En un mundo imaginario donde enfermedades como el Alzhheimer, Parkinson, artritis, ceguera y los desórdenes sanguíneos sean cosas del pasado, la clave podría estar en unas singulares células conocidas como células madre.
Como si fueran semillas mágicas, estas células responden a instrucciones genéticamente inherentes para desarrollar otras, en los huesos, el cerebro y cualquiera de las que forman parte de nuestro organismo, por lo que los científicos creen que también podrían emplearse a fin de curar distintas enfermedades.
Pero han surgido interrogantes de carácter ético, especialmente en algunas instituciones religiosas como en una renombrada universidad católica en la que están buscando formas alternativas para poder utilizar el poder curativo de estas extraordinarias células.
En la década de 1960, dos científicos canadienses descubrieron que las células madres de embriones humanos pueden regenerar los tejidos, y a la luz de algunos experimentos hechos hoy día en diminutos peces cebra para restaurarles la visión, algunos se plantean la posibilidad de utilizar tales células en diferentes tratamientos médicos.
Entre esas posibilidades se señalan las de combatir padecimientos como la degeneración macular y el Alzheimer, que provocan la destrucción de tejidos y cuya única cura sería reemplazarlos.
Sin embargo, esas células madres sólo pueden conseguirse de embriones vivos de seres humanos, bien abortados de forma natural o intencional, lo que plantea un conflicto ético para muchas personas con creencias religiosas
De modo que para solucionar el dilema, los investigadores buscaron otros medios de obtener tales células sin que mediara un obstáculo moral, y la solución que hallaron es la de utilizar células madres ya adultas.
Muchos investigadores han dicho que estas células no son tan adaptables como las obtenidas de embriones, pero el científico David Hyde, de la Universidad de Notre Dame, en Indiana, dice que sí lo son.
Hyde ha basado su teoría en los pequeños peces cebra, ciegos y de sólo dos y medio centímetros de largo, a los que se les ha podido restaurar la visión por medio de células madre adultas. El científico dice que la estructura ocular de estos peces es similar a la de los humanos.
Aunque los mecanismos que han hecho posible lograrlo en los peces aún se investigan, Hyde asegura que de muchas maneras las células madres adultas han demostrado ser mucho más útiles que sus contrapartes las embrionarias.
Otros investigadores de Notre Dame trabajan en experimentos con moscas de las frutas para entender mejor los procesos bioquímicos de la producción de sangre, algo vital para lograr la cura de enfermedades como la leucemia y la hemofilia. También investigan con roedores las células madre adultas en huesos, cartílagos y tejidos grasos a fin de hallar respuestas para la artritis y otros males óseos.
"Lo que no hemos podido hacer –dice Hyde-- es tomar una célula embrionaria, colocarla en un tejido neural como el de la retina y conseguir que se transforme en tipos específicos de células que sólo regeneren las dañadas o perdidas”.
Aunque las autoridades de Notre Dame reconocen que su universidad no puede competir con instituciones como Harvard y Standford en el campo de las investigaciones con células madre embrionarias, sí lo está haciendo en el terreno de las células madre ya adultas.
Y no son los únicos que experimentan un camino que da solución al dilema ético creado por las células embrionarias. También lo están haciendo otras instituciones como Wake-Forest, en Carolina del Norte, la Universidad de Maryland, y la Clínica Mayo, en Minnesota, y en el extranjero investigadores en Gran Bretaña, México, Singapur, Suecia y Corea del Sur.