Seis décadas después de declarar que la historia lo absolvería, la vida de Fidel Castro ha terminado y su problemático legado en cuanto a los derechos humanos puede ser considerado.
Muchos cubano-estadounidenses tomaron las calles de la Pequeña Habana, diciendo que la desaparición de un hombre podría ser el comienzo de la esperanza para los muchos que sufrieron bajo su gobierno.
"Un mal dictador que tuvo a Cuba bajo opresión y represión por casi seis décadas ya no está con nosotros, y eso le dará una oportunidad, al pueblo cubano, de iniciar el camino hacia la libertad y la democracia", dijo el cubano-estadounidense José Sánchez, a la Voz de América., mientras celebraba con cientos de sus compatriotas en Miami.
Bajo el gobierno de Castro, tres generaciones de cubanos carecieron de casi todas las libertades civiles y políticas básicas, incluyendo los derechos de expresión, reunión y asociación.
El gobierno comunista rutinariamente detuvo a periodistas y disidentes mientras negaba acceso al país a las organizaciones independientes de monitoreo de derechos humanos.
"Este es un hombre que es profundamente admirado en el resto de la región por enfrentarse a Estados Unidos", dijo Eduardo Gamarra, profesor de política y relaciones internacionales en la Universidad Internacional de la Florida.
"Pero al mismo tiempo es muy importante recordarlo, también presidió un régimen tiránico, un régimen que fue responsable de las muertes por fusilamiento de cientos de personas y alguien que encarceló a la gente por sus opiniones políticas", agregó Gamarra.
Relaciones entre Estados Unidos y Cuba
Incluso el restablecimiento de las relaciones con Estados Unidos, a partir de diciembre de 2014, no disminuyó las limitaciones a las libertades.
Según un informe de Human Rights Watch, de 2016, el acceso a Internet, en Cuba, seguía siendo severamente limitado a pesar de la apertura de 35 hotspots de Wi-Fi en todo el país y el gobierno continuó controlando casi todos los medios de comunicación.
El número de disidentes encarcelados permaneció constante entre 8.000 y 9.000 prisioneros, cada año.
Ahora le incumbe a Raúl Castro, que poco a poco había asumido el control de la isla comunista a partir de 2006, decidir si la muerte de su hermano marca el final de una era.
"El símbolo está muerto", dijo Guadalupe Correa Cabrera, catedrática de asuntos públicos y estudios de seguridad de la Universidad de Texas-Valle del Río Grande, sobre la muerte de Castro.
Cabrera señaló que el control de Raúl Castro sobre el país ya había abierto la puerta a la normalización de las relaciones con Estados Unidos y, con la muerte de Fidel marcando el final de una era, podrían surgir aún más oportunidades.
"Necesita cambiar su enfoque y permitir que el país sea más abierto", dijo Cabrera.
Derechos humanos
Las preocupaciones por los derechos humanos han dado forma, desde hace tiempo, a las relaciones de Estados Unidos con Cuba, desempeñando un papel a menudo crucial en la política presidencial.
En las horas posteriores a la muerte de Castro, muchos legisladores estadounidenses usaron Twitter para recordar el legado de Castro y expresar la esperanza de que su muerte comience un nuevo capítulo para el país.
"Si bien algunos pueden querer pintar una imagen optimista del comunismo y el liderazgo de este dictador, cualquier relato que ignore sus sangrientas atrocidades y abusos contra los derechos humanos, la persecución económica y el apoyo al terrorismo en el extranjero no hace justicia a los sobrevivientes y víctimas de su legado", afirmó en un comunicado, el sábado, el representante de Carolina del Sur Jeff Duncan, presidente de la Subcomisión de Asuntos Exteriores del Hemisferio Occidental.
A pesar de que el anciano líder escapó a la vista del público, el recuerdo de su gobierno permaneció vivo en la mente de las generaciones que él marcó, un peaje psicológico que podría tener consecuencias muy reales a medida que la nación avanza.
"Sabíamos que mientras el dictador que fundó la revolución cubana estuviera vivo y en Cuba, el cambio sería muy difícil, pero ahora esto representa una oportunidad, especialmente para los luchadores por la libertad en Cuba, los líderes de la oposición que han estado arriesgando sus vidas, su seguridad y su bienestar durante años, para luchar por un país mejor, ahora van a ser más fuertes ", dijo a la Voz de América el representante de Florida Carlos Curbelo.
Pero el cambio a raíz de la muerte de Castro podría llegar a un alto costo, impuesto por el gobierno comunista que todavía rige la isla.
"El objetivo primordial del régimen cubano hoy en día es la preservación del poder mientras sea posible y aunque los disidentes todavía tienen el potencial de crear el tipo de disturbios que podrían perturbar a un liderazgo cubano, ellos seguirán reprimiendo", dijo Brian Fonseca, Director del Instituto de Políticas Públicas de la Universidad Internacional de la Florida.
Crear “fisuras”
“Si las fisuras sociales comienzan a manifestarse debido a los cambios en el temperamento emocional del pueblo cubano y, si eso ocurre, dado que la preservación del poder es lo más crítico para la élite política cubana, entonces creo que podemos encontrar un aumento de la represión política, al menos en el corto plazo ", expresó Fonseca.
De vuelta en las calles de la Pequeña Habana, muchos se dieron cuenta de que el final de la era de Castro es, en muchos sentidos, sólo el comienzo.
"Estamos aquí para honrar a todos nuestros abuelos y a toda la generación que no estuvo aquí para experimentarlo hoy, pero por ellos estamos aquí, y espero que este sea el comienzo de la libertad para Cuba", indicó Lissette Calderón, una estadounidense que nunca ha puesto un pie en la isla pero que llevó a sus niños para atestiguar el momento histórico.
"El pueblo de Cuba no tiene elecciones libres, no hay democracia, creo nosotros no vamos a descansar hasta que veamos libertad para el pueblo de Cuba", dijo Calderón.