Fromencio Mamani es un vendedor que recorre las calles de Cochabamba, centro de Bolivia, ofreciendo zomó, una popular bebida refrescante, en su carrito ambulante. Tiene 40 años y seis hijos.
Adquirió su medio de trabajo a un costo de 1.000 dólares aproximadamente, con un préstamo del banco. En los últimos días notó que la venta disminuyó porque había menos circulación de gente en las calles.
Al principio no sabía bien por qué, luego le llegó la noticia de que “una enfermedad contagiosa o algo” estaba en el aire y se pedía no salir. No estaba bien informado, pero aun así ya sentía los efectos en su bolsillo.
“Me preocupa porque debo llevar dinero cada día a mi casa y no estoy juntando lo suficiente, también el banco, ¿qué voy a hacer si no vendo?”, relató afligido.
Esta es apenas una de las muchas historias que se replican en Bolivia, donde se estima que más del 60 por ciento de la población sobrevive a partir de realizar actividades comerciales de tipo informal, según datos a 2018 de la Organización Internacional del Trabajo (OIT).
La economista Fátima Zambrana, explicó a la Voz de América que además el impacto negativo de esta pandemia a nivel mundial, “en Bolivia es más preocupante porque ya veníamos de una economía golpeada y desacelerada por los conflictos del año pasado, y cuando pensábamos que íbamos a tener un poco de respiro y recuperar la dinámica estamos siendo golpeados nuevamente”.
La rápida expansión del COVID-19 en el mundo y su incursión en Bolivia, obligó al gobierno central de la presidenta transitoria, Jeanine Áñez, a asumir medidas más radicales para intentar contener los casos de contagios, que hasta ahora son 15 confirmados.
Ante la preocupación y pedido de varios sectores, la mandataria, dispuso cuatro medidas de ayuda económica para los sectores más vulnerables: un “bono familia” de aproximadamente 70 dólares por hijo, el aplazamiento en el pago de créditos, la congelación del pago del impuesto a las utilidades y la prohibición del corte de los servicios básicos.
Al respecto, el director del Banco Central de Bolivia, José Gabriel Espinoza, explica algunas aproximaciones sobre la inyección económica que significa para el Estado asumir estas medidas.
“El Bono Familia implica una transferencia directa, a uno de los grupos más vulnerables, de casi de 800 millones de bolivianos (…). El BCB está aplicando políticas no convencionales que inyectarán al sistema al menos 3.400 millones de bolivianos”, asegura Espinoza.
Una situación desconocida
Sin embargo, algunos ciudadanos creen que será muy difícil sobreponerse a esta situación que cada vez genera más incertidumbre.
“La aparición de este virus es una variable ajena a nuestras decisiones, si bien se han ido tomando medidas para evitar su expansión, el hecho en sí no lo podemos controlar, esto en economía se conoce como “shocks externos”, dice la economista Zambrana.
“No esperábamos que tomara este rumbo y por lo tanto no estamos preparados para estas medidas”.
Esther Rodríguez, una comerciante de 52 años que tiene su puesto de venta de caramelos en una plaza conocida de la ciudad, expresa preocupación, principalmente porque los ingresos de su fuente de trabajo se redujeron de un momento a otro.
“Todo está cambiando muy rápido. Antes me quedaba hasta las 9 de la noche vendiendo, ahora solo hasta las 4 o antes. Tenemos que cumplir también para no contagiarnos”, dice Esther, aunque con un poco más de resignación confiesa que deja su futuro en manos de Dios.
“Tiene que ser lo que él disponga. Yo soy evangélica, tengo fe”, añade.
Cuarentena, cierre de fronteras, reducción de la jornada laboral, prohibiciones de circulación, entre otras, son las restricciones que los bolivianos empiezan a cumplir como parte de la emergencia nacional. Desde ayer militares y policías patrullan las calles para garantizar el cumplimiento de estas disposiciones.
Las mañanas todavía están destinadas para la productividad: hacer compras, ir a las oficinas, usar el transporte público, pero al caer la noche, poco a poco el movimiento en las calles se reduce y se siente la prisa de la gente para retornar a sus hogares, esperando que el día siguiente traiga mejores noticias.