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Venezuela: de Chávez a Maduro, “la preservación del poder a toda costa”


Una persona sostiene una imagen del difunto expresidente venezolano Hugo Chávez durante un mitin del gobierno para conmemorar el Día de la Juventud, en Caracas, Venezuela, el 12 de febrero de 2023.
Una persona sostiene una imagen del difunto expresidente venezolano Hugo Chávez durante un mitin del gobierno para conmemorar el Día de la Juventud, en Caracas, Venezuela, el 12 de febrero de 2023.

A 10 años de la muerte del presidente Hugo Chávez, su sucesor, Nicolás Maduro se ha visto obligado a cambiar el discurso que propugnaba el "Socialismo del siglo XXI", los expertos explican por qué.

Una salva retumba a las 16h25 en el simbólico barrio del 23 de Enero en Caracas, todos los días: es la hora que anunciaron que murió Hugo Chávez hace 10 años.

Nicolás Maduro llegó entonces al poder, ungido por su antecesor, que quedó convertido en un símbolo casi religioso al que se le hace culto en el Cuartel de la Montaña, donde yace el cuerpo tras su muerte el 5 de marzo de 2013, cuatro meses antes de cumplir 60 años.

No obstante, la veneración a Chávez ha menguado mientras Maduro busca erigirse como el principal líder. El equipo del presidente se ha esforzado en diseñar una imagen propia, sin imitar, como al principio, el estilo de su antecesor.

Maduro heredó de Chávez una popularidad de 50%, que mermó con la crisis.

En 10 años, el gobierno de Maduro ha estado marcado por una crisis económica sin precedentes, manifestaciones brutalmente reprimidas, con una investigación internacional por crímenes de lesa humanidad, una reelección desconocida internacionalmente (2018), sanciones internacionales (2019) y un fracasado gobierno opositor paralelo (2019 y 2023), además de denuncias constantes del mandatario de planes para asesinarlo.

“Populismo macroeconómico”

"A nuestro amado Comandante Chávez debemos recordarlo con alegría, fervor patrio y compromiso revolucionario, como presente y reto de futuro. Siempre con la mirada puesta en el horizonte de la Venezuela del siglo XXI. ¡La Venezuela que echa pa' lante!", escribió en Twitter el mandatario, a dos días de cumplirse los 10 años la muerte del líder socialista.

“Hoy el chavismo dejó de ser un proyecto épico romántico que convocaba a la izquierda venezolana y se convirtió en un proyecto de obsesión por la preservación del poder a toda costa”, explica a la Voz de América Nicmer Evans, politólogo y militante que rompió con el chavismo en 2013 antes de la primera elección de Maduro.

Del discurso de Maduro prácticamente desapareció aquel socialismo del siglo XXI que tanto propugnó Chávez.

Lo hizo “para poder sobrevivir”, explica la politóloga Ana Milagros Parra. “No puedo seguir con ese lema sino que debo evolucionar y debo cambiar para estar acorde a mi nueva realidad”.

“Pero no está dentro de sus intereses el bienestar del Estado o del país, es un régimen que ha deteriorado la capacidad estatal para las personas y lo hacen siempre a su beneficio”, aclara.

Maduro tuvo que optar por ser pragmático, sobre todo en lo económico, cuando se vio contra las cuerdas al fracasar en su intento de mantener la política económica de Chávez, que impulsó con una billetera repleta de petrodólares.

“La idea del ciclo de Chávez y Maduro es un ejemplo clásico de un episodio de populismo macroeconómico, quizás uno de los más devastadores en la historia reciente”, señala el economista Giorgio Cunto, de la firma Ecoanalítica.

“La combinación de políticas que vaciaron a la economía de su impulso productivo junto con la caída de los precios del petróleo desencadenó una crisis de las más grandes de la historia del continente”, añade Cunto.

“Y ese fue el país que estuvo manejando Maduro desde su primer gobierno entre 2013 y 2018: tratar de mantener los esquemas políticos o de política económica que había heredado de Chávez cuando el Estado estaba quebrado.

Y eso, sostiene, propició “no solamente una contracción y una pérdida de más de 80% del tamaño de la economía en términos reales, también uno de los episodios de hiperinflación más agudos en la historia de América Latina”.

Entonces, el gobierno tuvo que poner freno a la política de estatización de empresas, flexibilizar el férreo control de cambio vigente, dando paso a una dolarización informal, que, sumado a una liberación de precios, acabó con una escasez casi crónica.

