La familia binacional compuesta por el nicaragüense Francisco Morales y la costarricense Cinthya Vílchez celebró por primera vez en un barrio de San José la tradicional “Gritería” a la Virgen María.
Esta tradición religiosa originaria de Nicaragua y que data desde hace más de 100 años, se ha ido replicando en Costa Rica donde se encuentran refugiados al menos 200.000 personas, según cifras oficiales.
La familia de Francisco Morales es una de ellas. Aunque Morales tiene más de 40 años de vivir en Costa Rica junto a su esposa, en esta ocasión se sumó a la festividad religiosa luego de que su hermano llegó al país en 2018, según dijo, huyendo de la "represión del gobierno de Daniel Ortega".
“Vino mi hermano en 2018 y él siempre viene con la devoción. A todos mis hijos ya les enseñé todos los cantos de la Purísima; se los saben. Tengo ocho hijos, desde el más pequeño hasta el más grande nacidos aquí. Hasta la doña también. Este año es una de las primeras Purísimas y claro que sí pensamos continuar los próximos años”, cuenta Morales sobre la celebración.
La “gritería” surgida en la ciudad de León, al norte de Managua cerca de 1857, según los historiadores, consiste en que las personas erigen altares en honor a la Virgen María cada 7 de diciembre, un día antes del Día de la Inmaculada Concepción de María, que normalmente es feriado nacional en ese país centroamericano.
Este año el gobierno del presidente Daniel Ortega ratificó la fecha como feriado para todos los trabajadores públicos y privados como una forma de cumplir con las tradiciones nicaragüenses.
Pero los más de 200.000 exiliados que salieron de Nicaragua desde 2018—que surgieron protestas contra el presidente Daniel Ortega—buscan la forma de mantener vivas sus tradiciones religiosas de esta manera y encuentran una forma al tener familiares en Costa Rica, asegura Morales, quien lleva más de 40 años viviendo en Costa Rica.
Después de “gritar” y de realizar cánticos a la virgen María, las personas reciben golosinas, frutas, bebidas y comidas tradicionales.
Durante la pandemia no fue un obstáculo para que las personas salieran a las calles a “gritar”. Los nicaragüenses celebraron la tradición en pandemia, y se les vio protegidos con mascarillas, alcohol gel y esforzándose para mantener el distanciamiento social.
Roger Martínez, un expreso político exiliado en Costa Rica dice estar feliz de poder celebrar la “gritería” en conjunto con su familia.
Asegura a la VOA que invitaron a sus vecinos y llevaron música a la casa de su familia para poder “ambientar” el altar a la virgen María.
“En estas fechas nos sentimos orgullosos de ser nicaragüenses, mantener vivas nuestras tradiciones, la religiosidad que nos caracteriza”, agrega. “Invitamos a la gente de los países donde estamos exiliados a salir a las calles a gritar, ya hay parroquias que hacen lo mismo y celebran nuestras tradiciones”.
Jhoswel Martínez forma parte de una banda de músicos que toca para la purísima en esta fecha. También se encuentra exiliado en Costa Rica pero dice que cantar en estas fechas aporta “a la resiliencia” que tiene como exiliado, pero también fortalece su cultura.
“Acá en Costa Rica es difícil ver estas cosas, varias personas no tienen recursos para hacerlo, pero esto nos hace sentirnos en casa, sobre todo donde hay música, tus amigos, compañías. Es emotivo esto, nos llena de alegría, pero de nostalgia”, afirma Martínez.
“Es una mezcla de emociones positivas”, asevera.
Estas festividades también llenan de nostalgia a los periodistas como Héctor Rosales, quien cubre religiosamente los “rezos” de los nicaragüenses en la capital costarricenses para el medio digital Nicaragua Actual.
“Tengo sentimientos encontrados porque en Nicaragua era una de mis mejores coberturas y ahora acá, me llena de nostalgia sabiendo que no estoy en mi país”.
Se estima que los católicos nicaragüenses que están exiliados celebren la gritería en Estados Unidos, Costa Rica y España que son los principales destinos de los migrantes.
En tanto la iglesia Católica en Nicaragua prevé celebrar la gritería este 7 de diciembre en medio de los ataques que la administración del presidente Daniel Ortega que ha tildado a los sacerdotes y obispos de ser “golpistas” por exigirle el respeto a los derechos humanos.
De hecho siete sacerdotes se encuentran en prisión y un obispo tiene arresto domiciliar sin que haya una acusación formal en su contra, pero el gobierno nicaragüense mantiene su discurso de que en el país existe libertad religiosa.
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