Cuando centenares de indígenas ecuatorianos finalmente llegaron a Quito para protestar por las medidas económicas del presidente Lenín Moreno, se encontraron con la sorpresa de que el mandatario se les había escabullido.
Trasladó la sede de gobierno a Guayaquil, indignando a los indígenas, pero logrando, según los analistas, esquivar una ofensiva que busca que se retracte de sus medidas o que abandone el poder.
No me voy, ni me retracto, dijo Moreno. Desde Guayaquil.
“Fue muy inteligente”, dice Carlos de la Torre, un prominente académico ecuatoriano, especializado en el estudio de los fenómenos populistas en el continente americano. “En Guayaquil, los ánimos están mucho más calmados y los indígenas no se van a trasladar ahora a Guayaquil”.
A la medida evasiva de Moreno se suma a su favor la entrada en escena de la Organización de las Naciones Unidas, que se ha ofrecido para facilitar un diálogo nacional, y el respaldo de siete países latinoamericanos que firmaron un documento de apoyo a Moreno, y de condena a cualquier intento por derrocarle.
Los presidentes de Argentina, Brasil, Colombia, Paraguay, Perú, Guatemala y El Salvador “manifiestan su rotundo rechazo a todo intento desestabilizador de los regímenes democráticos legítimamente constituidos y expresan su firme respaldo a las acciones emprendidas por el presidente Lenin Moreno, para recuperar la paz, la institucionalidad y el orden”.
Los mandatarios se refirieron con nombre y apellido al gobernante venezolano Nicolás Maduro, a quien junto al ex presidente ecuatoriano Rafael Correa, el actual presidente Moreno ha acusado de intentar orquestar un golpe de Estado.
En su carta, los siete presientes enviaron un mensaje al presidente en disputa de Venezuela “rechazan toda acción encaminada a desestabilizar nuestras democracias por parte del régimen de Nicolás Maduro y de los que buscan extender los lineamientos de su nefasta obra de gobierno a los países democráticos de la región”.
De esta forma, la discusión de la reciente eliminación Ecuador de los subsidios estatales de los combustibles, podría pasar de las calles y las barricadas, a las mesas de negociaciones donde imperarán los argumentos sobre las pedradas y las airadas consignas.
Los temas, según el profesor De la Torre, quien funge como director del Centro de Estudios Latinoamericanos de la Universidad de la Florida, deberán analizarse dentro del contexto de la realidad del país.
“Lo que tenemos es un gobierno débil, por no tener apoyo de los partidos políticos, pero que está haciendo lo correcto en el contexto de una crisis económica después de 10 años de despilfarro del gobierno de Correa”, afirmó De la Torre.
Moreno tuvo que sentarse con el Fondo Monetario Internacional y acordar una serie de medidas que incluyen la eliminación de los subsidios al diesel y la gasolina, y la reducción del abultado aparato estatal, sobrepoblado de correístas premiados políticamente por la administración anterior, con empleos en el gobierno.
“Lo que pasa es que para los tecnócratas del FMI, sentados frente a sus computadores con sus modelos macroeconómicos, todo esto suena muy bien”, explicó De la Torre. “Pero para el pobre, para la gente de a pie, esto es durísimo”.
“La eliminación de los subsidios al diesel y la gasolina provocan un aumento en los costos de vida y pueden hacer la diferencia de si el pobre come o no come”, explicó. “Y la reducción del aparato estatal afecta la economía de una clase media, media baja, que podría pasar al desempleo”.
Este tipo de medidas, de por sí duras, se vuelven más difíciles de implementar en un país donde al igual que Venezuela o México, hay una expectativa creada de que las ganancias de la venta del petróleo deben usarse para velar por las necesidades de los más pobres y los indígenas.
“Cuando se rompe esa expectativa la indignación es muy profunda y eso es lo que estamos viendo”, según De la Torre.
Sumado a esto, está ahí la figura del expresidente Correa, quien no ha ocultado su interés de que la crisis se resuelva con la renuncia de Moreno, y la convocatoria a elecciones anticipadas en las que Correa ha dicho estaría dispuesto a participar.
Y es que a Correa le tocó gobernar en tiempos de bonanza debido a los altos precios internacionales de petróleo y a los acuerdos económicos de cooperación que su gobierno mantuvo con Venezuela, en los tiempos del gobernante Hugo Chávez.
“Por esa razón, hay quienes recuerdan a Correa como el que se ocupó de ayudar a los pobres”, explica el catedrático. “Aunque se conoce que mucho se fue en corrupción, aún así se acordó de los pobres”.
Moreno tiene ahora la tarea de poner orden en la casa. Y debe hacerlo en tiempos de vacas flacas y precios bajos del petróleo. Y para lograrlo, tiene que imponer medidas de austeridad que seguramente tocarán la parte más sensitiva de los ecuatorianos, el. bolsillo.
“Y es que con el FMI pareciera que a ese organismo le gusta que gobiernos caigan como resultados de sus medidas”, explicó De la Torre. “Son muy pero muy duras para personas para quienes una diferencia de 50 o 25 centavos de dólar diario tienen un enorme impacto”.
El gobierno ahora tendrá que negociar y seguramente hacer concesiones y autorizar algunas prevendas para los sectores en protesta. A los transportistas ya les cedió un incremento en las tarifas del transporte, con lo que el aumento en el combustible se le está trasladando directamente a los consumidores. Está aún pendiente un acuerdo con los indígenas y los trabajadores. Con éstos últimos deberá negociar la reducción del Estado y reformas al Código Laboral.
Pero al trasladar la discusión a las mesas de negociaciones, Moreno estaría suprimiendo, aunque sea temporalmente, el fortalecimiento del incendio que las protestas han significado para todo el país. Su reto será ofrecer lo suficiente para que los opositores se sientan satisfechos en sus necesidades y desistan de que la solución está en el derrocamiento del gobierno democráticamente electo.