Los anaqueles de los supermercados comenzaron a llenarse de nuevo, restaurantes y bares abrieron, así como tiendas de ropa y electrodomésticos. Todo dando una imagen de recuperación económica, aunque en la práctica es un comercio reservado a una burbuja mínima. El sueldo de un empleado público no cubre una fracción de la canasta básica y el gobierno se niega a subir salarios para evitar aumentar el gasto.

“Esta economía que estamos viviendo acá en Venezuela no es porque el gobierno dijo ‘voy a darle un respiro a la población’, es porque es la única manera que tenían para soportar y sobrevivir” la crisis, señala Parra.

“No sigue una línea ideológica para justificar su manera de gobernar, sino es que se van adaptando con las circunstancias”.

“Gobierno paternalista”

La estructura de Chávez “iba a colapsar eventualmente”, sigue Cunto. “La crisis, además de ser una muy fuerte pesadilla, también es un despertar de una ilusión de prosperidad que realmente nunca existió”.

Pero el caudillo murió antes y entre sus más fervientes seguidores -que incluye chavistas distanciados de Maduro- aquella Venezuela sí estaba “bien”.

“Estaba el boom petrolero, había mucho ingreso de petrodólares que permitía a Chávez financiar su gobierno paternalista y decir ‘Venezuela está bien’”, repara Parra.

Chávez cambió de forma radical la política venezolana con un modelo que redujo libertades, censuró a la prensa, “profundizó” la corrupción y politizó a la fuerzas armadas, el principal sostén hasta hoy del sistema.

De Chávez a Maduro, -la preservación del poder a toda costa- en Venezuela
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"Es difícil tratar en este momento de rescatar algo (positivo) después de haber hecho una revisión pormenorizada de las consecuencias de todo lo que hizo Chávez. Sin embargo, debo confesarte que todavía me queda algún tipo de nostalgia en relación al impacto positivo que pudo haber tenido una buena administración de las misiones" sociales, responde Evans.

Chávez nunca dejó de ser un líder carismático, distinto a Maduro, a quien “le ha hecho mucho daño enquistarse en el poder, desconectarse de los sectores populares, de las bases”, señala el consultor político Pablo Quintero.

“La gente lo percibe como un líder muy lejano y poco eficaz al momento de solucionar problemas cotidianos”, sigue.

“El chavismo base sigue recordando a Chávez como su principal líder y a Maduro lo ven como el que le dio continuidad a un proyecto que se vino muy abajo”.

Y así la popularidad de Maduro se ubica hoy en 25%, en parte por la ilusión de la recuperación. Pero llegó a estar muy por debajo.

De Trump a Biden

El enemigo externo ha sido una constante del chavismo, principalmente Estados Unidos, a quien achaca de todos sus males.

Maduro fue acribillado por una batería de sanciones económicas que buscaron sin éxito su caída, incluido un embargo petrolero impuesto por Washington en 2019.

El entonces presidente Donald Trump encabezó la presión internacional contra el mandatario venezolano, cuestionado por su reelección en 2018, que Estados Unidos y medio centenar de países tacharon de fraudulenta e ilegítimas.

El gobernante enfrenta además una investigación de la Corte Penal Internacional por crímenes de lesa humanidad por los presuntos atropellos cometidos durante la represión de manifestaciones antigubernamentales en 2017 que dejaron unos 100 muertos.

Maduro ha cuestionado la “imparcialidad” del organismo.

De cualquier forma, Maduro puede recuperar su legitimidad internacional en 2024, cuando buscará un tercer mandato de seis años.

El camino ya está labrado en medio de “los cambios geopolíticos a nivel mundial (que) le han abierto oportunidades para la venta de petróleo (...) dejando a un lado la crisis de Venezuela y los aspectos ideológicos”, indica Quintero.

Además de una oposición profundamente dividida y debilitada, después de llegar a su punto más alto, con la conquista de la Asamblea Nacional en 2015, y su estrepitosa caída con el fracaso del denominado gobierno interino de Juan Guaidó.

“No hay una fuerza opositora que de verdad sea una amenaza”, dice Parra. “El chavismo aprendió (...) que no pueden dejar que haya tanta libertad en las elecciones porque puede significar una amenaza para ellos”.

Las condiciones de hecho encabezan la agenda opositora en la mesa de negociación de México, paralizado desde noviembre a la espera del desembolso de recursos congelados por las sanciones internacionales contra Maduro para atender la crisis humanitaria.

Y así, dice Evans, “Maduro hoy es capaz de volver a ganar una elección presidencial teniendo la minoría que tiene”.

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