Antes de la guerra, la soldado ucraniana Yana Zalevska tenía planes de someterse a cirugía plástica para mejorar su aspecto.
Pero cuando un dron ruso cayó sobre su refugio en el este de Ucrania en agosto, destrozándole la cara y las manos, necesitó operarse por razones muy distintas.
"No me asustan las cicatrices", dijo la piloto de 23 años. "Entiendo que esto tiene arreglo y que recibiré ayuda para superarlo".
Zalevska es una de las más de 200 soldados y civiles heridos que han sido tratados por una red de especialistas en medicina estética en toda Ucrania, curando gratuitamente a los que tienen cicatrices y quemaduras graves.
La invasión rusa de febrero de 2022 avanza sin fin a la vista, golpeando pueblo tras pueblo a lo largo de la extensa línea del frente y produciendo un flujo constante de bajas entre soldados y civiles.
Gran parte de los combates recuerdan a las guerras del siglo pasado, caracterizadas por combates en trincheras y duelos de artillería que a menudo acaban con miembros destrozados.
La guerra con drones, mientras tanto, acerca el peligro más que nunca.
Los médicos de la organización ucraniana de voluntarios Unburned ("Sin quemaduras", en inglés) pudieron extraer la metralla que salpicó la cara y las manos de Zalevska y actualmente están tratando sus cicatrices. Zalevska afirma que podrá volver a pilotar drones porque ha recuperado la sensibilidad en los dedos.
Maksym Turkevych, consejero ejecutivo de Unburned, afirmó que su programa, financiado con fondos privados, ofrece algo más que un tratamiento estético, ya que mejora la calidad de vida general de los pacientes con heridas más graves.
Alrededor de la mitad de los amputados tienen cicatrices en los muñones, por ejemplo, lo que hace incómodo y a veces insoportable el uso de prótesis de pierna.
"No hablamos solo del aspecto de la persona", afirma Turkevych. "Muy a menudo hablamos de cómo se mueve la persona", añadió.
Oleksandr Chaika, un instructor de acrobacia de Kiev que se presentó voluntario para luchar, recibe tratamiento en el lugar donde le amputaron la pierna cuando un proyectil de tanque impactó en su trinchera.
Dice que sufre un dolor "infernal" a diario.
Cree que una atención de alta calidad supondría un importante estímulo físico y psicológico para muchos de sus antiguos compañeros de armas, incluidos los que tienen heridas en la cara.
"Empiezan a desarrollar inseguridades, tienen miedo de mirar a la gente a los ojos debido a sus heridas", afirma Chaika, de 35 años. "No me gustaría que se cerraran en banda".
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