El expresidente brasileño Luiz Inácio Lula da Silva dijo el sábado que cumplirá con la orden de arresto en su contra tras una condena a 12 años de cárcel por corrupción, aunque reiteró que es inocente y que la historia va a demostrar que la justicia está equivocada.
En sus primeras declaraciones públicas luego de la orden de arresto en su contra, Lula afirmó que el juez mintió y por eso lo condenó, e instó al pueblo a seguir la lucha.
“Voy a cumplir con el mandato y cada uno de ustedes, todas las voces de aquí, se van a transformar en mí y van a hacer lo que tienen que hacer”, dijo Lula a una multitud tras una misa en honor a su esposa fallecida en la sede de un sindicato metalúrgico en Sao Bernardo Do Campo, donde pasó las últimas dos noches.
El encarcelamiento de Lula remueve a la figura más influyente de la política brasileña de la campaña para las elecciones presidenciales de este año en las que destacaba como favorito, dejando la contienda abierta y fortaleciendo las chances de otros aspirantes, de acuerdo a analistas y enemigos políticos.
El juez federal Sergio Moro había dado a Lula plazo hasta el viernes por la tarde para entregarse a cumplir la sentencia, que podría terminar con las esperanzas del primer presidente de la clase trabajadora de Brasil de regresar al poder este año.
Durante un discurso del sábado desde la sede del sindicato que lo vio nacer como líder antes de su consagración como una de las figuras políticas más populares de Brasil, Lula señaló: “Cuanto más me atacan, más cerca estoy del pueblo brasileño”.
“La historia va a probar que ellos estaban equivocados, ustedes van a ver que salgo fortalecido de esto y que soy inocente”, dijo Lula frente a sus fieles seguidores, algunos de los cuales acamparon la noche del viernes en las afueras del edificio sindical para apoyar a su líder.
Poco después de dar su discurso, Lula sintió un malestar y fue asistido por un médico, pero luego se recuperó, según informó la actual líder de su Partido de los Trabajadores (PT).
“Él ya está bien, fue el calor”, dijo la presidenta del PT, Gleisi Hoffmann.
Previamente en la mañana del sábado, el juez del Supremo Tribunal Federal de Brasil Edson Fachin rechazó el último intento del equipo legal de Lula para suspender la orden de arresto. La defensa ya había perdido el viernes un reclamo ante la principal corte de apelaciones del país sudamericano.
Lula permaneció rodeado de colaboradores y aliados en la sede del sindicato de trabajadores siderúrgicos en Sao Bernardo do Campo, en el área metropolitana de Sao Paulo donde comenzó su carrera política, lo que creó una pulseada que se alargaría hasta el fin de semana.
Las negociaciones entre los asesores de Lula y la Policía Federal para organizar su ingreso a prisión continuaban el viernes por la noche, según dos personas con conocimiento del tema. Una de las fuentes, que pidió el anonimato, afirmó que no sería detenido antes del sábado.
La líder del Partido de los Trabajadores, Gleisi Hoffmann, dijo que Lula asistiría a una misa el sábado por la mañana en la misma sede del sindicato para conmemorar el cumpleaños de su fallecida esposa Marisa. Hoffmann negó reportes de que estaba negociando su rendición.
El equipo legal de Lula envió una petición tarde el viernes a la corte suprema para anular la orden de prisión, luego de perder un pedido de último minuto en una corte de apelaciones. Los abogados argumentan que han agotado las apelaciones de procedimiento e insistieron en que el caso busca sacar al exmandatario de la carrera presidencial que encabeza.
Cientos de partidarios vestidos de rojo llenaron las adyacencias al edificio sindical. Gritaban y daban desafiantes discursos calificando al caso como una “caza de brujas”. Una pancarta mostraba la cara sonriente de Lula en una máquina de votación electrónica.
“Estamos aquí para demostrar que los trabajadores resistiremos este ataque contra la democracia”, dijo Jorge Nazareno, un líder sindical.
El expresidente no se había dirigido a la multitud casi 24 horas después de haber llegado al edificio, pero apareció brevemente a través de una ventana para saludar.
El mismo sindicato de trabajadores metalúrgicos en los suburbios industriales de Sao Paulo le sirvió de plataforma de lanzamiento de su carrera política hace casi cuatro décadas, cuando lideró huelgas en todo el país que ayudaron a terminar con el gobierno militar de 1964-1985.
La caída
El estilo de hombre común de Lula y discursos sin adornos electrificaron a las masas gobernadas por la élite y finalmente ganó dos mandatos como presidente, entre 2003 a 2011, desde donde manejó un robusto crecimiento económico y la caída de la desigualdad en medio del auge de las materias primas.
Dejó el poder con una aprobación del 83 por ciento y fue denominado como “el político más popular sobre la tierra” por el expresidente de Estados Unidos, Barack Obama.
La caída de Lula ha sido tan deslumbrante como las investigaciones por corrupción sin precedentes que han convulsionado Brasil en los últimos cuatro años, enviando a prisión a decenas de políticos y líderes empresariales que se consideró por mucho tiempo que estaban por sobre la ley.
El juez federal Sergio Moro, quien ha llevado adelante gran parte de los casos en la mayor pesquisa por corrupción en la historia de Brasil y que emitió la orden de prisión para Lula, escribió que el exmandatario no debería ser esposado y que tendría una celda especial en Curitiba, donde fue sometido a juicio.
Lula fue condenado el año pasado por corrupción pasiva y lavado de dinero en un caso que involucra la cesión de un apartamento en un balneario del estado de Sao Paulo a cambio de contratos para una constructora con la petrolera Petrobras, empresa que está controlada por el Estado.
El Supremo Tribunal Federal rechazó el jueves el pedido de Lula de mantener su libertad hasta que agotara todas las instancias de apelación, allanando el camino para su encarcelamiento.
El dictamen finalizaría con la carrera política de Lula abriendo las elecciones de octubre, dejando a la izquierda brasileña sin un candidato obvio para volver al poder tras el impopular actual presidente Michel Temer.
Reuters