Casi trece mil miembros del sindicato “United Auto Workers” comenzaron una histórica huelga este viernes en tres plantas del centro de Estados Unidos, por una disputa contractual sobre salarios, pensiones y horarios con los tres fabricantes de automóviles de Detroit: Ford, General Motors y Stellantis, propietaria de Chrysler y Jeep.
Justin Warwick, trabajador en huelga:
“Se siente bien que estemos aquí defendiendo lo que merecemos. Es difícil. Esto no es algo que todo el mundo quiere hacer. No creo que nadie quiera hacer esto, pero esto es lo que tenemos que hacer”.
La huelga pone a prueba la agenda económica del presidente Joe Biden, quien ha hecho llamados a salarios más altos para la clase media. El viernes, el mandatario se puso del lado del sindicato, el United Auto Workers, al afirmar que los fabricantes de autos obtuvieron ganancias récord en los últimos años.
Joe Biden dijo:
“Repito esto: las ganancias corporativas récord, que tienen, deberían compartirse mediante contratos récord para el sindicato. Y así como estamos construyendo una economía del futuro, necesitamos acuerdos laborales para el futuro."
A pesar de que la huelga no involucra a todos los 150.000 miembros de ese sindicato, el conflicto podría ampliarse si las negociaciones siguen estancadas sobre, por ejemplo, un aumento del 40% de los salarios. Los fabricantes solamente quieren aumentar la mitad de eso, y argumentan que están enfrentando grandes inversiones en autos eléctricos.
Mary Barra, Presidenta de General Motors, dijo:
"Todo el mundo tiene que entender que las ganancias que obtiene General Motors las reinvertimos en el negocio, reinvertimos en nuestra gente para crear nuevos productos, porque tener productos que la gente quiera comprar es la forma en que mantenemos todas nuestras plantas de ensamblaje en funcionamiento".
El presidente Biden fue el primero en impulsar un futuro de vehículos eléctricos para las empresas automotrices con sede en Michigan, un estado que debe ganar en 2024 para permanecer en la Oficina Oval.
La Casa Blanca ya envió a dos asistentes presidenciales para facilitar la negociación, con la esperanza que un acuerdo se logre y la huelga termine pronto.
Una huelga prolongada podría complicar los esfuerzos de la Reserva Federal para combatir la inflación al limitar la disponibilidad de automóviles nuevos y provocar que suban los precios. Además, tendría repercusiones en la cadena de suministro de los fabricantes de automóviles y perjudicaría a otras empresas.