Con una oposición fraccionada y en medio de denuncias de que millones de dólares en donativos y asistencia financiera le habrían sido dados por Venezuela, el mandatario nicaragüense, Daniel Ortega, parece encaminarse a un triunfo ya cocinado en las elecciones de este domingo en Nicaragua.
Según las últimas encuestas, Ortega sería reelegido gracias a una intención de voto que fluctúa alrededor del 48 por ciento, muy distante del 30 por ciento que logra su rival más cercano en la contienda presidencial, el empresario a punto de cumplir 80 años de edad Fabio Gadea.
El espectro de una oposición profundamente dividida en cuatro candidaturas es uno de los factores políticos de peso que según analistas favorecerá en las urnas al ex guerrillero, sin embargo algunos recuerdan la inesperada derrota de los sandinistas en las elecciones de 1990.
Las encuestas conferían entonces alrededor del 32 por ciento de apoyo al Frente Sandinista de Liberación Nacional, que estaba en el poder con Ortega, y 19 por ciento para el conjunto de los restantes partidos.
Inesperadamente, en los comicios la candidata de la Unión Nacional Opositora (UNO), Violeta Chamorro, logró el triunfo con el 57.7 por ciento de los votos, en tanto que Ortega, a quien las encuestas también entonces daban como favorito, consiguió sólo el 40.8 por ciento de los sufragios.
Sin embargo, las condiciones hoy serían muy distintas porque Ortega no disponía entonces de los millones de petrodólares que, según la oposición, solidariamente le ha donado el presidente venezolano, Hugo Chávez, para que impulse su campaña electoral entre los sectores más pobres de la población nicaragüense.
A sólo días de los comicios, Ortega entregó más de 10 mil títulos de propiedad en barrios de escasos recursos en comunidades del departamento de Managua, en tanto que el mandatario también ha repartido planchas de zinc para techos y 1.700 cocinas con tanques de gas donadas por el presidente venezolano, Hugo Chávez.
En un país donde al menos el 44,5 por ciento de la población vive en condiciones de pobreza, cualquier promesa por parte del gobierno de que financiará cuantiosos programas de beneficio social suele tener un impacto esperanzador en las familias de menos recursos.
Entre sus promesas electorales, Ortega dijo que de ganar un nuevo mandato de cinco años entregará 150.000 títulos de propiedad, más láminas de zinc a 750.000 familias, edificará 77.854 viviendas y también cientos de unidades de salud, además de ampliar el suministro de energía eléctrica, y los servicios telefónicos.
Esas promesas aderezadas además por las de que dará microcréditos a las mujeres, y repartirá bonos salariales a decenas de miles de trabajadores estatales, le han granjeado incluso el apoyo de viejos críticos de su gestión, que antes lo señalaban como un “perverso” enemigo de la democracia.
Entre quienes respaldan ahora su reelección esta el cardenal nicaragüense Miguel Obando, quien pidió a los electores votar el domingo por el candidato presidencial que haya demostrado “su opción preferencial por los pobres”, y que se oponga al aborto, algo que la esposa del mandatario, Rosario Murillo, ya dejó en claro cuando dijo que Ortega está “a favor de la vida”.
Lo más controversial de un nuevo triunfo del ex guerrillero, que ya gobernó de 1985 a 1990 y volvió al poder en 2007 sería el mal precedente para el futuro de la democracia en el país, puesto que Ortega fue inscrito como candidato pese a que la Constitución nicaragüense impide a todo ciudadano ocupar el cargo de presidente más de dos veces y en dos períodos continuos.
En un polémico fallo, magistrados sandinistas declararon que en el caso de Ortega era “inaplicable” la prohibición constitucional.