Había una vez un príncipe.
Por su fotogénica juventud y sus simpatías por la modernidad occidental, algunos le consideraban el futuro reformador del rígido orden musulmán impuesto por sus antepasados y mantenido intacto por su vetusto padre, Salman bin Abdulaziz Al Saud, rey de Arabia Saudí.
En una tribuna muy alta, un periodista no le halagaba, lo criticaba duramente.
Un día 2 de octubre, hace un año exactamente, el periodista entró a un área controlada por el príncipe, para nunca más ser visto con vida. Los detalles de su asesinato y del descuartizamiento de su cadáver, han manchado la imagen del príncipe y puesto a prueba el criterio de los países desarrollados de Occidente sobre cómo relacionarse con Arabia Saudí, dueño de las mayores fuentes de petróleo del mundo.
La Voz de América les ofrece un recuento de lo que ha sucedido desde el año pasado con el asesinato en Estambul. Turquía, del columnista de The Washington Post, Jamal Khashoggi.
¿Quién era Jamal Khashoggi?
Nacido en Medina en octubre de 1958, Khashoggi estudió Administración de Negocios en la Universidad Estatal de Indiana, graduándose en 1983.
En los años 1980 e inicio de los 1990 se dio a conocer por sus entrevistas a Osama Bin Laden, también saudita. Khashoggi era primo de Dodi Al Fayed, el productor de cine egipcio y novio de la princesa Diana de Wales. Al Fayed y la Princesa Diana murieron en un accidente en París en 1997.
Su tío Adnan Khashoggi, era un multimillonario vendedor de armamento que se vio involucrado en el escándalo llamado Irán-Contras.
A partir de 1999, trabajó como periodista en varias publicaciones, creando siempre tensiones con la jerarquía religiosa sunita y con la familia real por sus críticas. En el 2017 salió de Arabia Saudí y se estableció en McLean, Virginia, donde empezó a colaborar como columnista para The Washington Post. En su primera columna explicó que salió de Arabia Saudí por temor a ser arrestado.
¿Cómo fue asesinado?
Khashoggi ingresó al Consulado de Arabia Saudí el 2 de octubre del 2018 para retirar la documentacion oficial de su divorcio de su primera esposa. La necesitaba para contraer legalmente nupcias con su prometida de nacionalidad turca, Hatice Cengiz.
Nunca salió vivo. Inicialmente se le declaró desaparecido luego que Cengiz alertó a las autoridades turcas. Estas afirmaron poco después que Khashoggi seguía dentro del Consulado, mientras Arabia Saudí afirmaba que se fue del lugar en un taxi y el príncipe Salman decía que permitirían a las autoridades turcas registrar el Consulado “pues no tenemos nada que temer”.
Una semana más tarde, el gobierno turco afirmaba que las más altas autoridades de Arabia Saudí ordenaron el asesinato de Kashoggi dentro de su consulado en Estambul. Los sauditas lo negaron rotundamente. Pero luego The Washington Post reportaba que el gobierno turco notificó a Estados Unidos tener en su poder grabaciones de vídeo y audio que demostraban que Khashoggi fue asesinado dentro del consulado.
Tres semanas después del crimen, el fiscal general de Arabia Saudí da un giro radical y dice que el crimen “fue premeditado”. Días después, el procurador saudí afirmaba que tras una violenta pelea, a Kashoggi se le inyectó una dosis letal de calmantes. Su cadáver fue luego descuartizado y nunca fue recuperado.
En una grabación de audio que se obtuvo del interior del consulado, se escucha a Kashoggi pronunciar sus últimas palabras “No puedo respirar”.
¿Qué ha pasado con el caso en Arabia Saudí?
Los saudíes dicen haber acusado a 11 personas, varios de ellos funcionarios de gobierno y otros miembros del equipo de seguridad del príncipe Salmán. Cinco de ellos afrontan la pena de muerte por haber “ordenado y ejecutado” el asesinato.
Pero el juicio ha sido a puertas cerradas y los nombres de los acusados no han sido revelados, por lo que algunos temen de que todo sea una farsa y que el crimen esté siendo dejado en la impunidad.
El príncipe Salman ha reiterado su inocencia diciendo que se trata de subordinados suyos y funcionarios de gobierno que actuaron por cuenta propia y cometieron “un crimen abominable”.
En una reciente entrevista con la revista televisiva estadounidense 60 Minutes, Salman dijo que él acepta la “responsabilidad plena”, como “jefe de estado de Arabia Saudí, pero no la autoría del crimen”.
¿Cómo ha reaccionado la comunidad internacional ante este caso?
El presidente estadounidense Donald Trump dijo inicialmente que si en realidad los líderes saudíes estaban involucrados en el caso, se merecerían un “castigo severo”. Pero luego Trump echó pie atrás haciendo referencia a una venta multimillonaria de armamento estadounidense a Arabia Saudí.
“Se trata de América Primero, todo es América Primero”, dijo Trump. "No voy a destruir la economía para nuestro país por ser un tonto con Arabia Saudí".
La Administración Trump impuso sanciones a 17 altos funcionarios gubernamentales saudíes, pero no al príncipe Salman. Poco después, Canadá, Francia e Inglaterra adoptaron sanciones similares.
¿Un reformista o un sanguinario?
Es cierto que el príncipe Mohammed Bin Salman dio señales de apertura en la sociedad saudí, dominada por la jerarquía religiosa musulmana que creò el marco religioso y cultural de la que surgieron Osama Bin Laden y varios otros terroristas.
Aprobó la apertura de salas de cines y la realización de conciertos musicales, ambos rechazados durante décadas por la jerarquía sunita. Eliminó la rígida separación sexual en ámbitos públicos y permitió, por ejemplo, que por primera vez las mujeres pudieran asistir a eventos deportivos. Les reconoció además el derecho a conducir automóviles y a poder ocupar cargos de dirección en los centros de trabajo.
Tenía un plan para modernizar y diversificar la economía, totalmente dependiente del petróleo, conocido como Visión 2030. Dicho plan sería financiado en parte con los recursos provenientes de la venta de la firma petrolera Aramco.
En marzo del 2018 visitó Hollywood y Silicon Valley, donde se reunió con artistas y con pesos pesados de la cibernética y las redes sociales. Para la ocasión dejó atrás sus túnicas árabes y las remplazó con elegantes sacos y corbatas.
Pero al mismo tiempo no se pueden ocultar los arrestos de disidentes y algunos líderes religiosos, ni la ocasión en la que básicamente mantuvo rehenes en el Hotel Ritz a varias decenas de multimillonarios saudíes y los “liberó” de varios miles de millones de dólares supuestamente provenientes de actos de corrupción.
El caso Khashoggi fue ya un escándalo de Ligas Mayores. Y aunque él sigue negando la autoría, la Agencia Central de Inteligencia (CIA por sus siglas en inglés), afirma que “con un buen nivel de confianza, podemos decir que la orden de asesinar a Kashoggi vino directamente del príncipe Salman”.