Algunos de los migrantes que han llegado a Nueva York, pasan horas sentados en bancas, aguardando por sus permisos de trabajo. Al no encontrar alternativas de trabajo, varios de ellos han adoptado conductas que reprueban las comunidades de acogida como lo denuncia José Vivanco.
“No respetan, toman, beben, pi.. puedo decir pipí, eso es todo, hay un señor de allá y yo que tenemos que limpiar desde allá todo esto hasta aquí, eso es nada más, yo no tengo nada contra ellos, no más pues que tienen que hacerse a las leyes de nosotros creo yo”, denuncia José Vivanco, Superintendente de edificio.
De los 50 mil migrantes que han llegado en los últimos meses a Nueva York, las quejas solo apuntan a grupos minoritarios.
“No me gusta y como estoy en la temporada que tengo nauseas siempre ese olor por ahí me repugna cantidad y pienso que se ve mal tomando donde hay tantos niños”, dice Yasleni Martínez, Migrante embarazada.
Ocupar su tiempo realizando trabajo de voluntariado y estableciendo conexiones en la comunidad, podría ser una salida a una problemática que involucra mucho más que a un grupo de migrantes. Tan grave es el problema que la ciudad ya había decretado una crisis de salud mental.
“La ley si tiene aquí un lugar muy importante entonces hay que aprender las leyes de este país en primer lugar, en segundo lugar pues hay que vincularse a esas personas, a esas comunidades que están dispuestas a tenderte la mano”, comenta Juan Carlos Ruíz, Sacerdote activista.
Varias iglesias y organizaciones pro inmigrantes brindan también clases de inglés y cursos de construcción de OSHA para ocupar el tiempo aprendiendo. Ángela González, Voz de América, Nueva York.