El papa Francisco puso fin este martes a una visita de cuatro días a Japón, en la cual exhortó a los líderes mundiales a abandonar las armas nucleares.
El Pontífice enfatizó su campaña contra las armas atómicas con visitas a las ciudades de Hiroshima y Nagasaki, las únicas que ha sufrido un ataque nuclear en la historia en agosto de 1945.
Francisco también se reunió con sobrevivientes del accidente de la planta nuclear de Fukushima en 2011 y ofició dos misas a las que acudieron en masa los católicos en Japón.
El desarme nuclear ha sido uno de los asuntos principales en la visita papal a Japón, un país marcado no solo por el recuerdo de los dos ataques que pusieron fin a la Segunda Guerra Mundial, sino también por la alarma que supone el programa nuclear y los ensayos de misiles de la cercana Corea del Norte.
"Invito a todas las personas de buena voluntad a que animen y promuevan todos los medios de disuasión necesarios para que la destrucción causada por las bombas atómicas en Hiroshima y Nagasaki no vuelva a ocurrir otra vez en la historia humana", dijo el pontífice ante un grupo de dignatarios, incluido el primer ministro japonés, Shinzo Abe.
En una aparente referencia a las tensiones con Corea del Norte, Francisco dijo que el diálogo "es la única arma digna del hombre y capaz de garantizar la paz duradera".
La devastación nuclear también fue abordada en la reunión del Papa con el emperador Naruhito el lunes.
Un portavoz de palacio dijo que Francisco comentó a Naruhito cómo recordaba que, siendo un niño de nueve años en su natal Argentina, sus padres comenzaron a llorar al conocer los ataques contra Hiroshima y Nagasaki, que le dejaron una gran impresión duradera.
Francisco también criticó la vigencia de la pena de muerte en Japón. A la misa que ofició en un estadio en Tokio el lunes acudió Iwao Hakamada, un hombre de 83 años que pasó 46 en el corredor de la muerte y que fue bautizado estando en prisión, dijeron funcionarios eclesiásticos locales.
Esta fue la primera visita de un Papa a Japón en 38 años y la segunda en la historia, después de Juan Pablo Segundo.