La gira que este domingo inicia el presidente de Irán, Mahmoud Amadineyad, por cuatro países de América Latina en momentos de enorme tensión en la zona del Golfo Pérsico es aplaudida por los más estrechos aliados de Teherán en este hemisferio pero en Estados Unidos es vista con gran recelo.
El presidente iraní dará comienzo a su periplo latinoamericano en Venezuela, y luego tiene previsto asistir el martes a la toma de posesión en Nicaragua del presidente Daniel Ortega, para luego seguir rumbo a Cuba, y finalmente Ecuador, según el programa original del viaje.
Amadineyad había anunciado una visita a Caracas en septiembre del año pasado que fue suspendida debido al cáncer que se le diagnosticó en junio último al presidente venezolano, Hugo Chávez, el más ferviente aliado del régimen de Teherán en el área. Los dos gobiernos han suscrito en pocos años más de un centenar de acuerdos y memorandos de cooperación.
La nueva gira del mandatario iraní, quien ya estuvo en Caracas en 2009, en Nicaragua y Ecuador en 2007, y en Cuba en 2006, coincide con un aumento de las tensiones diplomáticas y militares de Irán con EE.UU. y la Unión Europea (UE).
Hace una semana, Washington reforzó sus sanciones contra el sector financiero de ese país y los gobiernos de la UE llegaron poco después a un acuerdo en principio para aplicar un embargo a las importaciones de petróleo iraní, con el propósito de forzar a Teherán para que abandone su programa nuclear ante la acumulación de indicios según los cuales sus intenciones serían las de fabricar bombas atómicas.
Irán recién llevó a cabo maniobras navales en el Golfo Pérsico durante las que disparó misiles de mediano y largo alcance, capaces de alcanzar territorio de Israel, y amenazó con cerrar a la navegación internacional el Estrecho de Ormuz, por donde circula casi el 40 por ciento del petróleo que se produce en el mundo. Teherán ya anunció que realizará más ejercicios militares en febrero.
Analistas destacan que el objetivo de la gira de Amadineyad por Latinoamérica es cimentar y ampliar lazos de todo tipo con sus aliados en la región en momentos en que europeos y estadounidenses subrayan el creciente aislamiento internacional del régimen iraní.
En declaraciones formuladas en diciembre pasado, la secretaria de Estado de EE.UU, Hillary Clinton, señaló que los gobiernos que deseen coquetear con Irán “deberían ver cuáles podrían ser las consecuencias”. Días después, en una entrevista concedida al diario El Universal, de Caracas, el presidente estadounidense Barack Obama dijo que el pueblo venezolano “tendrá que determinar qué posible ventaja le brinda tener relación con un país que viola los derechos humanos universales y que está aislado”.
Con antelación a esas declaraciones, tales cálculos parecen haber sido sacados ya por Brasil, cuya presidenta, Dilma Rousseff, se muestra más cautelosa que su antecesor, Luis Inacio Lula Da Silva, quien dio gran impulso a las relaciones de su país con Irán.
Además de la ferviente identidad que lo une a Venezuela, Cuba, Nicaragua y Ecuador, por su política anti-Washington, observadores destacan que la gira de Amadineyad busca también desviar un poco la atención mundial actualmente centrada en otro de sus aliados, Siria, donde la brutal represión de protestas populares ha causado ya más de 5.000 muertos, según la ONU.
En adición a que Irán teme ser el próximo escenario de revueltas inspiradas por la Primavera Árabe e internamente está siendo cada día más cuestionado por denuncias de violaciones de los derechos humanos, todo indica que a Teherán y a Venezuela, dos importantes productores de petróleo de la OPEP, les agrada la idea de echar fuego a las tensiones con EE.UU.
El propósito sería mantener a las democracias occidentales sobre ascuas y a sus economías en jaque a causa de los elevados precios del crudo. El precio del petróleo venezolano promedió los $108 dólares el barril la primera semana de mes, cuando hace dos años su precio era de $57 dólares. Venezuela abastece a EE.UU. poco más de un millón de barriles diarios.
De visita oficial en Teherán en 2002, el ex gobernante cubano Fidel Castro dijo amenazadoramente que Cuba e Irán "pondrían de rodillas" a Estados Unidos. Chávez, que en poco más de una década en el poder ha viajado 9 veces a Irán, ha hecho de la frase una política de Estado además de acariciar la idea con obsesión personal.