Partido Republicano en Tampa, Florida, y viendo las modestas alzas del presidente Obama en las encuestas, el bando de Romney está tratando de reenfocarse en la economía y los empleos en las semanas finales o, al menos, en los días que anteceden al primer debate presidencial del 3 de octubre.

La semana pasada fue en parte una pérdida para el candidato republicano y su campaña. La decisión de Romney de moverse a toda marcha respecto de la violencia en el Medio Oriente dio pie a malos comentarios de los medios y, una vez más, mantuvo la campaña alejada de la línea oficial de su partido durante días. En vez de enfocarse en la economía –todavía la carta más fuerte de la campaña de Romney– el candidato se encontró a sí mismo a la defensiva, tratando de explicar sus críticas a la política exterior de Obama en el Medio Oriente en el medio de una crisis sobre los ataques de turbas sobre el consulado de Estados Unidos en Libia y la embajada en el Cairo.

De vuelta a lo básico

La teoría central de la campaña de Romney siempre ha sido que su hombre ganará una vez que convenza a suficientes votantes de que el presidente Obama ha fallado y que la experiencia de negocios de Romney garantiza darle una oportunidad en la Casa Blanca para los próximos cuatro años.

Pero sacar de la oficina a un presidente en ejercicio siempre es un proceso de dos pasos. El primero es convencer a los electores que la persona en el cargo ha fallado. ¿Ha tenido éxito Romney en esto? Yo diría que la nota es “Incompleto”. Hay abundante evidencia para los votantes para entender que la economía aún no está cerca de ser fuerte y robusta como les gustaría. Pero las encuestas sugieren que algunos votantes aún ven a la administración anterior del presidente George W. Bush como al menos en parte responsable por el actual estado de las cosas, entonces no toda la culpa está cayendo sobre el presidente Obama. Además, algunos votantes pueden estar abiertos al argumento de Obama de que las cosas no están tan mal como podrían estarlo si el presidente no hubiese tomado acciones a principios de su mandato.

Pero el segundo paso de este proceso es donde Romney parece haber titubeado. Una vez que uno instala el escenario de que el presidente en ejercicio debería irse, tiene entonces la responsabilidad de mostrar por qué el competidor debería ser elegido. Eso incluye ofrecer una clara imagen de quién es el candidato y qué cosas defiende, y también qué hará específicamente una vez que asuma el cargo.

Romney tuvo éxito en volverse aceptable para los conservadores durante las primarias, pero no ha hecho una transición fácil como candidato a la elección general. Por ejemplo, ¿qué tuvieron para ofrecer él y su compañero a la vicepresidencia, Paul Ryan, a los votantes indecisos y moderados durante la convención? Romney continúa tras el presidente en términos de simpatía personal, pero eso no necesariamente destruye sus posibilidades en la elección. Antes de darle a Romney las llaves de la Casa Blanca, lo que los votantes parecen querer del nominado republicano es una mejor idea de quién es él y una mejor idea de qué hará exactamente una vez que llegue a la presidencia.

Los debates son clave

La mejor posibilidad de Mitt Romney para dar vuelta las cosas será probablemente el primer debate presidencial el 3 de octubre. El primer debate siempre es uno de los momentos clave en la campaña, incluso a los votantes casuales les gusta verlo y tener una idea de los dos candidatos.

Si Romney puede dar un discurso convincente para su propia elección sin aparecer atacando al presidente, él podría hacer que la carrera se volviera tensa nuevamente. Romney trató de golpear esa nota durante su discurso de aceptación en la convención, cuando adoptó una suerte de tono afligido tratando de convencer a los votantes indecisos de que el presidente no fue capaz de hacer todo lo que ellos esperaban y que ahora es tiempo de un cambio.

Romney tiene que lidiar con el hecho de que probablemente a los votantes siempre les gustará más Barack Obama y eso significa de que él tendrá que atraer sus cabezas, no sus corazones. De seguro, fue fácil vender a la extrema derecha la idea de sacar a Obama de la oficina.

Pero hacerse una idea de cómo manejar a los votantes indecisos que están decepcionados del presidente y al menos abiertos a la idea de apoyar al nominado republicano es un desafío mucho más matizado y sutil. Y es un desafío que la campaña de Romney no ha sido capaz de resolver.

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