“Hace un año no hacíamos fila para comprar. Hace un año podíamos comprar cuánto quisiéramos. Hace un año teníamos diferentes opciones para escoger qué comprar”.
La queja de Laura Altuve, en la hilera de personas parecía una letanía. Llevaba solo 10 minutos en la cola y una docena de personas por delante en la puerta de un supermercado de paso en el este de Caracas.
Ella ocupó su lugar resignada a hacer la fila para tener opción, si había suficiente para todos, de comprar jabón para lavar ropa.
La cotidianidad del venezolano se ha transformado. Antes cualquiera salía de su trabajo a su casa después de un día de jornada.
Ahora tiene que hacer parada obligada en la venta de alimentos o productos de primera necesidad donde encontará una fila.
Ésta es garantía de que en ese comercio hay, en ese momento, alguno de los productos más preciados hoy día: aceite, harina de maíz precocido o jabón para lavar ropa, por solo mencionar algunos.
La escasez de jabón se ubica en 90%, según cifras de analistas privados.
En el peor de los casos, se puede tener una agenda preestablecida, que de inmediato es amenazada cuando la aglomeración de gente en las puertas afuera del supermercado desvía de su destino, “porque puede haber jabón para lavar”.
Este fue el argumento de Laura.
"Me paré aquí porque vi la cola, y pregunté qué estaban vendiendo. Cuando me dijeron que era jabón para lavar, no me quedó más remedio que quedarme a esperar a que me llegue mi turno para entrar. Mi hijo va a tener que aguardar en el colegio hasta que pueda ir por él”, dijo.
La paciencia es, por obligación, la mejor aliada.
Además de hacer la cola, para mantener el orden y evitar que los clientes se peleen por los productos, los establecimientos se han visto en la obligación de permitir el ingreso de las personas por lotes al local, e imponer un autoracionamiento en la venta para que cada cliente lleve un solo paquete de detergente.
Un obrero de construcción, que también está esperando, aprovecha su hora de almuerzo para comprar jabón.
Se lamenta, en un tono de voz lo suficientemente alto, como para que lo oiga quien está delante de él. “El gobierno cree que engaña al pueblo, pero ellos no se dan cuenta de que no somos tontos. Amor con hambre no dura”.
El hombre que está adelante, vestido con traje de oficina, se voltea despacio y le responde: “no es posible que siendo un país rico en petróleo tengamos estas carencias”.
La necesidad hace que los que se encuentran haciendo la fila rompan el silencio y la situación económica del país se vuelva el tema de conversación.
Una estudiante, con actitud contestataria, alza la voz para recordarle a los presentes todos los regalos que dio el gobierno de Hugo Chávez y los que ha dado su sucesor, Nicolás Maduro.
“Regalan asfalto a Bolivia, plantas eléctricas a Nicaragua, venden el petróleo a precio de gallina flaca a los países del Caribe, y nosotros estamos pasando trabajo porque no conseguimos nada, y el gobierno le echa la culpa a los empresarios con la supuesta guerra económica”, alegó
Desde agosto de 2013 hasta agosto de este año la inflación oficial en el área metropolitana de Caracas se ubica en 63,42%, aunque la de alimentos ya supera el 90%.
El gobierno está en mora con los venezolanos hasta para publicar las cifras oficiales que debe hacer los primeros cinco días de cada mes, como establece la ley.
Quizás intenta ocultar lo que es palpable por todos los que van a hacer las compras y cada vez se dan cuenta que van comprando menos con el dinero que tienen.
Esa realidad no puede ocultarse. Es más grande que una catedral.
Cuando llega el tan ansiado momento, al entrar al local, la sensación de desespero se apodera de todos que tratan de llegar primero al pasillo donde está el jabón.
Aún falta superar otra alcabala, la del trabajador del supermercado que está detrás de una cinta roja que cierra la circulación por el pasillo.
Cree, de seguro, que es su escudo de defensa para evitar que todos se abalancen hacia donde está el jabón, y cada quien tome la cantidad que quiera.
Pero ya todos saben lo que significa. Hay que esperar también el turno para que él la entregue.
Este episodio se repite en todos los comercios que tienen la suerte de recibir el preciado tesoro, porque en eso se han convertido los productos que escasean.
No importa si eres hombre o mujer, rico o pobre o si vives en un barrio o en la mejor zona de Caracas, a todos les toca por igual vivir esta experiencia, hacer la fila, que el gobierno asegura es parte de una estrategia para desestabilizarlo.
No hay duda de que para algunos la escasez se vuelve una oportunidad lucrativa para beneficiarse. Hacen horas de cola, para eso alguien les paga, compran el jabón y luego lo revenden a un precio más alto en el comercio informal, que aquí llaman "buhonería".
Pero está claro que la razón de todo esto radica en las erradas políticas económicas que aplica este gobierno y que somete a todos al desabastecimiento, la escasez y a perder el tiempo de esta manera, aunque su oferta electoral fue “llevar a todos los venezolanos al mar de la felicidad”.
Y todo esto lo cuento, porque también tuve que hacer esa cola.