Pavlo Naida no dudó un segundo en integrarse al ejército ucraniano de manera voluntaria. Durante 12 años fue desarrollador de software, líder de equipo, ingeniero y gerente, pero cuando Rusia invadió su país, decidió servir a su patria como un defensor más.
En febrero de 2022, cuando inició la invasión rusa y se percató de que su madre y su joven hermano permanecían en un lugar seguro lejos de Kiev, el ucraniano se digirió, junto a sus amigos, a un centro de reclutamiento local.
“Mi padrastro también se unió al ejército... En realidad, hubo mucho caos en todas partes. Y la gente estaba en pánico”, recordó Pavlo, en entrevista con la Voz de América.
Comenzó como un soldado de infantería. Después, fue especialista en unidades antitanque, lanzagranadas y lanzacohetes, entre otros. “Sobre todo porque era uno de los pocos chicos de mi unidad que sabía inglés y podía leer manuales de lanzadores fabricados en el extranjero”, dijo el ucraniano de 33 años. Posteriormente, fue piloto de dron e incluso lideró un escuadrón de este tipo de vehículos aéreos no tripulados.
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Hasta que el 17 de agosto de 2023, cerca de la ciudad de Bajmut, mientras Pavlo se movía de una posición a otra e intentaba esconderse durante las operaciones de asalto en esa región y un bombardeo, pisó una mina terrestre que explotó en su pierna izquierda.
“Para mí, fue bastante claro porque ni siquiera recuerdo la sensación de perder algo… Solo que mi hermano de armas me dijo, como ‘Hombre, no te asustes, ya no tienes una pierna’ (risas)… Y comencé a comprobar de inmediato cómo podía ayudarme, cómo comunicarme con mi oficial al mando... Para mí, fue una gran descarga de adrenalina que me ayudó a permanecer consciente y, por lo tanto, a seguir con vida”, confesó Pavlo a la VOA.
El Servicio Estatal de Emergencias de Ucrania (SEE) indicó en febrero de este año que, debido a la guerra, el 25 % de la superficie del país está potencialmente contaminado con objetos explosivos.
La ONG Hope Foundation, con sede en la capital ucraniana, informó que de 200.000 ucranianos heridos, el 10 % sufre amputaciones, aunque la cifra podría aumentar.
En abril de este año, autoridades alemanas indicaron que el número de lesiones por amputación en Ucrania se encuentra entre 30.000 y 50.000, y obtener prótesis y el tratamiento que esto conlleva no es tan fácil debido a sus costos y a las circunstancias de guerra.
Una nueva oportunidad
Cinco meses después, Pavlo se enteró de que a miles de kilómetros de su casa existía un programa para rehabilitarse y adquirir una prótesis: “Cuando mis amigos me contactaron porque conocían a algunas personas en México que estaban haciendo un programa de este tipo, me llevé una sorpresa”.
Fue entonces cuando, en enero de 2024, el ucraniano llegó a Ciudad de México para hacer parte del proyecto Axolotl (Ajolote -un anfibio mexicano que tienen la capacidad de regenerar su piel), una iniciativa conjunta entre la embajada de Ucrania en México y la Asociación Diáspora Ucraniana en México A.C. que busca rehabilitar física y emocionalmente a defensores ucranianos que han perdido alguno de sus miembros durante la guerra con Rusia.
Ilona Dluzhynska, fundadora de la Asociación, contó a la VOA que la idea nació de “una necesidad de que había demasiadas personas que estaban perdiendo miembros, en el frente de batalla”.
La ucraniana, quien lleva 18 años viviendo en México, estuvo muy atenta a lo que sucedía con su familia y sus compatriotas, así que conociendo el trabajo médico realizado en el país donde reside, pensó en el apoyo que podrían brindar “desde una perspectiva humanitaria”.
Tras tocar varias puertas, recibió el espaldarazo de diferentes instituciones mexicanas. Actualmente, los defensores ucranianos reciben atención médica, una prótesis y rehabilitación física y emocional, por parte de instituciones y especialistas mexicanos. Esta última “basada en el descanso".
"Independientemente de que ellos ya no estaban en el frente de batalla, al estar en hospitales ucranianos… seguían en medio de la guerra. Por eso, se nos hizo tan interesante la idea de traerlos a México, alejarlos un poquitito del ambiente de guerra, mostrarles este país”, dijo Dluzhynska en entrevista con la VOA.
Sasha, voluntaria del proyecto Ajolote, explicó que, para la selección de los defensores, en principio, se pide la información y documentos médicos para luego estudiar cada caso.
“Tratamos de no aceptar enfermedades crónicas como diabetes porque pueden complicar mucho el proceso. Por lo general, yo creo que casi todos los casos los podemos checar con algunos protesistas y, si está todo normal, no creo que haya unas condiciones de edad o de personalidad que importen mucho”, añadió a la VOA.
