Recolectar la cosecha de granadas en el kibutz de Tzora era hasta hace poco trabajo de palestinos. Venían desde la cercana Gaza, cruzaban a diario la frontera para internarse en los campos israelíes y hacer una labor que, tras 39 días de guerra, ahora no hay quien lo haga de manera eficiente y estable.
A más de un mes de comenzada la guerra entre Israel y Hamás, Assaf Tzur, encargado de los cultivos del kibutz de Tzora, se lamenta de no tener en sus campos a “los palestinos, que son los verdaderos profesionales”.
“Hemos trabajado con ellos durante muchos años”, dijo Tzur, “desafortunadamente ahora no pueden cruzar la frontera. No tenemos ninguna otra ayuda”.
Desde los ataques de Hamás el pasado 7 de octubre, Israel cerró a cal y canto sus fronteras, impidiendo el paso a los trabajadores palestinos.
La Oficina del Primer Ministro informó el pasado 3 de noviembre en su cuenta de X, antes Twitter, que “no habrá más trabajadores palestinos de Gaza”. Los más de 3.000 palestinos que se encontraban en territorio israelí al iniciarse el conflicto, fueron ya devueltos a la Franja.
Unos 18.000 gazatíes tenían permiso de trabajo en Israel antes de la guerra y se desempeñaban en sectores muy diversos, no solo en la agricultura.
Esta situación afecta a los trabajadores palestinos, que cruzaban cada día la valla de seguridad en busca de un trabajo y unos salarios que no encontraban en Gaza, donde la tasa de desempleo supera el 50 %. Pero también impacta a los agricultores israelíes, que se ven de repente sin mano de obra barata para recolectar sus frutos.
En el kibutz de Tzora la cosecha de granadas, destinada al mercado europeo, estaba por perderse. Sin palestinos, no había cosecha. Hasta que decidieron pedir ayuda en las redes sociales y una multitud de voluntarios israelíes se presentó en el campo a recoger los frutos.
“Las granadas hay que recogerlas con mucho cuidado y los voluntarios no tienen el conocimiento sobre cómo hacerlo”, explicó Assaf, pero reconoce estar “muy sorprendido y emocionado de toda la gente de todas partes de Israel” que vino a ayudarlos. Gente que viene, trabaja gratis y además agradece el haber tenido la oportunidad de ayudar en algo en estos tiempos difíciles.
Entre los surcos de granados se mueven jóvenes universitarios, ancianos, gentes procedentes de comunidades religiosas que llegan incluso con sus bebés a cuestas y alguna pareja en la que el hombre va armado con un fusil automático y una pistola. Vienen con ganas de ayudar, traen más solidaridad que experiencia, lo que importa es salvar la cosecha.
Hasta estos campos vino Inbal Elraz, que supo de la convocatoria por una amiga residente en el kibutz de Tzora y decidió sumarse a las labores.
“Ando buscando en mis días libres un lugar donde puedo contribuir. La situación ahora es muy difícil”, prosigue esta traductora de español. “Yo necesito hacer algo para no pensar, para no ver todo el día las noticias.”
De momento, Azzaf Tzur, está contento de no perder la cosecha de granadas, que ha sido salvada por la llegada cada día de cientos de voluntarios israelíes, pero confiesa echar de menos a los trabajadores palestinos, porque “ellos sabían hacerlo bien y eran muy trabajadores”.
“Estoy en contacto con ellos todos los días, conocemos a nuestras familias, somos amigos”, agregó.
¡Conéctate con la Voz de América! Suscríbete a nuestros canales de YouTube, WhatsApp y al newsletter. Activa las notificaciones y síguenos en Facebook, X e Instagram.