Colombia celebra cada 9 de febrero el día del periodista y la Voz de América habló con tres reporteros que han sido víctimas de amenazas en diferentes regiones que históricamente han estado marcadas por el conflicto armado interno, y donde informar o opinar los sigue haciendo vulnerables.
Según datos de la Fundación para la Libertad de Prensa (Flip), en 2023 se registraron 460 casos de ataques contra la prensa que dejaron como víctimas a más de 505 periodistas.
Entre estos ataques, 158 fueron amenazas directas. Intimidaciones no muy distintas que sufre desde hace seis años Sandra Buitrago en el departamento de Arauca, fronterizo con Venezuela, una de las zonas más convulsas del país por la presencia de la guerrilla del Ejército de Liberación Nacional (ELN) y facciones disidentes de la extinta guerrilla de las FARC.
“Las amenazas fueron por unos artículos que se publicaron en la página web del medio de comunicación en el que estaba laborando en esa época. Descubrimos a una persona que se desmovilizó en el proceso de paz de 2016 y que abandonó la desmovilización y se incorporó a las disidencias de las Farc”, cuenta a la Voz de América Sandra Buitrago, periodista en Colombia.
Los periodistas y medios locales más pequeños son quienes, en su mayoría, se enfrentan a intimidaciones, amenazas por parte de grupos armados, mandatarios locales y comerciantes con negocios oscuros.
En Cúcuta, Diego de Pablos, por su parte, corrió con la peor de las suertes en 2016 cuando, en medio de un informe para un canal nacional de noticias donde era el corresponsal, la guerrilla del ELN lo secuestró por más de siete días.
“Yo creo que es la peor experiencia que he tenido en mi vida. El trato al principio aparentaba que iba a ser bueno, pero desde el primer momento que nos pusieron a caminar, fuimos intimidados, amenazados, nos aterrorizaban diciendo que ojalá llegara el Ejército para matarnos, ese impacto psicológico es bastante brusco”, relata de Pablos a la VOA.
Los hechos de violencia que vivieron estos periodistas y que sufren a diario muchos colegas se registran, sobre todo, en el cubrimiento de hechos de orden público, elecciones, seguridad y corrupción.
Daniel Muñoz es una de esas víctimas, en sus 25 años como reportero ha sido amenazado en más de una oportunidad, la más reciente le sucedió en 2022 cuando se internó en la peligrosa selva del Tapón Darién para evidenciar los peligros a los que se enfrentan los migrantes que buscan llegar a Norteamérica por esa ruta.
“Nos internamos dentro de la selva del Tapón del Darién, nos amenazaron los coyotes que dominan y manejan esa región y, pues, también nos amenazó el Clan del Golfo”, dice Daniel Muñoz a la Voz de América sobre su experiencia. Sin embargo, asegura que no piensa dejar de seguir informando.
“Da susto y miedo, se entra en pánico, en shock, porque te llamen a cualquier hora, que lleguen a tu apartamento a buscarte a altas horas de la noche, uno entra en pánico. Sin embargo, es más el amor por la carrera y eso que uno siente como periodista que no lo deja abandonar su labor”, destaca Muñoz.
La nación sudamericana sigue siendo uno de los lugares más peligrosos para ejercer esta profesión en el mundo. De acuerdo con Reporteros Sin Fronteras, Colombia ocupaba en 2022 el lugar 145 de 180 países en el índice de libertad de prensa.
Para Fabiola León, representante en Colombia de Reporteros Sin Fronteras, el mayor problema de libertad de expresión se sigue presentando en zonas rurales, donde se ven amenazados por conflictos territoriales generados por la violencia entre grupos armados.
“Seguimos teniendo una situación de amenazas contra los periodistas y las periodistas del país que es recurrente, que se mantiene y que en algunos momentos se agudiza, la mayoría de amenazas tiene que ver con informaciones que se están hablando de bandas criminales, narcotráfico y grupos armados, terma ambientales y las relaciones de estas bandas con sectores políticos en la región”, explicó León a la VOA.
Sin embargo, a pesar del riesgo, esta profesión sigue siendo su razón de vivir. “No soy capaz de dejar de ejercer el periodismo, nunca yo creo que lo pensaría”, dice Sandra. De Pablo, por su parte, afirma que “amar mucho la profesión es lo que lo mantiene y ha mantenido todavía ejerciendo el periodismo”.
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