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Ser expandillero en Los Ángeles


"Las pandillas viven porque hay muchos vacíos en la comunidad, en la casa, en la vida personal" - Luis J. Rodríguez.
"Las pandillas viven porque hay muchos vacíos en la comunidad, en la casa, en la vida personal" - Luis J. Rodríguez.

El escritor chicano Luis J. Rodríguez, autor de 'La vida loca', comparte con la Voz de América sus experiencias en las pandillas de Los Ángeles.

“Tengo más de cuarenta años de salir de eso, pero todavía llevo esa memoria de lo que viví. Fui drogadicto a la heroína durante siete años, estaba metido en lo más grueso de la pandilla. Homicidios, intentos de homicidio, cosas muy grandes, pero salí de todo a los 19 años, y cambié mi vida para hacer algo mejor por la gente”.

Luis j. Rodríguez ha hecho de la literatura su modo de vida. Cambio las armas por las palabras, los homicidios por las poesías y pasó de ser un pandillero a un mediador de pandilleros. En el East Side Los Ángeles aprendió que la vida tiene más valor que treinta gramos de plomo. Toda esa experiencia vital la ha canalizado a través del arte, teniendo muy presentes todos aquellos recuerdos que le acompañan y que al menos sirven para no olvidar.

“Sí, y para ayudar a otros, porque hay muchos jóvenes que se están metiendo a eso, y yo quiero ayudarles con mi guía, enseñanza, disciplina, ideas, con la literatura, con arte. Yo ya tengo más de cuarenta años trabajando con los pandilleros y otros grupos en riesgo”.

No es fácil...

No, es muy difícil. Hay muchos que mueren, muchos que no se salvan, muchos que están ya en las prisiones por muchos años, mi propio hijo se metió en eso, y acabó por estar casi quince años encarcelado. Salió el año pasado, y ha cambiado su vida, su mente, cómo es... ahora quiere ayudar a otros también.

¿La cárcel le sirvió para pensar así?

No, no hay rehabilitación, no hay tratamiento, no hay ayuda... Uno tiene que hacer el camino por uno mismo y yo como padre estaba con el todo el tiempo.

¿Cómo se dio cuenta de que no podía seguir con 'la vida loca'?

Uno tiene que decidir por dónde seguir, se mete en un lugar en el que hay un cruce de caminos. Aunque muchos no pueden imaginar una vida diferente. Por eso la imaginación es tan importante, porque sin eso te quedas en lo que eras, en lo más feo. Yo tenía ayuda de los activistas en el movimiento mexicoamericanos que estaban ayudando a personas como yo, ellos me dieron esperanzas, opciones, y eso me ayudó mucho, porque como muchos jóvenes, si yo podía ver otra vía mejor, yo la tomaba, pero muchos no lo pueden ver, no saben que hay otras opciones.

Elegió la vía del arte, del periodismo, de la poesía y la escritura

Yo creo que todos tienen algo dentro de ellos mismos. El truco es cómo lo pueden encontrar. Yo lo encontré al final con la escritura, me gustaba la poesía y las palabras. Y muchos se preguntan por qué, no había libros, no había nada, pero a mi me gustaba mucho leer, porque cuando estaba aprendiendo inglés, la única manera es leyendo libros.

Iba a las bibliotecas, Estados Unidos son famosos por las bibliotecas, en los lugares más pobres hay una biblioteca chiquita, y eso me ayudó mucho.

Canalizar la necesidad de expresar

Eso es, uno puede ver muchas vidas, cómo viven otras personas, es un proceso diferente al de uno mismo. En los libros hay mucha sabiduría, diferentes maneras de vivir y eso ayuda a la imaginación. Cuando uno es pobre, uno cree que no hay salida, y tiene que viajar con la imaginación y ver otras cosas.

¿Los pandilleros no ven esa salida?

La mayoría salen con la madurez, se crecen, tienen hijos, quieren trabajar. Se salen porque quieren vivir una vida sana. Los que no pueden salir, los que han caído en lo más duro, muchos no pueden salir, porque a muchos los matan. Cuando uno está en ese nivel es muy difícil salir porque lo van a matar. A mi me balacearon muchas veces, pero nunca me han pegado. Es difícil para ellos salir. Uno se tiene que salir sin ser traicionero con el resto pero al mismo tiempo no estar metido en los crímenes y todo eso. Es un peligro constante, es mucho más fácil matarlo que correr el riesgo de que vaya a pasar información a la policía.

Treguas imposibles

Yo hice ese trabajo de llevarles a una mesa para que puedan hablar y buscar la paz. Surge algo bueno de eso, pero siempre es difícil, porque puede más la pobreza, el crimen, la droga que guían sus vidas que lo que yo les pueda dar con otra opción. Pero si yo puedo ayudar a dos o tres, ese es mi trabajo, no voy a poder cambiar a todos, pero si cambio a unos pocos ya ha valido la pena.

¿Cómo empieza esa ayuda al cambio?

