Miles de personas, sobre todo jóvenes, algunos muy jóvenes, se reunieron desde antes de la medianoche del 2 de mayo de 2011, para celebrar, frente a las puertas de la Casa Blanca, en Washington y también en Nueva York, la noticia de la muerte de Osama bin Laden.
Horas después, la multitud que gritaba "U.S.A., U.S.A." repetidas veces, levantando las banderas, con las caras pintadas y se abrazaban, para espontáneamente comenzar a cantar el himno de Estados Unidos una y otra vez, no mostraban ninguna intención de irse a casa.
El jubilo es inmenso, tanto en Washington como en la ciudad de Nueva York, donde multitudes se reúnen frente a la “zona cero” donde estaban las Torres Gemelas.
Es como "una gran sensación de alivio”, coinciden en señalar familiares de las víctimas de los ataques terroristas del 11 de septiembre de 2001, cuando son entrevistados en la radio y la televisión. “Nos hubiera gustado que lo capturaran para juzgarlo, pero se ha hecho justicia” reflexionan.
Frente a la Casa Blanca, Steve, un estudiante que apenas llega a los 20 años, dice que “desde que era niño siempre escuchaba hablar de que lo estaban buscando, y nunca daban con él, finalmente lo logramos”, celebra.
Otros dan crédito a la “perseverancia" de las fuerzas de Estados Unidos, "porque nunca dejaron de buscarlo”, aseguran.
Sin embargo, para la mayoría, pese a que reconocen que el peligro de al-Qaeda sigue presente, la muerte de bin Laden, por todo lo que representa, es vista como un gran golpe para la organización terrorista.
En Washington, mientras miles celebraban alborozadamente la policía simplemente actuaba como testigo, incluso cuando algunos se trepaban a las lámparas de iluminación de la calle frente a la mansión presidencial. Incluso otros estaban sobre los árboles, sin que los agentes del servicio secreto los incomodaran.
La celebración masiva y plena de euforia se desarrollo en un marco de tranquilidad y tolerancia.
Para una joven generación representada por los miles de estudiantes reunidos frente a la Casa Blanca, los mismos que abandonaban los campus universitarios en los alrededores de la capital para subirse a los últimos autobuses del transporte colectivo para llegar hasta la residencia presidencial, las celebraciones se saldarán con un largo regreso a casa, caminando en medio de la madrugada, aunque plenos de alegría, confianza y patriotismo.