En las últimas semanas, los eventos en Venezuela se han desarrollado a una velocidad vertiginosa. Tras una elección presidencial ampliamente condenada en mayo del año pasado, Nicolás Maduro prestó juramento para un segundo mandato el 10 de enero. Apenas dos semanas después, el jefe de la Asamblea Nacional controlada por la oposición, Juan Guaidó, se declaró presidente encargado.
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Analistas del Centro Wilson, un centro de reflexión en Washington, coinciden en que hay varios elementos diferentes esta vez en Venezuela, en comparación con otras ocasiones.
“El movimiento democrático que vemos ahora en Venezuela con respecto a previos episodios es diferente”, dijo Michael Penfold profesor del Instituto de Estudios Superiores de Administración en Caracas.
“Este es un punto del que es mucho más difícil para Maduro regresar a lo que era previo al 10 de enero”, indicó. Agregó que Maduro completamente subestimó la situación en la que estaba ingresando cuando decidió juramentarse para un segundo período a pesar del hecho de que las elecciones fueron consideradas ilegitimas por la oposición y por la comunidad internacional.
Penfold indicó que Maduro sobreestimó su capacidad para lidiar con la actual situación. No anticipó las consecuencias domésticas y la capacidad de la oposición de seguir a un nuevo líder, señaló.
Penfold citó que Guaidó ha logrado un tremendo apoyo en Instagram, donde tenía 30.000 seguidores y ahora tiene casi dos millones de seguidores.
Recientes encuestas muestran que Guaidó tiene más del 80 por ciento de apoyo.
Estados Unidos reconoció a Juan Guaidó rápidamente, al igual que los principales países latinoamericanos, como Argentina, Brasil, Chile, Colombia y Perú.
Esta semana, el gobierno del presidente Donald Trump, que impuso sanciones financieras contra el gobierno de Maduro en 2017, anunció sanciones contra la empresa petrolera estatal de Venezuela, Petróleos de Venezuela (PDVSA), con el objetivo de paralizar la importante industria del país.
Al mismo tiempo, Rusia y China, poderosos aliados del gobierno de Maduro, se han opuesto a los esfuerzos liderados por Estados Unidos para asegurar una transición democrática. Durante años, Rusia, bajo Vladimir Putin, ha buscado estrechos vínculos con Venezuela, invirtiendo fuertemente en la industria petrolera del país, vendiendo miles de millones de dólares en armas y, más recientemente, colocando bombarderos estratégicos en suelo venezolano.
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China ha financiado el gobierno de Maduro otorgando más de 50.000 millones de dólares en préstamos y alrededor de 6.000 a 7.000 millones directamente a PDVSA. Sin embargo, la estrategia reciente de Beijing en el país ha sido más defensiva, dirigida a proteger sus enormes compromisos financieros.
Maxim Trudolyubov, editor adjunto del diario ruso Vedomosti dijo que lo que Moscú está diciendo es que lo que ocurre en Venzuela es un cambio de régimen iniciado por Estados Unidos.
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“Moscú ha tenido amistad con Venezuela desde los primeros días de Chávez”. Esos lazos comenzaron con los vínculos entre la petrolera oficial rusa y la petrolera estatal venezolana.
Stephen Kaplan, profesor asociado de ciencias políticas y asuntos internacionales en la Universidad George Washington señaló que China tiene una relación más comercial que ideológica con Venezuela.
Los lazos financieros son muy fuertes y se remontan a 2007 bajo el gobierno de Hugo Chávez.