La democracia venezolana atraviesa su peor momento en décadas, mientras su reinstitucionalización dependerá del concurso de múltiples sectores del país, incluida la Iglesia, según expertos consultados por la Voz de América a raíz de una nueva conmemoración de su fecha política más importante este lunes.
Hace 65 años, el 23 de enero de 1958, un movimiento cívico militar concretó un golpe de Estado contra el entonces dictador venezolano general Marcos Pérez Jiménez. Su derrocamiento ocurrió tras al menos 10 meses de protestas y expresiones antigubernamentales de estudiantes, intelectuales, médicos, abogados y profesores.
En Venezuela, esa fecha es recordada por los partidos políticos, gremios profesionales, empresarios y la sociedad civil como una que marcó el inicio de una era democrática, que abrió paso a una nueva Constitución, elecciones libres y una moderada bonanza económica.
Tanto Chávez como Maduro se apropiaron de la institucionalidad democrática para utilizarla en su proceso de autocratización”María Puerta Riera, politóloga
El chavismo, que llegó al poder en 1999 con la victoria del teniente coronel Hugo Chávez, tiene una interpretación distinta de aquella lucha contra el general Pérez Jiménez. Según Chávez y sus aliados, el 23 de enero de 1958 marcó un pacto entre los partidos tradicionales para alternarse el poder y presuntamente sucumbir a la corrupción.
Múltiples analistas de las ciencias políticas en Venezuela tienen otra interpretación. María Puerta Riera, politóloga y docente universitaria residenciada en Estados Unidos, opina que la democracia venezolana “fue desplazada” en las últimas dos décadas por un régimen-personalidad de naturaleza autoritaria durante la etapa final del mandato de Chávez.
Su reelección de 2012 se materializó por “un ejercicio de abuso y atropello institucional que luego (Nicolás) Maduro profundizó con sus muy dudosos 'triunfos' electorales”, dijo. “Pero, no se trata solamente de lo electoral, sino, fundamentalmente, de lo institucional”.
“Tanto Chávez como Maduro se apropiaron de la institucionalidad democrática para utilizarla en su proceso de autocratización, donde tanto el poder electoral, como el ciudadano y judicial son armas para la prolongación en el poder”, explicó la analista.
Desde 1999, la oposición venezolana ha denunciado el deterioro progresivo de los valores democráticos y la independencia de los poderes bajo el mandato del chavismo, pero no ha podido desalojarlo del poder por la vía electoral ni en hechos que el oficialismo ha calificado como “aventuras golpistas” tanto contra Chávez como contra Maduro.
“La democracia bajo el chavismo se ha deteriorado al extremo. Son pocos los espacios e instrumentos que permanecen, tanto de forma efectiva como en el imaginario social. Es parte de un proceso más amplio de erosión democrática que en Venezuela comenzó con Chávez, pero que en el post chavismo de Maduro se ha profundizado”, dice Puerta Riera.
La pugna real
Leandro Rodríguez Linárez, politólogo venezolano, también pone su lupa sobre la oposición reciente para explicar la erosión de la democracia en Venezuela.
“Pasó a ser la principal herramienta del régimen en cuanto, lejos de oponerse, esta apoya y secunda todos los escenarios que el régimen planifica. Son los venezolanos quienes deben encarar esta lucha esperando constituir un nuevo liderazgo”, comentó a la VOA.
Hace cuatro años, la oposición venezolana argumentó la “usurpación” de Maduro de la silla presidencial para demandar a la Fuerza Armada su desalojo del poder y juramentar como mandatario encargado al presidente del Parlamento de 2015, Juan Guaidó.
Son los venezolanos quienes deben encarar esta lucha esperando constituir un nuevo liderazgo”Leandro Rodríguez Linárez, politólogo
Los diputados opositores elegidos entonces acaban de votar mayoritariamente ahora a favor de la desaparición del llamado gobierno interino que encabezó Guaidó desde entonces, aún con Maduro en el poder y con unas negociaciones en marcha para tratar de alcanzar mejores condiciones electorales para las presidenciales de 2024, entre otros asuntos políticos.
Pero, para lograrlo, opina Rodríguez Linárez, la lucha partidista debe trascender a una pugna “real” que incluya a todos los sectores sociales, económicos y políticos de Venezuela.
“Uno de los principales errores ha sido delegar en los partidos esa responsabilidad cuando no hay democracia y estas organizaciones son proclives a corromperse. Ha sido la presión social la única herramienta que ha acorralado al régimen”, dice, mencionando las protestas masivas de calle de 2014 y 2017, que, a su juicio, hicieron “trastabillar” al chavismo.
Las propuestas
Puerta Riera, por su parte, expresa preocupación porque las últimas generaciones en Venezuela “se están formando bajo una realidad de absoluto desprecio por las formas democráticas”, como lo concluye al examinar los gobiernos de Chávez y Maduro.
Dos informes de la Alta Comisionada para los Derechos Humanos de las Naciones Unidas y de una misión independiente de determinación de hechos de la ONU, así como la apertura de una investigación por presuntos crímenes de lesa humanidad en la Corte Penal Internacional, dan cuenta de la mengua de la democracia y la institucionalidad en el país.
Para dar un giro de 180 grados a esa perniciosa situación política, opina Puerta Riera, el primer paso debe ser “construir una mayoría política” que se comprometa con el rescate de los valores democráticos y un mejor desempeño de los líderes del antichavismo.
“Este esfuerzo no recae solo en la dirigencia, sino sobre todos aquellos que hacen vida política, y retomar la idea de la democracia como forma de vida debería ser una prioridad”, puntualiza.
Rodríguez Linárez, por su parte, cree que la oposición debe alejarse de objetivos que tengan más que ver con la agenda de sus aliados internacionales que con la nación.
“La realidad venezolana exige comprender que en este país se ha impuesto un castrismo que simula herramientas democráticas para anclarse al poder”, denuncia, convencido de que actores como la Iglesia católica están llamados a cumplir un papel determinante.
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