Yo tengo un centro cultural en un barrio de Los Ángeles. Es un barrio de mexicanos, latinos, centroamericanos, con medio millón de personas y no había bibliotecas, ni galerías de arte, ni centros culturales, hasta que nosotros abrimos nuestras puertas. En ese lugar enseñamos todas las artes, música, teatro, danza, escritura, pintura, graffiti, les ayudamos a los pandilleros por medio del arte, entonces no se sienten que somos anti-pandilla ni que estamos aquí para cambiarles.

¿Darles las herramientas?

Sí, sólo que sepan que tienen dones. Porque muchas veces piensan que no tienen nada positivo. Sí, hay que enseñarles a ser líderes en la comunidad, eres un pintor, y dibujas... muchos hacen poesía, pueden hacer muchas cosas, esa es la ayuda que les damos, que sepan que tienen talentos y capacidades que piensan que no tienen.

¿Qué evolución ha visto en estos 40 años?

Está empeorando el problema. Las drogas y las armas están totalmente metidas. Antes estaban dentro de las pandillas, pero no se extendía a todo el barrio. Todo es más difícil cuando no hay trabajo, muchas industrias se fueron de EE.UU. Y la única manera de conseguir dinero es vender droga.

Entonces, ¿cómo elegir otro camino?

Voy a escuelas, prisiones... intento hablar con los jóvenes uno a uno para ayudarles lo más que puedo y enseñarles que pueden vivir otra vida mejor. Porque muchas veces los jóvenes no se dejan ayudar por los servicios sociales porque eso les da mala fama, está mal visto. Con el arte se incorporan las habilidades de uno mismo.

Pandillas que se exportan

Las maras no son de El Salvador o Guatemala, son de Los Ángeles. Ellos se convirtieron como chicanos a las pandillas, y cuando les deportan y regresan a sus países, ya tienen ese modo de vestir, los tatuajes, el modo de hablar, y allí, los pobres, sin familia, sin casa, sin nada, los ven como héroes e ingresan en las pandillas.

Pero es un fenómeno de Estados Unidos que se está exportando a esos países de Centroamérica y México. Peor yo conozco Guatemala y El Salvador antes, en los ochenta, no había nada de esto. Había 'maritas', en las calles, en las esquinas, pero nada como esto.

¿Qué posibilidades tienen allí?

El problema es que no tienen recursos esos países, no tienen trabajo, no tienen nada, para ellos es mucho mayor el problema y son más violentos que en Los Ángeles, matan familias, hacen lo que quieren.

En Los Ángeles todo está controlado por una mafia mexicana, y cuando digo una mafia, quiero decir un control, no quieren que se maten niños, ni familias, porque son problemas con la policía que no quieren. Pero en esos países no hay control, se están volviendo locos, están matando cualquier cosa. Es mucho más feo lo que está pasando allí.

Hay algunos que en Los Ángeles no eran nadie y llegan a Honduras o esos países y se convierten en los más grandes, los más alocados de todos, el mero mero.

¿Y el control policial?

No, la policía no puede hacer nada, están más armados, tienen mucho más dinero, pero no ayudan. El problema es que las prisiones y la policía no son la solución. La solución es tener comunidades que puedan sobrevivir y superarse con trabajo, escuelas, cultura... sin eso van a tener muchas pandillas. Las pandillas viven porque hay muchos vacíos en la comunidad, en la casa, en la vida personal. Cuando esos vacíos no se pueden llenar con cosas buenas y sanas, ahí llegan las pandillas.

¿Su papel como mediador es llenar esos vacíos?

Cómo voy a llegar a un joven y decirle 'puedes cambiar tu vida, no tienes porqué vivir así', si no hay otra vida. Muchos no quieren llevar esa vida de vender drogas, pero si no hay otro remedio... ¿Dónde está la comunidad, dónde está el trabajo, los mentores, las enseñanzas, las escuelas? Si uno es pandillero le corren de las escuelas. Hay que hablar con la comunidad y tenemos que darles algo, porque sino no vamos a tener la paz.

¿Cual es el mayor problema entonces?

El problema es que está llegando a Estados Unidos mucha gente inmigrante de México y de Centroamérica, se sienten muy mal, hay mucho racismo, les tratan muy mal, en hay un gran movimiento antiinmigrante. La gente quiere ingresar en el país, quiere ser bueno al país, pero no les dejan. Pero tampoco pueden regresar a sus propios países porque no hay trabajo, no hay nada que hacer.

¿Qué sería de EE.UU. sin los hispanos?

Todo el país es de inmigrantes. Nosotros nos criamos indígenas y nativos. El problema es que la gente que ingresa al país ahorita, son gente con piel café, son indígenas, pero los tratan como si fuéramos de otro planeta. Tenemos raíces en esta tierra desde hace miles de años, pero nos tratan como extranjeros. Y son gente blanca los que nos tratan así, gente que llegó hace cien años, no tienen tanto. Y no quiere decir que no tengan que estar, estamos ya todos juntos, tenemos que vivir juntos. Es una historia muy fea, yo creo que se puede cambiar, pero tenemos que hacer mucho trabajo.

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