Docenas de cuerpos fueron lentamente removidos del popular club gay de Orlando donde el domingo en la madrugada tuvo lugar la peor matanza en la historia de Estados Unidos.
Treinta y nueve de los muertos fallecieron dentro del club Pulse y 11 más murieron en hospitales, de acuerdo al alcalde la ciudad, Buddy Dyer.
Los cadáveres fueron removidos de cuatro en cuatro durante la noche del domingo y llevados a la morgue.
Las autoridades dicen haber identificado a 48 de las 49 víctimas —las autoridades aclararon que la 50 es el atacante— pero sus nombres no serán divulgados hasta que sus familiares cercanos sean informados.
Del asesino, Omar Mateen, se sabe que fue entrevistado por el FBI en 2013 y 2014, pero los investigadores no encontraron evidencia de actividad criminal.
A estas horas, las autoridades todavía revisan su casa en Fort Pierce, una ciudad a unos 175 kilómetros al sur de Orlando, tratando de establecer qué tipo de comunicaciones tuvo y si se radicalizó solo o con ayuda de alguien.
Lo que se sabe es que Mateen apareció a eso de las 2:00 de la madrugada llevando un fusil de asalto AR-15 y una pistola —comprados en la semana previa de manera legal— y entró al club pese a que el guardia de seguridad intentó detenerlo.
Una vez dentro disparó sin descanso —20, 40 y 50 veces más, y siendo el club un lugar tan estrecho no había muchas posibilidades de fallar.
Disparó a la policía y disparó a sus rehenes. Hizo una pausa de 20 minutos en los que llamó al 911 para jurar lealtad a ISIS y referirse al atentado al Maratón de Boston en 2013, y luego continuó la matanza hasta que un equipo de SWAT entró al establecimiento y lo abatió a tiros tres horas más tarde.
Todavía no se sabe cómo pudo el atacante quedar dentro por tan largo tiempo, si alguien intentó detenerlo o por qué la policía esperó tanto tiempo para entrar y matarlo.
Mientras tanto, 53 heridos, algunos de gravedad, luchan por su vida en hospitales de Orlando, lo que hace temer que las cifras de la matanza todavía continúen aumentando.