El ex secretario de Defensa de EE.UU., Donald Rumsfeld no se arrepiente de haber ido a la guerra en Irak pero sí lamenta no haber dimitido después del escándalo de las torturas en la prisión de Abru Ghraib en 2004.
En sus memorias tituladas "Known and Unknown" ("Lo conocido y lo desconocido"), que acaban de ver la luz, el ex jefe del Pentágono defiende la forma en que manejó el conflicto bélico en Irak y toda su trayectoria al servicio de presidentes republicanos, desde Richard Nixon hasta George W. Bush.
Rumsfeld atribuye a errores de los servicios de espionaje e inteligencia la invasión a Irak en busca de armas de destrucción masiva, aunque "sin duda, y tomando en cuenta los hechos disponibles para el presidente Bush en 2003, yo hubiese tomado la misma decisión", dice.
Sin embargo, admite como su mayor error el no haber conseguido convencer a Bush de que aceptara su renuncia después de conocerse los abusos y torturas cometidos contra prisioneros en la cárcel iraquí de Abu Ghraib.
Rumsfeld dice que en dos ocasiones le presentó la renuncia a Bush y que no se la aceptó, algo que el mismo califica de “distracción perjudicial”.
"Fue una mancha en nuestro país (...) pensar que gente bajo nuestra custodia era tratada de esa forma tan desagradable, pervertida y horrible", dijo en una entrevista a la cadena estadounidense ABC, concedida con motivo de la publicación de sus memorias.
En el libro, Rumsfeld señala que su única equivocación respecto a las presuntas armas de destrucción masiva en Irak fue declarar: "sabemos dónde tienen esas armas", cuando en su lugar debió haber empleado el término de "sitios sospechosos'".
De acuerdo con el ex jefe del Pentágono "el mundo está major sin Sadam Hussein, sin los Talibanes y con Al Qaeda fuera de Afganistán”.
También reveló a ABC que Sadam Hussein había ofrecido una recompensa de 60 millones de dólares por el asesinato de sus hijas, al igual que amenazaba a las hijas del entonces presidente Bush.
En sus memorias, Rumsfeld critica a algunos de los más cercanos colaboradores de Bush, y dice que a Condoleezza Rice le faltó experiencia y que Colin Powell demostró tener pocas facultades de dirección.
El ex secretario de Defensa confiesa que una de sus “grandes decepciones” fue no haber podido convencer a la opinión pública de que no había en el mundo otra prisión manejada de manera tan profesional y con un trato tan correcto a los prisioneros como la de la base naval de Guantánamo, en Cuba.