Los votantes turcos volvieron a las urnas este domingo para decidir si el presidente Recep Tayyip Erdogan, quien lleva 20 años en el poder, inicia una tercera década de su gobierno cada vez más autoritario o es desbancado por un aspirante que ha prometido restaurar una sociedad más democrática.
Erdogan es favorito para ganar un nuevo mandato de cinco años en la segunda vuelta de las elecciones, tras quedarse muy cerca de conseguir la victoria absoluta en la primera vuelta, celebrada el 14 de mayo.
El divisivo y populista mandatario terminó cuatro puntos porcentuales por delante de Kemal Kilicdaroglu, candidato de una alianza de seis partidos y líder del principal partido de la oposición de centro-izquierda de Turquía.
Erdogan logró sus resultados a pesar de una abrumadora inflación y los efectos del devastador terremoto que azotó la nación hace tres meses.
Los dos candidatos ofrecen visiones drásticamente diferentes del futuro del país y su pasado reciente.
“Estas elecciones se celebraron en circunstancias muy difíciles, hubo toda clase de calumnias y difamaciones”, dijo a la prensa Kilcdaroglu, de 74 años, después de votar. “Pero confío en el sentido común de la gente. La democracia llegará, la libertad llegará, la gente podrá pasear por la calle y criticar libremente a los políticos”.
En declaraciones a la prensa tras votar en Estambul, Erdogan señaló que es la primera vez en la historia de Turquía que hacía falta una segunda vuelta en las elecciones presidenciales. También elogió la alta participación en la primera ronda y dijo que esperaba una alta afluencia también este domingo.
“Rezo porque (las elecciones) sean beneficiosas para nuestro país y nación”, dijo.
Más de 64 millones de personas podían votar tras la apertura de urnas a las 8 de la mañana (hora local).
Turquía no dispone de encuestas a boca de urna, pero se esperaba que los resultados preliminares se conocieran pocas horas después del cierre de urnas a las 5 de la tarde.
La decisión final podría tener implicaciones mucho más allá de Ankara, ya que Turquía se encuentra en la encrucijada de Europa y Asia, y desempeña un papel clave en la OTAN.
Turquía vetó la candidatura de Suecia a la alianza y compró sistemas rusos de defensa antimisiles, lo que llevó a Estados Unidos a excluir a Turquía de un proyecto de aviones de combate liderado por los estadounidenses. Pero el gobierno de Erdogan también ayudó a negociar un acuerdo crucial que permitió los envíos de grano ucraniano y evitó una crisis alimentaria mundial.
Las elecciones del 14 de mayo registraron una participación del 87 %, y se esperaba una fuerte participación de nuevo el domingo, lo que refleja la devoción de los votantes por las elecciones en un país en el que se han reprimido las libertades de expresión y de reunión.
Los detractores culpan a la política económica heterodoxa de Erdogan de provocar una inflación disparada que ha aumentado el costo de la vida. Muchos también han acusado a su gobierno de reaccionar con lentitud al sismo que mató a más de 50.000 personas en Turquía.
Erdogan ha conservado el apoyo de los votantes conservadores, que le siguen siendo fieles porque aumentó la importancia del islamismo en Turquía, un país fundado sobre principios laicos, y porque el país ha ganado influencia en la política internacional.
Si gana, Erdogan, de 69 años, podría permanecer en el poder hasta 2028. El mandatario ya es el gobernante que más tiempo ha servido en el país. Ejerce una presidencia con amplios poderes en gran parte de su propia creación, tras tres períodos como primer ministro. Es un musulmán devoto y encabeza el conservador y religioso Partido de la Justicia y el Desarrollo, o AKP.
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