Luego de más de cinco semanas de tirantez política en las que el gobierno de EE.UU. rogó a Rusia que no concediera asilo al excontratista de seguridad estadounidense Edward Snowden, la decisión de Moscú de hacer lo contrario deja a Washington con muy pocas opciones.
La primera reacción de la Casa Blanca por conducto de su portavoz, Jay Carney, fue declarar que Washington estaba “en extremo decepcionado” tras el paso dado por el presidente ruso, Vladimir Putin, de proteger a Snowden, quien no es un simple “soplón”, dijo, sino un individuo en poder de información clasificada y que reveló secretos del gobierno de su país.
Previendo la posibilidad de que Rusia decidiera entregar al perseguido, el Fiscal General de EE.UU., Eric Holder, dio seguridades a Moscú de que aunque fuera enjuiciado por espionaje, las autoridades estadounidenses nunca pedirían como castigo para Snowden la pena de muerte. Pero ni eso bastó.
Más allá del desengaño expresado por la Casa Blanca, la respuesta de varios legisladores ha sido colérica, y el senador republicano Lindsey Graham, dijo que la afrenta de Moscú “cambia las reglas del juego” en cuanto a las relaciones bilaterales, mientras que su colega demócrata Charles Schumer la calificó de “puñalada en la espalda” a EE.UU.
Para el influyente senador republicano John McCain ha sido “una bofetada en la cara de todos los estadounidenses” que no debe ser tolerada sin “repercusiones serias” y al igual que otros en el Capitolio cree que ha llegado la hora de sopesar las relaciones con Moscú y de apretar algunas tuercas.
El senador es partidario por ejemplo de que EE.UU. impulse el nuevo sistema de defensa antimisiles en Europa, que ha sido fuertemente objetado por Rusia, sin tener mayores miramientos con Moscú, que apoye de manera más directa a los disidentes rusos y que dé otros pasos en defensa de los derechos humanos en ese país.
Queriendo minimizar el previsible daño diplomático como consecuencia del caso Snowden, el propio presidente Putin dijo que el asilo se le había otorgado a condición de que frenara todo acto “dirigido a dañar a nuestros socios estadounidenses” y luego señaló que no dejaría que el asunto lesionara los nexos entre EE.UU. y Rusia.
Pero varios legisladores han pedido al presidente Barack Obama que suspenda su prevista reunión con Putin a principios de septiembre próximo en San Petersburgo coincidiendo con la celebración en esa ciudad rusa de la Cumbre del G-20, algo que según el vocero Carney dijo que estaba siendo evaluado por los asesores de la Casa Blanca.
Sin embargo, con todo lo serio que es, el affaire Snowden no es el primer desacuerdo habido en el último año y medio entre Washington y Moscú, que han chocado antagónicamente como resultado de la situación en Siria, el impedimento a ciudadanos estadounidenses de adoptar niños rusos, y la prohibición a algunos funcionarios rusos de entrar a EE.UU.
Lo singular del caso ahora es que si por un lado Washington ha expresado claramente que Snowden debe ser llevado ante la justicia estadounidense por sus delitos, por el otro EE.UU. no puede prescindir de Moscú para hallar salida a conflictos como el de Siria, buscar la paz en el Oriente Medio, e incluso mantener a raya la amenaza iraní.
La primera reacción de la Casa Blanca por conducto de su portavoz, Jay Carney, fue declarar que Washington estaba “en extremo decepcionado” tras el paso dado por el presidente ruso, Vladimir Putin, de proteger a Snowden, quien no es un simple “soplón”, dijo, sino un individuo en poder de información clasificada y que reveló secretos del gobierno de su país.
Previendo la posibilidad de que Rusia decidiera entregar al perseguido, el Fiscal General de EE.UU., Eric Holder, dio seguridades a Moscú de que aunque fuera enjuiciado por espionaje, las autoridades estadounidenses nunca pedirían como castigo para Snowden la pena de muerte. Pero ni eso bastó.
Más allá del desengaño expresado por la Casa Blanca, la respuesta de varios legisladores ha sido colérica, y el senador republicano Lindsey Graham, dijo que la afrenta de Moscú “cambia las reglas del juego” en cuanto a las relaciones bilaterales, mientras que su colega demócrata Charles Schumer la calificó de “puñalada en la espalda” a EE.UU.
Para el influyente senador republicano John McCain ha sido “una bofetada en la cara de todos los estadounidenses” que no debe ser tolerada sin “repercusiones serias” y al igual que otros en el Capitolio cree que ha llegado la hora de sopesar las relaciones con Moscú y de apretar algunas tuercas.
El senador es partidario por ejemplo de que EE.UU. impulse el nuevo sistema de defensa antimisiles en Europa, que ha sido fuertemente objetado por Rusia, sin tener mayores miramientos con Moscú, que apoye de manera más directa a los disidentes rusos y que dé otros pasos en defensa de los derechos humanos en ese país.
Queriendo minimizar el previsible daño diplomático como consecuencia del caso Snowden, el propio presidente Putin dijo que el asilo se le había otorgado a condición de que frenara todo acto “dirigido a dañar a nuestros socios estadounidenses” y luego señaló que no dejaría que el asunto lesionara los nexos entre EE.UU. y Rusia.
Pero varios legisladores han pedido al presidente Barack Obama que suspenda su prevista reunión con Putin a principios de septiembre próximo en San Petersburgo coincidiendo con la celebración en esa ciudad rusa de la Cumbre del G-20, algo que según el vocero Carney dijo que estaba siendo evaluado por los asesores de la Casa Blanca.
Sin embargo, con todo lo serio que es, el affaire Snowden no es el primer desacuerdo habido en el último año y medio entre Washington y Moscú, que han chocado antagónicamente como resultado de la situación en Siria, el impedimento a ciudadanos estadounidenses de adoptar niños rusos, y la prohibición a algunos funcionarios rusos de entrar a EE.UU.
Lo singular del caso ahora es que si por un lado Washington ha expresado claramente que Snowden debe ser llevado ante la justicia estadounidense por sus delitos, por el otro EE.UU. no puede prescindir de Moscú para hallar salida a conflictos como el de Siria, buscar la paz en el Oriente Medio, e incluso mantener a raya la amenaza iraní.