En el momento que publicamos esta historia, la temperatura en Anchorage, Alaska, es de menos ocho grados Celsius. Un frío amargo, o en otras palabras, lo que se podría esperar al principio del invierno en el estado que se conoce como “el congelador de Estados Unidos”.
Mientras tanto, Maggie la elefanta camina en un parque de 12 hectáreas que ella comparte con otros nueve animales en el complejo de una sociedad de rescate en las Montañas Sierra de California, donde también es frío en este momento, pero uno o dos grados por encima de cero.
Todo esto es relevante porque la elefanta africana pasó 24 de sus primeros 25 años en el Zoológico de Alaska, en Anchorage, donde ella era el único elefante y vivía en una celda con una pequeña puerta al exterior.
Los elefantes, sumamente sociales, necesitan mucho espacio, por razones obvias. Y la muerte de Peaches, un elefante de 55 años en el Parque Zoológico Lincoln en Chicago, en 2005, tan solo tres meses después otro elefante muriera allí, instigó un debate sobre si estos grandes animales podían tolerar el clima frío.
El Zoológico de Alaska estaba siendo presionado para que enviara a Maggie a unas instalaciones más calientes. Sin embargo, se habían resistido e incluso construyeron la única trotadora para elefantes del mundo, un proyecto de $100.000 dólares, para ofrecer a Maggie, que pesaba unos 2.000 kilogramos, algo que la mantuviera ocupada.
Pero, Maggie ni se acercaba a la máquina de ejercicio.
Finalmente en 2007, después de que el presentador del programa de televisión Bob Barker donara $750.000 dólares para ayudar a transferir y cuidar de Maggie, la junta del zoológico cedió y la elefanta fue enviada a su nuevo hogar en California.
