Tras el receso navideño, Venezuela volvió a las aulas con un reto que se ha vuelto constante desde hace tres años: suplir las vacantes de maestros.
Entre el 40 y 50 por ciento de los docentes afiliados al sistema educativo han abandonado su profesión debido a los precarios salarios, según la Federación Venezolana de Maestros (FVM).
Aunque no manejan cifras exactas, el gremio afirma que la mayoría de los educadores deja la enseñanza para dedicarse a oficios que generan más ingresos.
"Nadie quiere estudiar Educación, porque es una carrera que no produce dividendos económicos, que no tiene la seguridad social que tenía en años anteriores", alerta Orlando Alzuru, quien durante 15 años ha presidido la FVM.
De acuerdo con reportes de la federación, el año pasado solo cuatro bachilleres se inscribieron para ser profesores de Matemática y Física.
A juicio de Alzuru, esos cargos "están siendo sustituidos por personas que no tienen el nivel académico ni pedagógico para estar en un aula de clases. Nos preocupa la calidad de la educación a futuro. Nos preocupa mucho eso, porque los alumnos no están aprendiendo absolutamente nada y, sin embargo, están siendo promovidos de grado, que es lo más grave", apuntó.
Con sueldos que no superan los 10 dólares por mes en el sistema público y que rondan los 150 dólares mensuales en colegios privados, dedicarse de lleno a la enseñanza no permite a los educadores ni siquiera alimentarse.
De ello da fe Elsa Castillo, docente con 35 años de experiencia, quien hoy combina su labor en la escuela con asesorías políticas y la preparación de material didáctico para instituciones privadas.
"Hay quienes están dedicándose a la costura, hay quienes están dedicándose a limpiar casas, hay quienes están lavando carros, haciendo de zapateros. Todos los oficios posibles", sostuvo Castillo durante una reciente protesta en Caracas para exigir mayores ingresos.
Con postgrado y maestría en psicopedagogía y 20 años de carrera, Claxcelis Fagúndez gana apenas 10 dólares por mes. Por ello, tiene un empleo adicional y los fines de semana vende panes artesanales.
"Yo diría que no existe la palabra sobrevivencia en tanto [que] el docente no busque la manera de paliar, la manera de ejecutar otras acciones que le permitan traer sustento a sus hogares", dijo a VOA.
Fagúndez ha sido testigo de cómo sus colegas han desertado de los salones de clase.
"Evidentemente, tus compañeros de carrera, con los que comenzaste e iniciaste, ya cada vez son menos. Te encuentras en aulas prácticamente vacías, desoladas. Los que quedamos, estamos haciendo un trabajo titánico, porque tenemos que hacer el papel de la maestra integradora, de docente asistencial, de todos los cargos, porque no hay más profesores”, dijo Fagúndez.
Otros, como Andreina Arana, han emigrado ante la imposibilidad de llegar a fin de mes. Andreina puso fin a su carrera de 20 años como maestra de preescolar para instalarse en 2015 en Atlanta, Estados Unidos, y trabajar como conductora en la aplicación de transporte Uber, lejos del pizarrón y los crayones.
"Yo tenía tres trabajos: ejercía la educación formal como maestra en las mañanas, en las tardes daba clases particulares y en la tarde tenía una que otra cosa para completar después, porque evidentemente, no alcanzaba para nosotros pagar un alquiler. En el preescolar donde yo ejercí, las que quedan son dos o tres maestras. Todas las demás han tenido que migrar", relató Arana a la Voz de América.
El Gobierno de Venezuela reconoció en 2018 que la migración estaba impactando al sector educativo. Sin embargo, el presidente Nicolás Maduro ha insistido en que protege al maestro con bonos adicionales a su sueldo.
"En medio de las dificultades, seguimos buscando alternativas para retribuir todo el esfuerzo y dedicación", escribió a finales de 2021 en su cuenta en Twitter.
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