Los economistas andan haciendo cuentas a la carrera después de saberse que el déficit comercial de Estados Unidos se amplió más de lo esperado en mayo, y llegó al monto más alto en 31 meses. La razón: las importaciones subieron a un costo prácticamente récord debido al alza del petróleo, mientras que las exportaciones se deprimieron.
De acuerdo con cifras del gobierno, el saldo negativo de la balanza comercial estadounidense sumó $50.200 millones de dólares ese mes, el peor desde octubre de 2008 y muy por encima del estimado de expertos de Wall Street, que habían previsto que fuera de $44.000 millones de dólares. No hay que explicar cuánto afecta ese déficit la tan ansiada recuperación económica del país.
Sin embargo, en el sur de Florida los números indican todo lo contrario, y mientras la nación en conjunto importó mucho más de los que exportó, el Distrito Aduanero de Miami –que abarca un área en el extremo sur desde Cayo Hueso hasta Palm Beach, a unos 120 kilómetros al norte de la ciudad,-- fue la excepción. Sólo en mayo el superávit fue de $1.800 millones de dólares.
En la práctica, Miami es el distrito aduanero con mayor tendencia en las últimas dos décadas a un superávit comercial, una diferencia que en lo que va de año se refleja con 37 por ciento más de exportaciones que de importaciones, lo que en buena medida demuestra hasta qué grado las economías latinoamericanas sirven de sustento al comercio estadounidense.
A pesar de que otro importante indicador económico como la tasa de desempleo sigue siendo alta en el condado Miami-Dade (13,4 por ciento en mayo pasado), la ciudad de Miami, de unos 400 mil habitantes, está viendo crecer paulatinamente la presencia de urbanizadores extranjeros con capacidad de reactivar el mercado de propiedades comerciales.
La intención de las autoridades locales es tratar de compensar los enormes estragos económicos causados por la crisis del mercado inmobiliario residencial, que hasta fines de abril pasado se desplomó 51 por ciento, y cuyas cicatrices aún siguen abiertas.
Los frutos de los esfuerzos por impulsar nuevamente las construcciones en el downtown (corazón comercial) de la ciudad han comenzado a verse, y este año la firma asiática Swire Pacific Ltd., de Hong Kong, obtuvo licencia para edificar a un costo de $700 millones de dólares un complejo, el Brickell CitiCentre, de comercios minoristas, un hotel, y oficinas.
Estimulados por los bajos precios y un dólar débil, inversionistas extranjeros están siendo atraídos por las oportunidades que ofrece el deprimido mercado de bienes raíces del sur de Florida. Las señales parecen buenas, y según la firma Real Capital Analytics, especializada en investigación de propiedades comerciales, durante la primera mitad de año compradores extranjeros adquirieron inmuebles en Miami por valor de $447.9 millones de dólares, casi 10 veces más que en todo el 2010.