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Escándalos en el poder y disculpas


El caso del congresista Weiner, pone de manifesto como las redes sociales hacen más fácil que los escándalos lleguen a la luz pública.
El caso del congresista Weiner, pone de manifesto como las redes sociales hacen más fácil que los escándalos lleguen a la luz pública.

Los escándalos sexuales de los políticos no siempre terminan con la carrera del involucrado.

Es el último caso, pero el escándalo no será el último.

El juego de palabras ayuda a poner en perspectiva el escándalo sexual que involucra al representante demócrata por Nueva York, Anthony Weiner, quien reconoció haber enviado, a través de Twitter, fotos inapropiadas a por lo menos seis mujeres durante tres años.

La conclusión surge del análisis que realizó sobre la situación, el psicólogo evolucionista, Daniel Kruger, en diálogo con la Voz de América. “Creo que ellos subestiman las posibilidades de que sus acciones sean reveladas”, sostiene Kruger.

El exceso de confianza se convierte, de alguna manera, en parte del proceso que los lleva a cometer tales acciones y que incluye primero a negación y finalmente “la disculpa, pero sólo cuando no queda otra alternativa”, explicó.

Los casos del año

Seguramente estos no serán los últimos escándalos en 2011, aunque la cuenta ya es bastante generosa.

Primero fue el congresista republicano de Nueva York, Christopher Lee, que el 9 de febrero de 2011 fue expuesto por publicar sus fotos en la sección de encuentros casuales del sitio de internet Craiglist. Su renuncia se produjo el mismo día a pedido del liderazgo de su partido.

A este caso le sigue el de Weiner, quien anunció que no renunciará, aunque la presión para su salida es creciente, tanto desde sus propias tiendas, como de la oposición republicana.

Y en el medio, la acusación por ataque sexual contra el ex director gerente del Fondo Monetario Internacional (FMI), el prospecto de próximo presidente de Francia, Dominique Strauss-Kahn.

Más aún, Francia se reservaba otro caso, después de que el secretario de Estado de la Función Pública, Georges Tron, tuvo que renunciar en mayo de 2011 acusado por dos mujeres, por acoso sexual.

No menos escandaloso es el caso que involucra al actor y ex gobernador republicano de California, Arnold Schwarznegger, que reveló tener un hijo de más de 10 años fuera de su matrimonio con una empleada que trabajaba en el servicio doméstico de su propia casa.

Pero la cuenta del año sigue. A comienzos de junio, el ex candidato presidencial demócrata, John Edwards, fue acusado formalmente por uso fraudulento de fondos de campaña para encubrir a su amante a la que dejó embarazada en plena campaña presidencial.

Y también en este primer semestre de 2011 volvió a la luz pública otro caso, el del senador republicano, John Ensign, de Nevada, quien renunció a su banca en abril, y enfrenta una investigación del senado debido a que sus padres pagaron para tratar de encubrir una relación extramatiral con una integrante de su equipo de campaña, que, además, está casada con uno de los miembros de su propio equipo.

El camino hacia la disculpa

Pero en todo caso, lo que cada uno de estos ejemplos revela es el cómo: “negar primero, reprimir después y sólo si el hecho es muy claro, disculparse” insiste Kruger. La pregunta que sigue es ¿por qué?.

Y la respuesta inmediata es que si bien estos casos siempre han ocurrido, “posiblemente ahora se vean más porque es más fácil que los medios los descubran”, especialmente cuando se trata de las redes sociales.

En definitiva, “la democratización de la información”, expone más estos casos, advierte Kruger.

Otro elemento, es que los escándalos pueden ser usados políticamente. “En los´50 y '60 se especulaba con estas cosas, por ejemplo sobre las supuestas aventuras del presidente John F. Kennedy", recuerda Kruger, pero no trascendían, no llegaban a los medios.

En cambio, ahora, si un integrante de un partido “se mete en problemas, se convierte en un elemento que puede ser usado políticamente”, explicó.

Algunos sobrevivien, otros no

Los escándalos sexuales de los políticos no siempre terminan con la carrera del involucrado. Pero también es cierto que los casos de aquellos que resisten a las consecuencias, son los menos, al menos en Estados Unidos.

Quizás el mejor ejemplo sea el del presidente Bill Clinton, que a fines de los '80, superó una propuesta de destitución por un escándalo sexual con la entonces pasante en la Casa Blanca, Monica Lewinsky. O Incluso el del senador republicano por Louisiana, David Vitter, señalado en 2007 por solicitar servicios de prostitución, fue reelecto en 2010.

Pero la correntada de los escándalos sexuales se ha llevado a muchos otros. Además de Edwards, Ensign, Lee y Spitzer, también el representante republicano por Florida, Mark Foley renunció después de que se descubriera que enviaba correos electrónicos inapropiados a los pasantes.

Otros son el senador republicano Larry Craig, involucrado en un escándalo por procurar sexo en un baño de hombres en un aeropuerto, tras lo cual no fue por la reelección; o el secretario de Vivienda del gobierno de Clinton, Henry Cisneros, quien renunció tras mentir sobre pagos a su amante; y hasta el gobernador republicano de Carolina del Norte, Mark Sanfoord, quien fue descubierto en una relación extramarital con una mujer argentina.

Hasta la puerta del dormitorio

Pero también hay componentes culturales.

En Estados Unidos, según explica Kruger, existe una actitud contradictoria, “nos encantan estas historias, pero las condenamos”.

Por otra parte, del otro lado del Atlántico, tal como sostiene la corresponsal de la Voz de América en Paris, Lisa Bryant, la clase política en Francia tiene emociones encontradas sobre los escándalos sexuales como los de Strauss-Khan y Tron.

En el pasado, recuerda Bryant, era ampliamente aceptado en Francia que las noticias “terminaban en la puerta del dormitorio”.

Las diferencias de género

Pero todavía hay más. Hay una cuestión de género y de poder, sostiene el psicólogo evolucionista Daniel Kruger. En Francia la reacción respecto al caso de Strauss-Kahn en parte dejaba entrever que para mucha gente “como es un hombre poderoso, se esperaba que tuviera aventuras extramaritales”. Lo cual, obviamente, “no implica acoso sexual”.

A la vez, desde un punto de vista histórico evolucionista, Kruger dice que “los hombres en la parte alta de la jerarquía”, su poder se medía y se mide de diferentes formas según los tiempos. En la actualidad, es en “la capacidad financiera y también en el éxito con las mujeres”, algo que incluso “muchos hombres en posición de poder consideran que merecen”, señaló el psicólogo.

Sin embargo, un aspecto del que poco se ha hablado, es de la diferencia entre hombres y mujeres en el poder. En tal sentido, desde el punto de vista de la psicología evolucionista, “las mujeres que alcanzan posiciones de poder, es menos probable que usen su posición para tener acceso a placeres sexuales, contrario a lo que ocurre con hombres poderosos”, concluyó Kruger.

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