Durante las últimas cinco décadas, la población hispana de la Florida aumentó de manera tan significativa que, cuando en 1980 arreció el éxodo de cubanos y llegaron en avalancha a Miami, cuentan que un americano que decidió mudarse del estado, alarmado porque de repente ninguno de sus vecinos hablaba inglés, al abandonar la casa dejó colgado en la puerta un cartel que decía así a sus compatriotas que aún quedaban en la ciudad: “el último, que se lleve la bandera (americana)”.
La frase ha quedado como un chiste que por años ha corrido de boca en boca entre los recién llegados a Miami, y de cualquier manera refleja la magnitud de un cambio que a lo largo de casi medio siglo ha venido configurando especialmente a la región sur del estado con nuevos rostros, un mapa urbano y cultural diferente, y en buen grado un estilo de vida muy propio.
En términos globales, el crecimiento de hispanos en la Florida fue de casi 60 por ciento entre 2000 y 2010, y de los 18 millones 800 mil habitantes que hay en el estado, los latinos constituyen el 22,5 por ciento.
Sin embargo, aunque los cubanos siguen siendo el grupo hispano con mayor presencia (alrededor de un millón 200 mil), la población se ha hecho cada vez más diversa con la llegada de otros latinoamericanos, asentados mayormente en el centro y sur del estado, donde la economía se sustenta en gran medida de la agricultura y el turismo.
De acuerdo con datos del censo del 2010, los puertorriqueños (con 76 por ciento) y los mexicanos (con 73 por ciento) fueron los grupos de mayor crecimiento la última década, a la cabeza de los inmigrantes centro y suramericanos, cuya población se incrementó en 500 mil personas para llegar a representar una población total de millón y medio de habitantes.
De modo que, a pesar de que los cubanos no han dejado de llegar a la Florida, su crecimiento se ha desacelerado en comparación con el de otros hispanos.
Los puertorriqueños, que ya son 847 mil, han optado por establecerse sobre todo en el centro y el sudeste del estado, en los condados de Orange y Osceola, donde está la ciudad de Orlando con los parques de Disney, en Hillsborough, en la costa atlántica, y también en Miami-Dade.
Los mexicanos, que ya alcanzan la respetable suma de 630 mil, y en buena medida se han visto atraídos por las oportunidades de empleos agrícolas en la Florida, se han asentado principalmente en los condados de Hillsborough, Miami-Dade, Polk, y Palm Beach.
El grueso de la inmigración centro y suramericana en la Florida ha tenido razones de fuerza mayor para abandonar sus países, tras las situaciones de inseguridad generadas en Colombia con la narcoguerrilla; en Venezuela, con el gobierno del presidente Hugo Chávez, y en Nicaragua, con el regreso de los sandinistas y de Daniel Ortega al poder.
De manera que la ecuación demográfica en Florida ha sufrido un vuelco radical en pocos años, con cubanos, puertorriqueños y mexicanos señoreando los números, aunque si se sumaran la cantidad de habitantes provenientes de Centro y Suramérica superarían, juntos, a cualquier otro grupo hispanos en particular.
La resultante es que en los últimos 10 años el calificativo dado a Miami de Puerta de las Américas ha tenido como se ve una doble connotación; para los americanos, la de puente obligado a fin de hacer negocios con el centro y el sur del continente, y para los latinoamericanos, la de puerta de entrada a una vida mejor.