Resignación. Si algo debemos aprender de la sociedad japonesa y todo lo que está demostrando ante las adversidades es su resignación.
“Ellos ya están mentalizados de una forma más sufrida para pensar, y vivir. Por eso se manejan tan ordenadamente. Ya están acostumbrados a eso, es feo que lo estén, pero como que ya lo vivieron. Quizá si tienen que esperar una fila de una hora para comprar leche no se desesperan, nadie en la fila protesta, tienen más paciencia. Aquí saquearían los locales, allá no, no vas a escuchar ninguna noticia de que hubo ningún saqueo, y eso que quizá hay pocas provisiones, pero se reparten lo que hay. No te digo que no lo estén padeciendo, pero lo piensan diferente, desde otra óptica”, cuenta Gladys Taoi, descendiente de japoneses.
Sus primos viven en Shizuoka, cerca de la zona más afectada por el terremoto y el tsunami, y hace una semana estaban celebrando el nacimiento de su bebé.
Ahora, después de que pasaron las constantes réplicas que les mantuvieron encerrados en casa, “están tranquilos, nosotros somos los que estamos más temerosos. Ellos tienen miedo, pero quizá no lo expresan. Hacen vida como antes, pero con ciertas carencias, no tienen luz, ahora está entrando agua, los días anteriores tenían poca. Pero por lo demás están intentando hacer una vida normal. Siempre nos dicen que no pasó nada, no es nada, para que no nos asustemos”, explica Gladys.
Las líneas de comunicación están cortadas, pero tienen acceso a internet. Aunque Gladys cree que las noticias del gobierno de Japón están más suavizadas, incluso la gente se sorprendió de que el emperador apareciera públicamente para hablar.
Vivir un día más
Salen todos protegidos a la calle con mascarillas y la piel cubierta, “pero eso es normal en Japón, a nada que te sentís mal o estás engripado, tienes que protegerte porque hay mucha gente”.
“Se asustan más por lo que oyen de fuera. Lo toman diferente, aquí parece que es un caos total y quizás lo que les asuste un poco a ellos son las noticias de fuera, pero ellos se manejan como un día común”, dice Gladys.
“Por ejemplo, el repartidor de los paquetitos de comida para los oficinistas, iba en el camión que estacionaba y bajaba la mercadería como un día común. La gente no acapara todo, no están todas las mercaderías vacías. El japonés se limita a comprar lo que necesita su familia y es solidario con lo que necesitan los demás”, relata Gladys según lo que le cuentan sus familiares.
Vida normal: los que pueden trabajar, van a trabajar.