La educación universitaria está fuera del alcance de la mayoría de los prisioneros de cárceles estatales y federales en Estados Unidos. San Quintin, en California, es una de las pocas prisiones en el país que ofrece cursos de nivel universitario.
Jody Lewen ha desarrollado un programa de estudios universitarios en la prisión durante más de una década, desde que se unió al programa de la universidad de San Quintín en 1999 como instructora de voluntarios.
Entonces era una estudiante de posgrado que planeaba regresar a la investigación académica. "Pensé durante mucho tiempo que sólo sería algo temporal y que alguien más se iba a encargar de mantener el programa", dice. "Pero una vez que empecé a hacer el trabajo y me involucré más, también empecé a ver el potencial que tenía el programa y lo que podía llegar a ser”, describe Lewen.
De los 5.500 presos de San Quintín, 300 se inscriben en el Proyecto de Prisiones de la Universidad cada semestre.
Poco a poco, el proyecto de Lewen ha ido haciéndose más grande, y ahora cuenta con una veintena de clases de inglés, matemáticas, humanidades, ciencias sociales y español. Además, Lewen ha reclutado a más de 150 profesores voluntarios y estudiantes graduados de colegios y universidades próximas.
"Cuando hablo con la gente sobre este trabajo, muy a menudo asumen que los estudiantes son muy agresivos y muy difíciles, aúnan todos los estereotipos de la gente tiene en su mente acerca de las personas que están encarceladas", dice Lewen. "Ellos asumen que son un montón de alborotadores perdiendo el tiempo, pero ese estereotipo no tiene nada que ver con la realidad", sostiene.
Sookyoung Lee enseña una clase sobre el pensamiento crítico e investigación, y encuentra a sus alumnos curiosos y comprometidos.
"Estoy muy sorprendido. La mayoría de las veces los estudiantes son muy respetuosos, y están mucho más motivado que los de la Universidad de California en Berkeley", dice Lee.
Charles Spence sigue las clases de prisión para terminar su título mientras cumple una cadena perpetua en San Quintín. Tiene la esperanza de obtener la libertad condicional algún día y para entonces estar preparado para conseguir una Máster en Psicología.
"Esta experiencia realmente ha cambiado mi vida. Me ha dado herramientas para expresarme", cuenta Spence. "Todos los chicos sienten lo mismo, somos muy afortunados de tener la oportunidad de recibir educación. Lo más probable es que sea difícil para nosotros encontrar trabajo cuando salgamos, y en realidad esto nos da mucha esperanza en que tendremos éxito cuando salgamos por la puerta".
Hasta el momento cien presos de San Quintín se han graduado y muchos más han continuado sus estudios universitarios después de la liberación. La investigación muestra que la educación es una herramienta potente para reducir las posibilidades de volver a la cárcel. Lewen dice que la tasa de reincidencia entre los reclusos con títulos universitarios es inferior al 10%.