Navegando por la red en busca de empleo, halló la oferta de una subvención para estudiar aeronáutica en su país y la promesa de conseguir un trabajo en mantenimiento y reparación de aviones para compañías estadounidenses y latinoamericanas al concluir el curso de dos años. Sin duda alguna, decidió postular.
Hasta entonces, solo tenía pericia como mecánico de autos pero con la beca aprendió la disciplina mediante el programa FOMILENIO II, creado con fondos donados mayormente por el gobierno de Estados Unidos para apoyar proyectos destinados a tecnificar personas, entre otros aspectos, con miras a mejorar el clima de inversión local y desalentar la migración.
El joven de 22 años, que vive a las afueras de San Salvador, ahora se dedica a revisar y reparar superficies de aeronaves, mientras que sus compañeros limpian o pintan partes de fachadas, supervisan alas y cabinas y reparan tanques de gasolina en AEROMAN, un enorme centro aeronáutico ubicado en terrenos del principal aeropuerto del país, Oscar Arnulfo Romero.
“Antes metía currículos por varios lugares y en ninguno salía, iba a entrevistas y no se podía”, dijo Martínez quien se convirtió en auxiliar técnico hace un año y da “gracias a Dios” por su empleo en la unidad de MRO Holding, que cuenta con una bases en Florida (Estados Unidos) y otra en Querétaro (México).
Su nuevo trabajo y las posibilidades que se le abrieron para superarse profesional y personalmente lo hicieron abdicar de ir a Estados Unidos, pero admitió que separarse de su familia era un factor importante en esa decisión.
Sueño Salvadoreño
FOMILENIO II, que nació en 2014 con 365 millones de dólares y la misión de reducir la pobreza, abrió la puerta para que Martínez y otros 900 de jóvenes pudieran capacitarse sin costo en aeronáutica civil, avalado por la Administración Federal de Aviación (FAA) y la Agencia Europea de Seguridad Aérea (EASA).
La formación incluye la dotación de uniformes, alimentación y transporte desde los hogares hasta la empresa donde se desempeñan. Una especie de “sueño salvadoreño”, dijo a Reuters William Pleites, director ejecutivo del programa, que busca “reducir el interés por emigrar”.
El ejecutivo agregó que los jóvenes que culminan con el plan de carrera son contratados por AEROMAN y perciben un salario mensual que supera los 200 dólares en el sector agrícola e iguala a los 300 dólares para la industria y servicios.
Además, pueden obtener bonos, horas extras e incrementar su salario conforme avanzan en su especialización en sistemas hidráulicos y neumáticos, soldaduras y sistemas de aviones. De momento AEROMAN es la única empresa que está entrenando bajo el paraguas del programa apoyado por Washington.
Llamada que nunca llega
Y como Martínez, Marisela Rodríguez, una técnica en electrónica de 27 años, dijo que también peregrinó en busca de trabajo y pese a presentar varias solicitudes siempre recibía la misma respuesta: “la vamos a llamar”. Lo que nunca pasaba.
“A uno se le cruza por la mente (emigrar), si no prospero aquí, voy a ver si prospero en otro lado, pero la verdad es que si uno sabe esperar y tiene fe hay oportunidades”, dijo la mujer, quien fue capacitada hace un año y medio por AEROMAN que emplea a más de 3,000 personas.
Ella, que reside en las periferias de San Salvador, tampoco tenía experiencia previa en el mantenimiento de aviones, pero ahora revisa la estructura de las aeronaves. “Es una experiencia única, algo que no me lo imaginaba, y pues, no es sencillo, pero vale la pena ponerse retos personales uno”, expresó.
Cada año miles de salvadoreños huyen de la pobreza y a la violencia doméstica para iniciar una travesía buscando cruzar la frontera entre México y Estados Unidos, pero muchos pierden la vida, son víctimas de otros delitos o incluso quedan lisiados por usar trenes de carga para acortar el trayecto.
Aunque las cifras de cruces indocumentados a través de esa frontera han disminuido, por los torniquetes que ha puesto Washington a la migración, en los primeros ocho meses del 2019 el número de personas deportadas desde Estados Unidos y México a El Salvador subió un 54% interanual a 25,920.
“Me siento feliz porque es lo que yo quería (trabajar con aviones). La verdad es que para mí no es un trabajo, a mí me gusta lo que hago, me entretiene, me hace sentir bien”, dijo Alfredo Gutiérrez, un técnico en mantenimiento de aviones de 25 años quien por ahora ha desistido de migrar a Estados Unidos