¿Qué se siente al despertar y darte cuenta de que todo sigue oscuro? “Es normal”, respondería Patricio. Para él ha sido así durante los 11.218 días de su vida.
Una bajada, el sonido de un coche a lo lejos, la rueda de una bicicleta que frena a un costado. Formas y sensaciones, pero no imágenes abstractas. Patricio se imagina la manzana que sujeta por las curvas que tiene, su textura, olor y sabor. Pero, ¿cómo es el horizonte?, pregunta.
Ninguno de los que estamos ahí sabe responder. “Una línea”, dice alguien. “Donde termina el suelo y comienza el cielo, lejos”, explica otro. “Igual si te lo dibujan es más fácil entender”, termina el primero.
Patricio tiene un amigo que quedó ciego hace diez años e intenta describirle las imágenes con tangibles. Pero hay cosas que no se pueden visualizar, por ejemplo, ¿cómo es el arcoíris?
Las respuestas no son ni blancas ni negras, existe un mundo de grises en la visión de los ciegos que está por descubrir. Patricio tiene sensibilidad a la luz, por lo que percibe cuándo es de día y cuándo de noche, y aprendió a asociar los colores entre cálidos y fríos.
“Lo que tienen las personas ciegas es que lo que no pueden presenciar o experimentar, es muy difícil imaginar, y yo prefiero incluso no hacerlo, porque a veces te puedes formar una imagen equivocada de algo”, cuenta.
Comienza el recorrido despacio. Aferrados a la barandilla por un lado y al bastón blanco por otro con la esperanza de que brille en la oscuridad a la que nos adentramos. Patricio nos espera dentro y nos va guiando con su voz.
“Este es un paseo para percibir con otros sentidos, porque no todo empieza ni acaba en la vista”. Es la bienvenida que nos da a la propuesta ‘Diálogo en la oscuridad’. La creación del periodista alemán Andreas Heinecke plantea cuatro escenarios de la vida corriente con una única variación: recorrerlos a ciegas.
Durante una hora y con un bastón blanco, la muestra busca empatizar con los no videntes, permitiendo vivenciar las escenas con los otros sentidos.
“Me gusta cuando la gente se encuentra en la oscuridad, y siente que hay mucho por descubrir. Que jueguen con los sentidos y que reconozcan las cosas”, dice Patricio. Inseguros, temerosos y a veces ansiosos, damos los primeros pasos para ser guiados por los sonidos y la percepción. Los adjetivos húmedo, frío o silvestre, sustituyen a verde, hermoso o frondoso en el lenguaje sensorial y comienzan a faltarnos otros para describir con el oído, el tacto y el olfato.
Con espíritu aventurero algunos, con recelo otros, se emprende la marcha torpe y tímida, depositando toda la confianza en el guía invidente. De pronto, un miedo: ¿cómo orientarse? “La memoria de los lugares sería nuestra memoria visual ‒dice Patricio‒. La vereda, el olor de algún negocio, la cantidad de vueltas que da el colectivo. Por ejemplo, un truco cuando viajas en el autobús es calcular el tiempo”.
De entre 240 candidatos, seleccionaron a nueve con multitud de pruebas de orientación y movilidad. Pero Patricio además de guía es periodista. El mismo motivo le sirvió para luchar por ambas: la curiosidad.
“Siempre fue muy obvio para mí no ver. Recuerdo que a mi hermano le tapaba los ojos cuando me preguntaba cómo era”. Ahora la pregunta se torna experiencia y aparecen otras nuevas: cómo vive una persona ciega, si sólo se relaciona con ciegos, si se han sentido discriminados, cómo reconocen a alguien…
En el último tramo de la exposición se da la oportunidad de formular todas esas preguntas junto a los tabúes, los mitos y las dudas y “quién mejor que una persona ciega para resolverlas”.
El recorrido es todo un aprendizaje, o más bien un ‘volver a aprender’. El alfajor del día después sabe más insípido y la manzana resulta menos áspera.