Cerca de 2.000 migrantes centroamericanos que son parte de la caravana que ha indignado al gobierno de Donald Trump ya está en la frontera de Estados Unidos, y se espera que la cifra aumente en la medida que van llegando autobuses desde Tijuana, en México, donde han hecho escala.
Autoridades y organismos internacionales calculan que unas 6.000 personas generalmente de Honduras forman la caravana que partió a mediados de octubre de ese país.
En Tijuana abarrotaron en los últimos días albergues habilitados para que pudieran descansar, alimentarse y curarse las heridas del largo trayecto.
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"Esto ha sido un viaje eterno, pero Dios nos trajo con bien hasta acá", dijo Carmen Soto, una hondureña que viaja con sus dos pequeños hijos, a la agencia AFP.
Tiritando de frío y sin haber probado un bocado en 24 horas, esta familia llegó a Tijuana tras viajar toda la noche a través de la carretera que cruza el desierto del noroeste de México. Desde este camino pudieron divisar el muro metálico en la frontera con Estados Unidos.
Sobre el límite en la frontera un guatemalteco que va en la caravana de migrantes y no quiso dar su nombre dijo: "Parece una culebra que no termina".
Protestas en Playa Tijuana
La Voz de América reportó que mexicanos protestaron por la presencia de migrantes cerca de la frontera el jueves: "Qué se vayan" , "Primero México", gritaban los habitantes de Playa de Tijuana, una zona de clase media alta.
Se quejan de hechos de violencia y cuestiones sanitarias que achacan a la presencia de migrantes centroamericanos que están llegando a la playa cercana a la frontera.
También algunos comerciantes están preocupados porque la presencia de migrantes afecte sus negocios: "Alejarán al turismo y los malos nos van a asaltar. Además dejan una barbaridad de basura (...) no son bienvenidos aquí", dijo el dueño de un restaurante de mariscos que no quiso dar su nombre.
La añorada frontera tras maratónica travesía
La caravana salió el 13 de octubre de San Pedro Sula, Honduras, y ha recorrido más de 4.300 km, principalmente a pie y en autostop, hasta la fronteriza Tijuana, en el estado de Baja California.
El objetivo de los migrantes es que el gobierno estadounidense les otorgue asilo o el estatus de refugiados. Alegan que salieron de sus países debido a la extrema violencia y pobreza.
Pero, para lograrlo deben cruzar la frontera por un acceso oficial, de acuerdo con un decreto firmado la semana pasada por Trump.
La espera podría ser muy larga, debido a que, -por ejemplo-, los inspectores estadounidenses en el principal cruce fronterizo hacia San Diego tramitan apenas unas 100 peticiones de asilo diarias.
El secretario general del gobierno del estado de Baja California, Francisco Rueda, señaló que la ciudad recibió por el momento a unos 1.750 migrantes de la caravana.
"Esto no es una crisis", dijo el segundo de a bordo del gobernador estatal, Francisco Vega de la Madrid, a reporteros y lo calificó como "una situación extraordinaria".
El estado tiene 7.000 empleos disponibles para sus "hermanos migrantes centroamericanos" que obtengan la residencia legal en México, informó Rueda.
"Hoy, en Baja California hay oportunidad de empleo para quien así lo solicite. Pero, para que ello suceda, tiene que regular su estancia migratoria", aclaró.
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México promete evitar incidentes en la frontera
El secretario mexicano de Gobernación, Alfonso Navarrete Prida, dijo que las posibilidades para la caravana migrante de ingresar a Estados Unidos son "prácticamente nulas" y aseguró que el gobierno mexicano buscará evitar que ingresen a la fuerza a ese país.
"Hay un enorme riesgo de tener un incidente en la línea fronteriza, cuando además hemos escuchado el discurso abiertamente hostil del gobierno estadounidense", dijo.
Trump ha calificado a los migrantes de "criminales" y acusa a la caravana de impulsar una "invasión". Para contenerla, dispuso el envío de hasta 9.000 soldados a su frontera sur.
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También cerró parcialmente con barricadas y alambres de púas las garitas fronterizas de San Ysidro y Otay Mesa, que conducen a California.
Los centroamericanos instalados en la playa se niegan a ir al albergue porque temen que sus datos sean enviados al gobierno estadounidense, informó AFP.
"Sabemos que Donald Trump está pidiendo los datos biométricos para poder hacer un decreto donde va a declarar a todos como terroristas. Definitivamente hay miedo y desconfianza", expresó Irineo Mujica, director de la ONG Pueblos Sin Fronteras, que acompaña la caravana.