Las calles de las principales ciudades de Estados Unidos se han llenado de manifestantes que, portando carteles con mensajes alusivos a la discriminación racial, han salido para protestar por la muerte de George Floyd mientras estaba bajo custodia policial en Minneapolis (Minnesota).
Aunque la mayoría de las movilizaciones han transcurrido de forma pacífica, en algunos lugares se han producido fuertes disturbios, actos vandálicos y saqueos en comercios. Las imágenes de vehículos policiales ardiendo o personas entrando en masa en conocidas tiendas han dado la vuelta al mundo. Estos episodios han provocado que las autoridades tomen cartas en el asunto.
El presidente Donald Trump anunció el lunes que iba a desplegar a miembros del Ejército en aquellos estados que lo requirieran al no poder hacer frente a la situación de escalada de violencia. Al mismo tiempo, estados como California o Florida, han activado a la Guardia Nacional para mantener el control de la situación.
En la ciudad de Miami, donde el sábado hubo fuertes enfrentamientos entre algunos manifestantes y agentes del orden, el jefe de la policía, Jorge Colina, aseguró que se ha diseñado un “plan” específico para hacer frente a la situación.
“Si levantas una mano para tirar una piedra o una botella, lo que dice tu corazón es que no quieres justicia para George (Floyd). Tú estás aquí para traer pleitos y problemas, y aquí no queremos”, dijo Colina en respuesta a una pregunta de la Voz de América.
En ese sentido, Francis Suárez, el alcalde de la ciudad de Miami que durante estos días ha estado animando a la población a expresar su solidaridad con la familia de Floyd y otras “víctimas de violencia racial”, advirtió que se va a “tener tolerancia cero” contra este tipo de comportamientos que, según dijo, “son inaceptables”.
“Me parece muy bien las manifestantes y las apoyo, pero no podemos aceptar este tipo de comportamientos. Se va a tener tolerancia cero con los delincuentes que vienen a hacer daño a la población”, sostuvo el político durante una comparecencia pública el domingo después de los graves disturbios acontecidos en su ciudad la noche anterior.
Miami no había visto algo así desde 1980, cuando tres días de disturbios acabaron con 18 muertos y más de 400 heridos en el barrio de Liberty City, donde hay una gran población afroamericana. Los episodios violentos se desencadenaron del 17 al 20 de mayo de 1980 después de que un juez absolviera a cuatro policías de raza blanca acusados de golpear mortalmente a un motociclista afroamericano que se había pasado un semáforo en rojo.
La estela de esos días, que consternaron a toda la nación, parece que han regresado al sur de la Florida. El objetivo, dicen las autoridades, es que algo así no vuelva a ocurrir.
“A mí me llena el corazón el hecho de ver la cantidad de personas que están aquí, que están aquí porque quieren a la ciudad y ven que es una ciudad brillante. Por eso estamos aquí”, remarcaba Colina recordando que su departamento, al igual que otros en todo Estados Unidos, también se está a favor de las movilizaciones y las protestas pacíficas.
La mayor preocupación, explican desde el Departamento de Policía, es que los vándalos podrían pertenecer a una organización que coordina todas las acciones criminales a nivel nacional.
El jefe de policía admitió que se tiene esa creencia después de que el sábado, el día con los incidentes más violentos, se arrestó a 57 personas. Lo sorprendente, dijo, es que solamente 13 personas residen en Miami, el resto tiene su domicilio en otros estados del país.
“Tenemos uno que vive en Michigan, otro en Georgia, dos de Nueva York, tres de Minnesota, y eso son de los 57 que arrestamos. Sabe Dios cuántos otros habrá de otros lugares”, subrayó al tiempo que recalcaba que a Miami le “encantan los turistas, pero no para que vengan y hagan daño”.
Con las medidas de protección adicionales y el apoyo del gobierno federal para hacer frente a esta situación, los gobiernos locales y estatales confían en que el clima de violencia esté en fase de desescalada. Aunque muchos, en privado, admiten que la situación es incierta y que, de momento, no se tiene un control absoluto de la situación.