Scott Judd enfocó su cámara en el pequeño punto blanco en la distancia que lo dejó impactado cuando lo vio mientras caminaba por la orilla del Lago Michigan: era un búho blanco que estaba a miles de kilómetros de su hábitat en el Ártico.
"Fue algo maravilloso" dijo Judd, un consultor tecnológico de Chicago. "Es como si pertenecieran a otro mundo. Cautivan a la gente de una manera que no sucede con otras aves".
Las aves rapaces han descendido en la región de los Grandes Lagos y en el noreste de Estados Unidos en grandes números en semanas recientes, apareciendo en aeropuertos, sembradíos, postes de luz y playas, haciendo las delicias de los amantes de pájaros.
Pero, para los investigadores la migración masiva de los búhos este invierno desde sus criaderos más arriba del Círculo Ártico, es preocupante.
Es también una oportunidad para colocarles pequeñísimos transmisores que les ayudarán a seguirlos por todo el mundo y estudiar esta especie poco conocida, cuyos números se estima que son mucho más bajos de lo que se creía, según los expertos.
"Todavía hay mucho que no sabemos sobre ellos...pero intentamos responder esas preguntas en los próximos años", dijo el biólogo canadiense Jean Francois Therrien un investigador senior del Santuario Hawk Mountain, en Pennsylvania.
Los transmisores de energía solar pueden durar varios años, recolectando información como latitud, longitud, velocidad de vuelo y temperatura del aire que es bajada a un servidor cuando las aves vuelan cerca de una torre celular.
El uso de transmisores, que se intensificó durante la última migración masiva norteamericana en los inviernos de 2013 y 2014, ha generado grandes sorpresas.
En lugar de 300.000 búhos blancos en todo el mundo -como se creía-, los investigadores dicen que la población está probablemente cerca de los 30.000 o menos. El cálculo anterior estaba basado en cuántas podían reproducirse en un área determinada.
El estimado se hizo asumiendo que los búhos blancos, como otras aves, prefieren lugares fijos y fríos para anidar. Pero los científicos descubrieron que los búhos son nómadas, y a menudo anidan o pasan el invierno a miles de kilómetros de los sitios donde han estado anteriormente.
Ese error de cálculo no significa necesariamente que los búhos blancos, que pueden medir hasta 60 centímetros de alto y tienen una amplitud de alas de un metro y medio, cuando están extendidas, están declinando. Los expertos sencillamente no saben porque nunca han tenido un punto de partida exacto.
Este mes, los búhos blancos fueron colocados en la lista de especies vulnerables, a un paso de distancia del peligro de extinción, que produce la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza. La especie está protegida en Estados Unidos por la Ley de Aves Migratorias.
La migración masiva de este año, en cierto modo es una buena noticia. Los investigadores pensaban que estas llamadas "irrupciones" señalaban una falta de presas en el Ártico, pero ahora creen lo contrario: que los búhos blancos en reproducción se alimentan de lemmings, un roedor que vive bajo la nieve del Ártico y cuya población surge cada tres o cuatro años. Un mayor número de lemmings significa que la población de búhos ha aumentado drásticamente, y que más aves que de costumbre pasan el invierno en lugares donde la gente puede verlas.
Pero, a los expertos les preocupa que el cambio climático pueda afecta la población de búhos porque los lemmings son excepcionalmente sensibles a los cambios de temperatura, incluso a los más leves.
Los lemmings "dependen de gruesas capas aislantes de nieve mullida" para aparearse exitosamente, dijo Scott Weidensaul, director del Proyecto SNOWstorm, un grupo que sigue a los búhos y cuyos voluntarios han puesto transmisores en más de 50 búhos blancos en los últimos cuatro años.
La población de los búhos blancos colapsó en Noruega y Suecia a mediados de la década de los noventa, y casi desapareció del área por casi dos décadas antes de reaparecer en números bajos, dicen expertos. En Greenland, donde la población colapsó a fines de los años noventa, los investigadores encontraron unos pocos nidos en 2011 y 2012 después de seis años sin haber descubierto ninguno, pero los búhos no regresaron en 2016 o 2017, cuando debía haber lemmings en gran cantidad.
La Administración Nacional Oceánica y Atmosférica (NOAA), reportó este diciembre que el extremo norte del Ártico se está calentando dos veces más rápido que el resto del planeta.
Pero, es difícil evaluar las tendencias de la población de lemmings en áreas remotas. Aunque los investigadores esperan que los pobladores de esas áreas les ayuden, por ahora dependen sobretodo de los búhos con transmisores.
Los búhos blancos de alguna manera parecen encontrar lemmings incluso cuando están a miles de kilómetros de donde su población fue grande por última vez, dijo Therrien.
"Ellos miran por todo el Ártico", explicó. "Es increíble verlo en un mapa. No hay líneas rectas, van en zigzag".
Norman Smith, un experto en búhos blancos de Mass Audubon en Massachusetts, dijo que le alienta que muchos investigadores independientes en todo el mundo han unido fuerzas para compartir información sobre los búhos blancos.
"Es asombroso lo que hemos aprendido, pero necesitamos una base de datos más grande de aves", indicó Smith, quien ha venido atrapando búhos en el Aeropuerto Internacional Logan de Boston durante más de 35 años para colocarles una banda de goma o un transmisor antes de liberarlas. Él puso un rastreador satelital por primera vez en un búho en el año 2000, demostrando que las aves podían volver al Ártico.
La semana pasada, Smith liberó a una joven búho hembra en una barrera de playa en el Océano Atlántico. Voló hacia el sur y luego dio la vuelta y regresó al punto donde había sido liberada. Cuando Smith conducía por un puente de camino a casa, el búho estaba en un poste observando su nuevo hogar de invierno.