Proceso “gratificante”
Cuando los defensores llegan a México, en principio, reciben atención médica integral. “Son valorados por el médico general de primera instancia; odontología, nutrición y psicología, y de ahí tenemos todas las demás especialidades”, según la necesidad de cada paciente, explicó el doctor José Antonio Jácome, gerente de las Clínicas de Salud Incluyente del Centro Médico ABC.
Jácome contó a la VOA que la mayoría de los defensores llegan con amputaciones secundarias o esquirlas, por lo que requieren atención con ortopedia y cirugía plástica, además de medicina interna, cardiología y anestesia. Un equipo médico de 60 especialistas están disponibles para brindar una atención que va desde la consulta externa hasta urgencias, hospitalización o cirugía.
Tanto las especialidades que necesita cada paciente y el tiempo de atención y recuperación varían. Por ejemplo, el experto recordó algunos casos que lo han impactado, entre ellos el de un defensor que llegó con esquirlas en la cara a causa de una granada, que tuvo que entrar a cirugía plástica.
Otro llegó con una amputación que no permitía acomodar una prótesis, pues “el hueso quedó en un ángulo cortante… que lastimaba y cortaba piel y músculo”; por lo que debió reformarse. O una mujer que recibió atención psiquiátrica, tras su experiencia en un centro de concentración.
Este equipo médico trabaja en conjunto con la institución encargada de diseñar y entregar las prótesis.
Xicotencatl Rojas Vargas, licenciado en Órtesis y Prótesis y director de Ortopedia Técnica Rojas explicó a la VOA que según el nivel de amputación, la adaptación de la prótesis puede llevar de 4 a 6 meses como mínimo, y el paciente debe pasar por varias etapas. La primera, denominada pre-protésica, integra la valoración física por parte un equipo multidisciplinario y una medición de los miembros sanos y el miembro amputado.
“No es solamente ver al individuo, ver la amputación o ver lo que vas a adaptar en una prótesis, sino entender el contexto de esta persona que viene del otro lado del mundo, que tiene costumbres diferentes, idiomas diferentes, alimentación diferente y hay que hacer un programa en el cual entiendan cómo vivimos en Latinoamérica”.Xicotencatl Rojas, licenciado en Órtesis y Prótesis.
“Ver biomecánicamente cómo vas a suplir esta parte que ya fue afectada o que perdió y, posteriormente, cómo vas a preparar a este paciente para que él pueda adaptarse a una prótesis, y empezar a hacer diseños y empezar a hacer prototipos en los cuales se adapten correctamente al muñón que tiene este paciente”, explicó Rojas, quien cuenta con una larga experiencia trabajando con pacientes amputados durante conflictos armados en Suramérica.
Posteriormente, se debe entrenar al cuerpo y la mente para que la persona se adapte a esa prótesis, pues deben “entender todo un concepto de descenso, percepción de espacio para poder controlar el mecanismo que él va a utilizar y poder sacar la mejor utilidad, ya sea en terrenos planos, en rampas, en escalones, en terrenos irregulares”, agregó el experto.
Actualmente, las prótesis son elaboradas en una gran variedad de materiales. En su laboratorio en Ciudad de México, contó Rojas, trabajan con componentes de alta tecnología de muy alto nivel, algunos de ellos importados que se pueden adaptar en cualquier parte del mundo. Su labor es ensamblarlos, alinearlos y personalizarlos para que se adapten al paciente.
Una vez cuentan con las prótesis, los defensores también acuden a sesiones de rehabilitación y activación física. Samuel Arce, coordinador general de las Clínicas Reset Smart Recovery, dijo a la VOA que la idea es que estos pacientes mejoren sus funciones motoras, mejoren el dolor y se adapten cada vez más a su vida cotidiana.
Por eso, asisten a sesiones de casi una hora para trabajar habilidades como “resistencia, fuerza, explosividad y ejercicios kilométricos excéntricos”, explicó Arce. Al final los pacientes reciben masajes terapéuticos.
Pero en México, los defensores no solo cuentan con atención física. Algunos voluntarios de la Asociación apoyan la labor turística y recreativa para que se integren a la cultura mexicana y aprendan otras disciplinas, como box, danza, idiomas, entre otros. Como Pavlo, quien contó a la VOA que se ha vuelto un buen bailarín de salsa.
Incluso confesó que disfrutó mucho del clima y, sobre todo, la gastronomía mexicana, pues se declara amante del picante. Pero lo que más le impactó es la amabilidad del latino: “Siempre puedes ver sonrisas en sus caras. La gente es muy relajada”.
A pesar de que le costó regresar al entrenamiento después de estar ”tumbado en un sofá”, Pablo enfatizó que estar en México le cambió la vida: “Puedo bailar, puedo caminar... Cuando recibí mi primer entrenamiento fue como un comienzo de entrenamiento con prótesis y me sentí la persona más feliz porque al fin pude prepararme una taza de té”.
Como Pavlo, otros siete defensores han participado en este proceso de rehabilitación en la capital mexicana. Él, por ahora está de regreso en su país, donde espera descansar, pasar por una comisión médica en Ucrania y, finalmente, decidir si continúa o no en el ejército.
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