Dilma Rousseff, una ex guerrillera que hace dos meses ganó las elecciones con el 56 por ciento de los votos, fue investida como nueva presidenta de Brasil, la primera mujer que lo logra en la historia del país.
La heredera del mandatario saliente Luiz Inácio Lula da Silva prestó juramento al cargo en el Congreso y ante la presencia de mandatarios y dignatarios de varios países.
Pese a la lluvia que caía en Brasilia, muchos brasileños salieron con paraguas a la calle para ver pasar el Rolls Royce en que Rousseff se trasladó a la ceremonia de posesión en el Parlamento.
En su discurso inaugural, la presidenta dijo que su compromiso "es honrar a las mujeres, proteger a los más desfavorecidos y gobernar para todos".
También aseguró que venía a “consolidar” la obra transformadora de su antecesor y mentor político, el ex mandatario Lula, quien abandona el palacio presidencial de Planalto con una popularidad del 87 por ciento.
"Preservaremos y profundizaremos la relación con Estados Unidos y la Unión Europea", manifestó Rousseff en el discurso.
Ratificó además su compromiso de respetar las libertades políticas y religiosas y la libertad de expresión, y reiteró que prefería “el ruido de la prensa libre que el silencio de las dictaduras".
Rousseff, una economista de 63 años, tiene como meta mantener los éxitos económicos del país más populoso y pujante de América Latina, que dieron una enorme aureola de respaldo popular a Lula.
Además se ha propuesto llevar a buen término la agenda del Partido de los Trabajadores reduciendo todavía más la pobreza, atrayendo la inversión extranjera, y creando más empleos.
Según cifras oficiales, durante el mandato de Lula, 29 millones de brasileños salieron de la pobreza.
De los 25 ministros en funciones en su equipo de gobierno, hay 11 que fueron designados por Lula y que permanecerán en el gabinete.