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Los ‘refuseniks’, víctimas de hostilidades fuera de Rusia pese a su rechazo a Putin


Un agente de Aduanas y Protección Fronteriza de los Estados Unidos escucha a los rusos que buscan una visa humanitaria en el Puerto de Entrada de San Ysidro de la frontera entre Estados Unidos y México en Tijuana, México, el 15 de marzo de 2022.
Un agente de Aduanas y Protección Fronteriza de los Estados Unidos escucha a los rusos que buscan una visa humanitaria en el Puerto de Entrada de San Ysidro de la frontera entre Estados Unidos y México en Tijuana, México, el 15 de marzo de 2022.

Son disidentes del gobierno de Vladimir Putin, se opusieron a la invasión de Ucrania, pero ahora, por ser rusos, son rechazados en los probables países de acogida.

Usando el mismo tipo de lenguaje callejero rudo que usó hace 22 años cuando hablaba de eliminar a los rebeldes chechenos incluso cuando estaban en sus "retretes", el presidente ruso, Vladimir Putin, apuntó a mediados de semana a los rusos que se oponen a su invasión de Ucrania, los ‘refuseniks’.

Putin dijo que Rusia debería someterse a una "autolimpieza" y deshacerse de los "bastardos y traidores".

Pero fue más allá: “El pueblo ruso siempre podrá distinguir a los verdaderos patriotas de la escoria y los traidores, y simplemente los escupirá como un mosquito que accidentalmente voló a sus bocas, los escupirá en la acera”, expresó.

Se estima que 200.000 rusos no han esperado a ser expulsados y ya se han ido de Rusia. Miles más están planeando irse. La mayoría se ha ido a Armenia, Georgia y Turquía, los países más fáciles de alcanzar debido a que se impusieron prohibiciones a las aerolíneas. Los rusos tampoco necesitan visas para ingresar a ninguno de los tres.

No podía quedarme en Rusia. Sabía que no podía quedarme callada”
Katya, ciudadana huida de Rusia

Muchos de los nuevos exiliados rusos contactados por la Voz de América dicen que eligieron el exilio porque sintieron que tenían que demostrar su oposición a la invasión de Rusia a su vecino; otros temían permanecer en una Rusia aislada de la mayor parte del resto del mundo. Otros dijeron que huyeron porque temían que si se quedaban, se verían afectados por la creciente represión del Kremlin contra la disidencia y terminarían en la cárcel.

“Me di cuenta de que no podía quedarme en Rusia. Sabía que no podía quedarme callada”, explica a VOA Katya, una joven de 27 años que trabajaba en Rusia como gerente de relaciones públicas y bloguera de juegos. “Entonces, había dos formas: quedarme en Rusia y ser encarcelada, o expresarme en el extranjero. Creo que puedo hacer más en otros países que en prisión”, zanjó.

Nuevos ‘intocables’

Los nuevos exiliados se clasifican a sí mismos como refugiados políticos, pero aun así, a pesar de ser críticos de la invasión de Ucrania y profundamente opuestos a Putin, muchos dicen que están encontrando hostilidad en el exterior. Y dicen que no se está prestando suficiente atención de los medios a su difícil situación. Se quejan de que el estatus de paria de Rusia también los ha convertido en ‘intocables’, en referencia al sistema de castas que impera en la India..

“Ahora todo el mundo nos odia”, dice Alexandra, de 39 años, una rusa nacida en Tayikistán y cuya familia huyó a Moscú en la década de 1990 a causa de la guerra civil tayika. Tenía entonces 7 años y recuerda “cómo mis padres trataban de no entrar en pánico, pero mi madre no podía contener las lágrimas cuando teníamos que dejar sus libros. Mi biblioteca era mucho más modesta, pero era difícil dejar mis libros. Sollocé y recordé a mi madre”, dijo.

Ahora en Tbilisi, Alexandra comenta a VOA: “No elegí este gobierno [de Putin], fui a todos los mítines, hice donaciones a organizaciones de derechos humanos y asistí a juicios judiciales de presos políticos. Pero para todo el mundo, ahora soy un representante de los fascistas que, muy a mi pesar, terminaron en el poder en mi país”.

Algunos refugiados rusos dicen que se sienten culpables de quejarse de su difícil situación; después de todo, a pesar de lo que han perdido, desde la proximidad física de la familia, el hogar y el trabajo y una forma de vida estable, reconocen que son ciudadanos de un país que invadió a un vecino donde la gente está perdiendo la vida. Aun así, siguen conmocionados por la hostilidad expresada abiertamente hacia ellos.

Muchos georgianos tienen esta lógica: si estás en contra de Putin, deberías estar en Rusia ahora y luchar contra él allí"
Nadya, ciudadana huida de Rusia

Nadya, quien fue jefa del equipo de marketing en Kaluga, una ciudad en el oeste de Rusia, dice que le sorprendió la rusofobia que encontró en Georgia desde que llegó a Tbilisi. Dice que ella y su esposo conocen bien Georgia, habiendo ido de vacaciones en el país todos los años durante la última media década.

“Nunca antes nos habíamos encontrado con discriminación contra los rusos; al contrario, siempre hemos sido bienvenidos aquí. Pero nos ha impresionado profundamente lo rápido que surgió una ola de rusofobia entre los georgianos”, comenta a la Voz de América.

“Muchos georgianos tienen esta lógica: si estás en contra de Putin, deberías estar en Rusia ahora y luchar contra él allí; y también tienen miedo de que desde que llegamos, las tropas rusas vengan a 'salvarnos'. Nos culpan de la agresión de las autoridades rusas, pero también somos víctimas de esta guerra, justo al otro lado del frente”, agregó.

Ella señala que los ucranianos están “ahora viviendo eventos mil veces más monstruosos” que los que están sufriendo los rusos, y enfatizó que es correcto que todos intenten ayudar a los asediados ucranianos. “Pero no votamos por Putin; luchamos contra él de todas las formas posibles durante los últimos 10 años”, agrega.

Además de la hostilidad contra Rusia en Tbilisi, Estambul y Ereván, los refugiados rusos dicen que enfrentan desafíos prácticos. Sus tarjetas bancarias rusas no funcionan; es difícil encontrar alojamiento para alquilar; los trabajos son escasos; y sus ahorros se han reducido a la mitad gracias al colapso del rublo. Han surgido docenas de canales de intercambio en plataformas de redes sociales, como Telegram, para que los nuevos exiliados políticos intercambien consejos e información.

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