El presidente Barack Obama rindió honores en una ceremonia privada realizada este martes en la base Dover de la Fuerza Aérea, en Delaware, a los 30 militares estadounidenses muertos en el helicóptero que se estrelló hace tres días en Afganistán.
En Dover, Obama abordó los dos aviones C-17 que previamente habían aterrizado en la base trayendo de regreso a EE.UU. los restos de los estadounidenses.
Obama estuvo acompañado, entre otros, por el secretario de Defensa, Leon Panetta, y el jefe del Estado Mayor Conjunto, almirante Mike Mullen, durante la ceremonia privada a la que no tuvo acceso la prensa.
Los cuerpos de los miembros de las tropas especiales caídos cuando cumplían misión a bordo de un helicóptero Chinook, hicieron el viaje póstumo de la misma manera que volaban cuando se estrelló el aparato, de manera secreta.
Según la Casa Blanca, el presidente pasó más de una hora reunidos con 250 familiares y compañeros de armas de los soldados, a quienes extendió sus condolencias.
El Pentágono no ha revelado aún los nombres de los 30 militares, presumiblemente al menos 22 de ellos Navy Seals, muertos junto con siete comandos de las fuerzas armadas afganas y un intérprete de ese país durante una operación de apoyo a fuerzas de la coalición enfrascadas en combate con talibanes.
La portavoz del Pentágono Jane Campbell dijo en un comunicado que "en virtud de que los restos no están identificados en este momento, los familiares directos no están en posición de dar su consentimiento para que haya cobertura de prensa".
El Comando Central militar de EE.UU. informó que un brigadier general del ejército tendrá a su cargo investigar las circunstancias en que se produjo la caída del helicóptero, que los talibanes dicen haber derribado.