Fue al mediodía del 17 de diciembre del 2014 cuando sonaron las campanas de la iglesia en La Habana y los presidentes Barack Obama y Raúl Castro anunciaron que restablecerían relaciones diplomáticas tras casi 60 años de hostilidad.
Cinco años después, pareciera que ese momento histórico nunca tuvo lugar, coinciden numerosos cubanos entrevistados en la capital, La Havana.
El actual presidente estadounidense, Donald Trump, ha pasado casi el mismo tiempo tratando de revertir la reconciliación que Obama pasó construyéndola, y las relaciones entre los dos países están en uno de sus puntos más bajo desde el fin de la Guerra Fría.
Trump ha reducido las visitas de estadounidenses a Cuba, prohibiendo los cruceros, los vuelos a muchas ciudades y los viajes educativos, que son las maneras más comunes de viaje de estadounidenses a la isla caribeña.
La embajada estadounidense en La Habana funciona con un personal reducido al mínimo luego que varios diplomáticos sufrieron problemas de salud cuyo origen nunca se ha esclarecido.
El cierre de la sección de visas y el fin del otorgamiento de visas especiales de cinco años para cubanos implica que hoy en día es casi imposible para los isleños viajar a Estados Unidos, cuando en el pasado era común que muchos de ellos acudieran a visitar parientes o a comprar suministros para sus negocios.
La economía cubana está estancada, el turismo crece poco y la ayuda de Venezuela está muy por debajo de su pico histórico ya que el país sudamericano, el principal aliado de Cuba, está atravesando por su propia severa crisis social, económica y política.
En el 2014, el anuncio conjunto entre Obama y Castro pareció presagiar el fin de una oscura era para Cuba y el inicio de algo nuevo, dijeron residentes de La Habana. Hoy en día, los dos años de detente con Obama se sienten como una breve pausa en una larga historia de tensiones y luchas que no parece tener fin.
“Era una esperanza, pensar que hubiera una apertura con Obama, y con Trump es como un sueño, se esfuma”, opinó Alfredo Piñera, un obrero de la construcción, de 37 años.
Piñera trabaja en México pero regresa a Cuba regularmente para ver a su esposa e hijos de edades 16, 11 y 9 años. Expresó esperanzas de que un eventual fin de las hostilidades con Estados Unidos traerá una mejor vida para él, para su familia y para el país en general.
“Me sentí bien. Fue una esperanza de mejora, de cambio para el país, económico, político, social”, expresó.