Fuerzas de seguridad sirias abrieron fuego en Damasco contra las procesiones en varios funerales de víctimas de la masacre de manifestantes ocurrida el viernes y causaron la muerte de al menos 12 personas.
Las protestas estallaron en varias ciudades del país y en Damasco para pedir el derrocamiento del presidente Bashar al-Assad, cuya familia gobierna desde hace 40 años en Siria. La feroz represión de las manifestaciones el viernes dejó más de 70 muertos, aunque algunos opositores sitúan la cifra en más de un centenar.
La magnitud de la matanza provocó la renuncia de dos legisladores, algo excepcional en Siria donde la mayoría de los políticos de oposición están en la cárcel o residen en el extranjero. También el muftí (clérigo musulmán) de la sureña ciudad de Deraa, nombrado por el gobierno, presentó su dimisión este sábado.
En Washington, el presidente Barack Obama condenó el viernes el empleo de la fuerza contra los manifestantes y dijo que el “atroz” uso de la violencia contra las demostraciones “debe terminar”.
En una declaración, Obama señaló que las medidas adoptadas por el gobierno sirio para abolir la ley que mantuvo al país décadas bajo el estado de emergencia y para permitir demostraciones pacíficas han demostrado no ser serias a la luz de los actuales sucesos.
Obama pidió al gobernante sirio que obedezca la volutad de su pueblo dándole lo que busca: libertad de expresión, de asociación, de reunirse pacíficamente y de escoger a sus líderes. También acusó al gobierno de Damasco de asociarse a Irán para suprimir las libertades de los ciudadanos.
Según Amnistía Internacional, entre los muertos del viernes hay un anciano de 70 años y dos niños de 7 y 10 años de edad.
En más de cinco semanas que ya duran las protestas populares contra el gobierno de al-Assad en Siria, los muertos ascienden a más de 300.