La adolescente hispana Jessica Hernández, muerta a tiros por la policía de Denver en un hecho controversial fue despedida por cientos de familiares y amigos en el suburbio donde vivió.
La policía ha dicho que Jessie, de 17 años y ascendencia mexicana, murió el 26 de enero dentro de un auto robado en el que se encontraba con otros cuatro adolescentes, el cual lanzó hacia los oficiales de la policía que intentaron detenerla. Uno de los policías resultó herido.
Uno de los pasajeros del vehículo ha rechazado esa versión, señalando que los policías dispararon primero y que Hernández perdió el control del auto porque ya estaba inconsciente. La policía no ha dicho si Jessie o alguno de los ocupantes del vehículo estaban armados.
Los dolientes llenaron la iglesia católica de la Santa Trinidad en Westminster con capacidad para 700 personas y muchos tuvieron que seguir la misa parados en los pasillos o desde fuera.
Sus amigos vistieron sudaderas rojas —el color favorito de Jessica— con su rostro sonriente estampado en ellas. Los autos en el estacionamiento contenían frases en el parabrisas de "Justicia para Jessie".
“No han venido aquí simplemente para ver que pase algo, sino para tomar parte en lo que está pasando”, les dijo el padre John Paul Leyba al comienzo del servicio. “La muerte, que parece ser el final, no es el final”, agregó.
Luego de la misa, el cuerpo de Jessica fue llevado al cementerio Olinger Highland, donde fueron liberados balones blancos y su ataúd cubierto con rosas rojas.
Miembros del programa de Rescate de Pandillas y de Proyecto de Apoyo a Denver estuvieron disponibles en el funeral a petición de la familia Hernández, pese a que ella no estaba involucrada con estas organizaciones que intentan mantener a los jóvenes lejos de las pandillas.
"No queremos que la gente utilice un evento tan triste como este para hacer algo violento", dijo Cisco Gallardo, director del programa.