Un año ha pasado desde que comenzó la invasión rusa a Ucrania el 24 de febrero del 2022, trastocando de un tirón la vida de personas como Iryna y su hija Milana. De la estabilidad del día a día en Odesa, pasaron a la incertidumbre en medio de los bombardeos y la presencia de tropas enviadas por el Kremlin.
Su salida, como la de muchos de sus compatriotas, fue atropellada, sin planeación y con la convicción de que sería temporal.
Atrás quedó la abuela, parte de la familia, la mascota y una cifra incontable de recuerdos.
VOA: ¿Cómo puede describir este último año?
“Es una espera constante. Esperar por los documentos, esperar por las noticias de una victoria, esperar lo incierto, esperar por la tarjeta del Seguro Social, esperar la llegada de mi esposo, esperar para poder rentar el apartamento, esperar para comprar un auto, todo gira entorno a la espera”, dice Iryna.
La travesía
Iryna y su hija de 9 años salieron de Odesa rumbo a Turquía, donde esperaron hasta que su familia en Nueva York les ayudó a llegar a México. La primera parada fue Cancún y de ahí a Tijuana.
Una garita en San Ysidro, al otro lado de Tijuana, fue la puerta de entrada para ellas a Estados Unidos el 11 de abril de 2022, en virtud de una excepción humanitaria del gobierno de Joe Biden para ucranianos que escapaban de la guerra de Rusia contra Ucrania.
Después de dejar San Diego llegaron a Utha, donde permanecieron algunas semanas. Por último se trasladaron hasta el condado de Westchester en Nueva York.
Cargadas con sus maletas, agotadas del viaje y agradecidas con los voluntarios de ambos lados de la frontera, fueron acogidas por Alona Bastys, la hermana de Iryna. Finalmente, pudieron reunirse meses después en Estados Unidos con el esposo de Iryna.
Nueva York
A un año del comienzo de la guerra, madre e hija poco a poco se abren paso con el apoyo de familiares, pero con la esperanza siempre de regresar a casa.
Iryna, que trabaja como asistente de farmacia, tiene una rutina diaria que comparte con su niña, quien cursa el cuarto grado en una escuela pública con muy buenos resultados, explica la madre.
Milana, dice con orgullo su tía, ha conseguido adaptarse y ya hasta corrige a la madre si se equivoca al hablar en inglés.
“Le gusta su escuela y aún más su profesora, así como sus nuevos amigos”, dice la tía Alona de la sobrina que también toca la flauta en la banda escolar y está inscrita en las clases de arte. “Ella esta tratando de ser una niña normal y cada vez escucho menos sus quejas de que extraña su escuela en Ucrania".
Dice también que la pequeña sueña a menudo que está de regreso a Odesa. "Se comunica con su familia en ucraniano y sigue atendiendo a clases y enviado sus tareas a su escuela en Ucrania, con la esperanza de que 'todo esto termine pronto' para poder regresar".
De Mariúpol a Varsovia
Anastasiia Myst es una ucraniana que trabaja con UNICEF en Varsovia, Polonia, a donde llegó el 24 de febrero de 2022 huyendo de la invasión rusa a su país.
"Soy de Mariúpol y salimos de la ciudad con mi familia el primer día de la guerra", explica. "Mi casa ya no existe. Esto me hace llorar y me duele mucho", dice.
Su esposo sigue en Ucrania, algo que el niño de 4 años no entiende. "Es la cosa más difícil de explicar", admite.
De acuerdo con Rashad Mustafa Sawar, coordinador de UNICEF en Polonia, el 95 % de los refugiados son madres e hijos.
"Esta es la crisis de madres e hijos. Apoyarles es un trabajo absolutamente importante para UNICEF", aseguró su representante en Varsovia.
Krzysztof Kiersnowski, coordinador en jefe para refugiados en la estación de bus Varsovia, explicó su experiencia: "Tenemos muchos niños que están angustiados, ofrecemos apoyo psicológico aquí, este es espacio seguro, donde pueden dejar de pensar en la crisis en la que se encuentran".
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