Mucho se ha dicho que los hispanos nos estamos “adueñando” de EE.UU., que la población de origen latino, a diferencia del aporte hecho por otras oleadas de inmigrantes en el pasado como las de irlandeses e italianos, es la que está dejando una huella indeleble en la cultura estadounidense. Hasta he escuchado decir que sin nosotros la prosperidad del país se vería seriamente comprometida.
Cierto que hay mucho de exageración. Los hispanos somos así, hiperbólicos, de ánimo acelerado, temperamentales. En no pocas ocasiones se nos inflama el juicio y el orgullo se nos desborda. Pero a despecho de apreciar con exceso nuestros orígenes, y de la lupa con que se mire el fenómeno de la migración latina en EE.UU., los números hablan.
Entre 1892 y 1954 ingresaron a Estados Unidos 12 millones de inmigrantes, en su mayoría europeos. Pero en las últimas tres décadas, el grueso ha venido de Latinoamérica, hasta el punto de que en la actualidad se estima que en el país hay alrededor de 50 millones de hispanos –una sexta parte de la población.-- con un poder adquisitivo que supera los 950 mil millones de dólares al año.
No es un secreto que la recesión nos ha pegado duro, tal vez más duro que a ninguna otra minoría en la nación. Pero con todo, la Oficina del Censo informó hace menos de tres meses que la cantidad de empresas propiedad de hispanos aumentó casi 44 por ciento entre el 2002 y el 2007, un crecimiento que es más del doble de la tasa nacional ¿En qué estados? Mayormente en Nuevo México, Florida, Texas, California y Arizona.
Para el próximo Congreso, que sesionará a partir de enero, tendremos una treintena de legisladores hispanos ocupando escaños en el Senado y la Cámara de Representantes. Habrá dos gobernadores, uno en Nuevo México y otro en Nevada. Pero eso no es todo, según recientes proyecciones de la Oficina del Censo, alrededor de uno de cada cuatro jóvenes menores de 20 años en la nación es de origen latino. Y de no haber sido por los hispanos, en vez de crecer, el número de jóvenes del país hubiera disminuido entre el 2000 y el 2010.
De modo que además del espanglish, de los frijoles y de la salsa, de que somos un motor político y económico, también somos ya una pujante fuerza demográfica en EE.UU. Aunque haya quien no quiera verlo.