Los "break rooms", o “salas de ira” surgieron hace más de dos décadas en Estados Unidos y Canadá como una alternativa para liberar las tensiones, el estrés, las frustraciones o el enojo.
Se trata de romper televisores, computadoras, fotocopiadoras, platos, botellas o cualquier objeto obsoleto podría hacernos sentir mejor.
Existen muchos métodos para controlar o manejar el estrés. Y si bien es cierto que hay técnicas de respiración o meditación, esta actividad bastante común en el norte del continente y Europa, es un tipo de terapia que comienza a tomar auge en Colombia.
“Es un espacio para liberar emociones”, dijo a la Voz de América Carolina Jaramillo, desde su negocio de break rooms en el lujoso barrio de Chicó, al norte de Bogotá, donde decidieron “romper” la metodología de estos famosos cuartos de ira y a través de la música “lograr” poner su esencia para complementar la terapia.
“Nosotros entendimos que así como cada persona trae una historia personal dentro de lo que vive, también la música representa una historia. Entonces lo que nosotros hacemos acá con la música es que encuentren la conexión que les permita meterse realmente en el espacio, meterse en el momento y conectar con la historia”, comentó Jaramillo, fundadora de Break Time, como se llama el lugar.
Los visitantes pueden agarrar un martillo, una barra, pero el bate de béisbol es el preferido de los clientes para empezar con su “terapia”.
“No importa el objeto, lo más importante es que te puedas desconectar y te olvides del mundo por un momento para que se pueda disfrutar”, agregó Jaramillo.
Mauricio Ortiz, otro de los socios del lugar, dice que “romper todo es liberador y catártico”, aunque resalta que “llorar, gritar, escuchar la música que a uno le gusta rompiendo es de verdad intenso, porque aquí no solo se trata de romper, también de gritar, decir groserías, cantar a grito herido”.
Las salas de ira “no son una terapia”
Silvana Gómez, psicóloga clínica, dijo a la VOA que estas salas de ira no son lugares que puedan sustituir los procesos terapéuticos profesionales, aunque estos lugares puedan representar un espacio perfecto para desahogar las emociones.
“Estos lugares nos pueden ofrecer un espacio controlado para obtener una descarga de las emociones que a veces pueden ser difíciles y retadoras, y que no sabemos muy bien en ocasiones cómo gestionarlas, de manera que allí podamos soltar todas las cargas, pero reconociendo siempre la importancia de nuestra salud mental en la que no la podemos ver como un sustituto a los procesos terapéuticos profesionales”, explicó Gómez a la VOA.
Agregó que aunque las “salas de ira” no son aceptadas por la comunidad terapéutica, ella pudo “soltar” las cargas en esos entornos porque “nuestras emociones son reacciones neurofisiológicas que responden a estímulos internos y externos generando que estos espacios sirvan como un espacio de liberación de todo lo que está guardado en el cuerpo”.
Por último, como lo menciona Ortiz: “los humanos somos bombas de tiempo a punto de estallar, es por eso que aquí explotar es necesario para reiniciar”.
Así que, si de liberarse se trata, podría ser el momento de hacer catarsis de esta manera y empezar a romperlo todo.
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