Aparte de los imprevistos sobresaltos que puedan ocasionar en Tampa los miles de manifestantes que las autoridades de la ciudad esperan como protagonistas de protestas y la evolución de la tormenta tropical Isaac, que amenaza con azotar como huracán el sur de la Florida, la Convención Nacional del Partido Republicano promete ser la semana entrante un gran evento político sin grandes sorpresas.
Como ha sucedido en todas estas convenciones desde hace décadas, el triunfador en las elecciones primarias que antecedieron a la Convención, a menos que ocurra lo hasta ahora no visto, tiene asegurada la nominación. Esta vez el candidato a la Presidencia es Mitt Romney, y su compañero de boleta como vice es el joven congresista ultraconservador Paul Ryan, del estado de Wisconsin.
Durante la magna reunión partidista de Tampa, Mitt Romney se esforzará en proyectar su imagen a la nación no sólo como la del empresario exitoso y conocedor que puede sacar a EE.UU. del atolladero económico—la aureola que hasta ahora con mayor fuerza ha enarbolado a lo largo de su campaña-- sino también como la del líder que es capaz de garantizar tanto la prosperidad como la seguridad del país.
Pero lo más atractivo del cónclave republicano quizás no sea la formalización oficial de la candidatura de Romney como el rival del presidente Barack Obama, sino el impacto que tenga en la Convención la todavía fresca designación de Ryan como segundo en la fórmula republicana para disputarles la Casa Blanca a los demócratas.
Bien visto por el movimiento conocido como Tea Party, el congresista de 42 años es un ultraconservador en materia económica y fiscal, arquitecto de un proyecto de presupuesto que busca reducir radicalmente el gasto federal, y que se opone a todo aumento de impuestos y también al aborto, lo que en 2010 lo llevó a decir a la revista The Weekly Standard que él era “100 por ciento partidario de la vida”.
Luego de haberse anunciado oficialmente la selección de Ryan como el número dos de la boleta de Romney, el equipo de campaña electoral de Obama difundió el mensaje de que el candidato a vicepresidente prohibiría el aborto, incluso en los casos de violación e incesto, además de que sus ideas tributarias han sido señaladas por los demócratas como hostiles para el ciudadano común.
Algunos expertos políticos consideran que desde que las elecciones de 1996, en las que el también congresista Jack Kemp acompañó en la fórmula republicana al candidato presidencial Bob Dole, no ha habido un aspirante a la vicepresidencia de EE.UU. tan conservador en materia económica y social como Paul Ryan.
Eso ha dado a los demócratas un elemento adicional para decir que Romney, quien durante mucho tiempo fue visto como un político moderado, ha terminado plegándose a los intereses del Tea Party y de que a la larga han prevalecido en la filas republicanas los conservadores radicales que favorecen a los más ricos, lo que constituye, dicen, un mal presagio para la clase media.
De cualquier manera, en términos generales, la incorporación del talentoso y joven congresista ha dado mayor ímpetu político a la campaña electoral de Romney, aunque su nombramiento no parezca haber entusiasmado mucho a los hispanos, que en los comicios del 6 de noviembre próximo sumarán 11 de cada 100 electores registrados para votar.
Según el más reciente sondeo del diario The Wall Street Journal y las cadenas de televisión Telemundo y NBC News, el 63 por ciento de los electores hispanos en el país dijo que votaría por la fórmula presidencial demócrata Obama-Joe Biden, y sólo el 28 por ciento indicó que lo haría por los candidatos republicanos, Romney-Ryan.
Con todo, el rol con el que emerja Ryan de Tampa, y el mensaje que logre transmitir uno de los oradores estelares de la Convención, el influyente senador hispano Marco Rubio, una estrella naciente en el partido republicano, podrían dar un impulso importante a las aspiraciones de Romney.
De modo que aunque no se esperen sorpresas en la Convención, la aceptación que consigan o el rechazo que provoquen las propuestas republicanas en la expectante opinión pública nacional, especialmente entre los electores independientes, sí tendrán repercusiones en las urnas el 6 de noviembre.
Como ha sucedido en todas estas convenciones desde hace décadas, el triunfador en las elecciones primarias que antecedieron a la Convención, a menos que ocurra lo hasta ahora no visto, tiene asegurada la nominación. Esta vez el candidato a la Presidencia es Mitt Romney, y su compañero de boleta como vice es el joven congresista ultraconservador Paul Ryan, del estado de Wisconsin.
Durante la magna reunión partidista de Tampa, Mitt Romney se esforzará en proyectar su imagen a la nación no sólo como la del empresario exitoso y conocedor que puede sacar a EE.UU. del atolladero económico—la aureola que hasta ahora con mayor fuerza ha enarbolado a lo largo de su campaña-- sino también como la del líder que es capaz de garantizar tanto la prosperidad como la seguridad del país.
Pero lo más atractivo del cónclave republicano quizás no sea la formalización oficial de la candidatura de Romney como el rival del presidente Barack Obama, sino el impacto que tenga en la Convención la todavía fresca designación de Ryan como segundo en la fórmula republicana para disputarles la Casa Blanca a los demócratas.
Bien visto por el movimiento conocido como Tea Party, el congresista de 42 años es un ultraconservador en materia económica y fiscal, arquitecto de un proyecto de presupuesto que busca reducir radicalmente el gasto federal, y que se opone a todo aumento de impuestos y también al aborto, lo que en 2010 lo llevó a decir a la revista The Weekly Standard que él era “100 por ciento partidario de la vida”.
Luego de haberse anunciado oficialmente la selección de Ryan como el número dos de la boleta de Romney, el equipo de campaña electoral de Obama difundió el mensaje de que el candidato a vicepresidente prohibiría el aborto, incluso en los casos de violación e incesto, además de que sus ideas tributarias han sido señaladas por los demócratas como hostiles para el ciudadano común.
Algunos expertos políticos consideran que desde que las elecciones de 1996, en las que el también congresista Jack Kemp acompañó en la fórmula republicana al candidato presidencial Bob Dole, no ha habido un aspirante a la vicepresidencia de EE.UU. tan conservador en materia económica y social como Paul Ryan.
Eso ha dado a los demócratas un elemento adicional para decir que Romney, quien durante mucho tiempo fue visto como un político moderado, ha terminado plegándose a los intereses del Tea Party y de que a la larga han prevalecido en la filas republicanas los conservadores radicales que favorecen a los más ricos, lo que constituye, dicen, un mal presagio para la clase media.
De cualquier manera, en términos generales, la incorporación del talentoso y joven congresista ha dado mayor ímpetu político a la campaña electoral de Romney, aunque su nombramiento no parezca haber entusiasmado mucho a los hispanos, que en los comicios del 6 de noviembre próximo sumarán 11 de cada 100 electores registrados para votar.
Según el más reciente sondeo del diario The Wall Street Journal y las cadenas de televisión Telemundo y NBC News, el 63 por ciento de los electores hispanos en el país dijo que votaría por la fórmula presidencial demócrata Obama-Joe Biden, y sólo el 28 por ciento indicó que lo haría por los candidatos republicanos, Romney-Ryan.
Con todo, el rol con el que emerja Ryan de Tampa, y el mensaje que logre transmitir uno de los oradores estelares de la Convención, el influyente senador hispano Marco Rubio, una estrella naciente en el partido republicano, podrían dar un impulso importante a las aspiraciones de Romney.
De modo que aunque no se esperen sorpresas en la Convención, la aceptación que consigan o el rechazo que provoquen las propuestas republicanas en la expectante opinión pública nacional, especialmente entre los electores independientes, sí tendrán repercusiones en las urnas el 6 de noviembre.